Miraflores 15 de enero de 1881

Estuvieron todos. Estuvieron los vecinos de Lima, hombres; viejos; jóvenes; y niños, de píe en los parapetos; mal armados, con hambre, sed, y calor. Con su humano temor a cuestas y pesando sobre sus espaldas; pero, también con la decisión tomada de defender su ciudad a costa de sus propias vidas.

Estuvieron todos. Los abogados con su viejo decano a la cabeza, los maestros y profesores formados en su solo batallón. Los gremios de panificadores y aguateros cerrados en fila, hombro a hombro. Estuvieron los periodistas, todos como un solo puño, formando al lado de ellos los ingenieros. Estuvieron los comerciantes de Lima; los escolares del Colegio Nuestra Señora de Guadalupe, con sus maestros como sus oficiales al mando.

Junto a ellos dos batallones de marineros. Hombres en su mayoría ya jubilados y ancianos, gente de mar que por voluntad propia se habían dado cita en los campos miraflorinos, para detener con sus vidas a las hordas sureñas.

Estuvieron junto a ellos muchos italianos, decididos a defender la ciudad que los había cobijado, que les había dado fortuna y hasta familia. Los hijos de Italia aquel día cambiaron su hermosa bandera verde, blanca y roja por nuestra blanquiroja; la portaron como propia, y supieron morir al pie de ella.

Frente a ellos en Miraflores el ejército más poderoso de latino américa. Frente a ellos en las costas miraflorinas la marina más poderosa der latino américa. Del lado del invasor la barbarie, el saqueo y violaciones; luciendo como estandarte de victoria el fuego y humo que aún se elevaba desde las ruinas de Chorrillos y Barranco. Del lado de los vecinos que estuvieron en los parapetos la decisión de morir por su ciudad.

Al caer la tarde la suerte estaba echada. El ejército y la marina más poderosos de latino américa se habían impuesto sobre los vecinos de Lima. Los campos de Miraflores estaban cubiertos con nuestros muertos, de nuestros vecinos caídos con dignidad.

Entrada la noche de aquel 15 de enero de 1881 muchos de los sobrevivientes iniciaban el largo camino hacia la sierra central, hacia Huancayo. La resistencia había iniciado.

José Briceño Abanto