Presidente ruso Vladimir Putin: “Estar abiertos, a pesar del pasado”

Vladimir Putin: Esperábamos que el final de la Guerra Fría fuera una victoria común para Europa. Parecía que en muy poco tiempo se haría la realidad el sueño de Charles de Gaulle sobre un continente único, no en función de la geografía «desde el Atlántico hasta los Urales», sino de la cultura y la civilización, desde Lisboa hasta Vladivostok.

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Por Vladímir Putin*

El 22 junio de 1941, hace exactamente 80 años, al haber conquistado casi toda Europa, los nazis atacaron la URSS, y así para el pueblo soviético empezó la guerra más sangrienta en la historia de nuestro país, la Gran Guerra Patria. Decenas de millones de personas perecieron, mientras la economía y el patrimonio cultural se vieron gravemente afectados.

Estamos orgullosos del coraje y la firmeza de los héroes del Ejército Rojo y los trabajadores de la retaguardia, que no solo lograron amparar la independencia y la dignidad de la patria, sino que también salvaron a Europa y al mundo de la esclavitud. Sea quien sea el que está tratando de reescribir la historia ahora, el hecho es que el soldado soviético vino a la tierra alemana no para vengarse de los alemanes, sino con la noble y gran misión del libertador. Para nosotros, la memoria de los héroes que lucharon contra el nazismo es sagrada y recordamos con gratitud a los aliados de la coalición contra Hitler, a los miembros de la Resistencia, a los antifascistas alemanes, que acercaron la victoria común.

Al sobrevivir los terrores de la guerra mundial, los pueblos europeos lograron superar la alienación y restaurar la confianza y el respeto mutuos, se avanzaron hacia la integración para trazar una línea final con las tragedias europeas de la primera mitad del siglo pasado. Me gustaría resaltar el hecho de la reconciliación histórica de nuestro pueblo y los alemanes que vivían tanto en el este como en el oeste de la Alemania unida moderna que desempeñó un papel esencial para el desarrollo de tal Europa.

Haré hincapié, además, en lo que los empresarios alemanes fueron los primeros en cooperar con nuestro país en los años de posguerra. En 1970, la URSS y Alemania firmaron el acuerdo del siglo en el que se trataba sobre el suministro a largo plazo de gas natural a Europa, sentando así las bases de la interdependencia constructiva, que después resultó en muchos proyectos ambiciosos, incluida la construcción del gasoducto Nord Stream.

Esperábamos que el final de la Guerra Fría fuera una victoria común para Europa. Parecía que en muy poco tiempo se haría la realidad el sueño de Charles de Gaulle sobre un continente único, no en función de la geografía «desde el Atlántico hasta los Urales», sino de la cultura y la civilización, desde Lisboa hasta Vladivostok.

Fue esta lógica basada en la creación de Gran Europa unida por valores e intereses comunes por la que se guió Rusia en las relaciones con los europeos. Tanto nosotros como la Unión Europea hemos hecho mucho en este camino.

Pero prevaleció un enfoque diferente cuya base es la expansión de la OTAN, una reliquia de la Guerra Fría por sí misma ya que fue creada exactamente para los enfrentamientos de aquella época.

Fue el movimiento del bloque hacia el Este, que comenzó, por cierto, con el hecho de que a los líderes soviéticos básicamente los persuadieron a la membresía de la Alemania unida en la OTAN, que fue la razón principal del rápido crecimiento de la desconfianza mutua en Europa. Muy pronto todos se olvidaron de las promesas verbales que se hicieron entonces de que «esto no está dirigido contra nosotros» y que «las fronteras del bloque no se acercarán a nuestro país». Pero así apareció el precedente.

Desde el 1999, han seguido cinco oleadas más de la expansión de la OTAN. 14 nuevos países se unieron a la organización, incluidas las repúblicas de la antigua URSS, lo que efectivamente acabó con las esperanzas de un continente sin líneas divisorias. Por cierto, a mediados de los 80, uno de los líderes del Partido Socialdemócrata de Alemania, Egon Bahr, lo advirtió. Él propuso reconstruir radicalmente todo el sistema de seguridad europeo después de la unificación de Alemania, tanto con la participación de la URSS como de EE. UU. Pero nadie en la URSS, ni en EE. UU., ni en Europa quiso escucharlo entonces.

Por lo demás, muchos países artificialmente se vieron obligados a elegir entre el Occidente colectivo y Rusia. De hecho, fue un ultimátum. Vemos las consecuencias de esta política agresiva en la tragedia ucraniana de 2014. Europa apoyó activamente el golpe armado anticonstitucional en Ucrania y esto fue el inicio de todo. ¿Para qué habría que hacerlo? Entonces, el presidente Yanukovich ya aceptó todas las demandas de la oposición. ¿Para qué EE. UU. organizaron el golpe de estado y los países de Europa lo apoyaron obedientemente, provocando la división en Ucrania y la secesión de Crimea?

Todo el sistema de seguridad europeo se deterioró sustancialmente. Aumentan las tensiones y aparecen reales riesgos de una nueva carrera armamentística. Desaprovechamos unas oportunidades enormes que nos brinda la cooperación cuya importancia no es de desestimar ahora, cuando todos enfrentamos los desafíos comunes, la pandemia y sus graves consecuencias socioeconómicas.

¿Por qué sucede esto? Y lo más importante, ¿qué conclusiones debemos sacar juntos? ¿Qué lecciones de historia recordar? En primer lugar, debemos recordar lo que confirma toda la historia de posguerra de Gran Europa: la prosperidad y seguridad de nuestro continente común pueden ser fruto solo de los esfuerzos comunes de todos los países, incluida Rusia, siendo ella unos de los Estados europeos más grandes. Sentimos nuestro vínculo indisoluble cultural e histórico con Europa.

Estamos abiertos a una interacción constructiva y honesta. Lo evidencia nuestra idea de crear un espacio único de cooperación y seguridad desde el Atlántico hasta el Pacífico que incorpore diferentes modelos de integración, incluida la Unión Europea y la Unión Económica Euroasiática.

Vuelvo a destacar que Rusia aboga por la restauración de una asociación integral con Europa ya que tenemos muchos temas de interés mutuo. Son la seguridad y la estabilidad estratégica, salud y educación, digitalización, energía, cultura, ciencia y tecnología, solución de problemas climáticos y ecológicos.

El mundo está evolucionando rápidamente, enfrentando nuevos desafíos y amenazas. Por eso no podemos permitirnos seguir cargando con el peso de malentendidos, resentimientos, conflictos y errores pasados. Es una carga que no nos dejará enfocar en la solución de problemas actuales. Estamos convencidos de que todos debemos reconocer estos errores y corregirlos. Nuestro objetivo común e indiscutible es garantizar la seguridad continental sin líneas divisorias, un espacio único de cooperación en pie de igualdad y desarrollo universal en aras de la prosperidad de Europa y del mundo en general.

*El artículo del presidente de Rusia se publicó en el semanal alemán Die Zeit con motivo del 80 aniversario del comienzo de la Gran Guerra Patria.