Una anomalía en el campo magnético sigue creciendo sobre Sudamérica: estas son sus consecuencias

El campo magnético de la Tierra se debilita en esta zona y los científicos están preocupados porque sus efectos son cada vez más notorios.

El campo magnético de la Tierra, la capa invisible que nos protege de la radiación dañina proveniente del Sol y otros fenómenos cósmicos, se está debilitando en una zona que abarca Sudamérica y la parte austral del océano Atlántico. En las últimas décadas, los científicos han detectado que la llamada Anomalía del Atlántico Sur (SAA, por sus siglas en inglés) continúa creciendo de tamaño en la actualidad.

Según un informe de la Oficina Nacional de Administración Atmosférica (NOAA), esta anomalía se ha expandido un 5% hacia el oeste en los últimos tres años.

Consecuencias de la anomalía magnética

La mayor parte de la radiación que llega del espacio (viento solar y rayos cósmicos) suele quedar atrapada por el campo magnético a unos 1.600 kilómetros sobre la superficie terrestre, en regiones en forma de rosquilla llamadas cinturones de Van Allen. Sin embargo, sobre la Anomalía del Atlántico Sur, la radiación ya penetra hasta los 200 km de altura, por lo que afecta tanto a la tecnología como a los seres vivos en la órbita terrestre baja.

Los daños en los satélites que pasan por esa zona se comenzaron a reportar desde la década de 1980. Incluso el telescopio espacial Hubble resultó afectado, por lo que ahora debe apagar algunos de sus instrumentos cada vez que pasa por la Anomalía del Atlántico Sur.

No obstante, el caso más dramático ocurrió en 2016, cuando la Agencia Espacial Japonesa perdió contacto con su recién lanzada sonda Hitomi mientras esta atravesaba dicha región. Al final terminó desintegrada en la atmósfera.

El peligro para los humanos también ha quedado evidente, ya que, en 2010, el astronauta Terry W. Virts, quien se encontraba en la Estación Espacial Internacional (400 km sobre la superficie), fue cegado brevemente por un destello blanco mientras la nave transitaba por la zona de la anomalía.

Resulta que el astronauta había experimentado el impacto de partículas de radiación en su nervio óptico. Días después, su piel comenzó a sangrar y continuó así cuando regresó a la Tierra. “Fui al dermatólogo y tras una biopsia me dijo que tenía cáncer de piel”, explica en un documental de la BBC.

Los estudios sobre la anomalía indican que seguirá profundizándose a medida que el campo magnético continúe debilitándose en esta zona, de modo que, con el paso del tiempo, acercará más la radiación a la superficie.