Podredumbre en el Congreso de la República 

Por: Alejandro Marco Aurelio Capcha Hidalgo
Periodista: Reg. N°-4654-


Putrefacción vertiginosa y vergonzosa en el Congreso de la República por los representantes de la “patria” quienes ponen en agenda sus intereses -partidocrático- desmedido, donde prima los intereses groseros, faltando a la majestuosidad de la investidura del congreso que cada día viene a menos y está destinado a un dígito y se siente el fervor de indignación del país, porque ellos mismos se encargan de desprestigiarlo torpemente. La descomposición acelerada, en su deslumbrante carrera hacia ningún otro lado que a la -descomposición- total de aquello que alguna vez se conoció como el Primer Poder del Estado. No es cosa de hoy. El descenso, decadencia de nuestro poder Legislativo viene de atrás. Su origen no es otro que la vuelta del analfabetismo, a través de la ignorancia de las últimas tres generaciones de ciudadanos

Ello es a consecuencia de la incultura globalizada a raíz del rapto estratégico de sector Educación Pública por los rojos izquierdistas, caviar y la fijación de propalar el pensamiento Gonzalo. Esta última impulsada por el MOVADEF y CONARE; el partido político de sendero luminoso cuyo sindicato gremial estuvo liderado por Pedro Castillo, que, según el Servicio de Inteligencia, SIN, manifiesta que tiene un IQ dañado, analfabeto funcional como lo es el ex presidente, preso por golpista y corrupto. Esta salvajada es culpable de que varias generaciones maleducadas por “profesores” ignorantes de la Escuela Pública, como Castillo.

Una degradación sin precedentes de la vasta tradición cultural que le imprimieron al país sendas generaciones de ilustres peruanos. Las promociones que pasaron por el martirio de tener a profesores como Pedro Castillo, hoy transitan por la vida perdidas en el espacio-tiempo de su incultura, aunque fomentando el odio, la revancha y la violencia a través de los “principios” que aprendieron en esa academia comunista que, justamente favorece a la izquierda criolla basada en la lucha de clases, el empobrecimiento horizontal y la vigencia de una cúpula política privilegiada, que viva del trabajo y el patrimonio labrado con el esfuerzo de gente decente y emprendedor como usted señor lector.

Desde que por muy pocos miles de votos Ollanta Humala derrotase a Keiko en el repechaje de 2011 -que financiara la corruptora brasileña Odebrecht- la pandemia del virus izquierdista ya flotaba entre la “politiquería” nacional. Las cúpulas partidarias de nuestra tragicómica izquierda veían en el poder su turno para enriquecerse, como venían haciéndolo los dictadores Castro en Cuba, Chávez en Venezuela, Ortega en Nicaragua.

Con más razón tras escrutar, verificar la inocencia, candor de ese amplio sector ineducado del pueblo, que vota sin interesarle conocer por quién lo hace; siempre sometido a la propaganda falsaria de los candidatos de las izquierdas. Aún hay más. Con Alejandro Toledo la mal llamada gran prensa había impuesto un rol perverso, a la vez que protagónico, para descalificar al postulante presidencial que pudiese afectar sus intereses crematísticos, bañándoles de intrigas y de mentiras.

Vale decir, contrario a la línea periodística que alguna vez tuvo basada en cimientos ideológicos y en la trayectoria personal/moral del postulante. Negra desviación de aquellos medios que confabularon/confabulan contra la entronización de la decencia, el profesionalismo y las cualidades de estadista en quienes postulen para ejercer altos cargos en el Estado.

Acabamos de comprobarlo ahora con la invencibilidad descomunal de los congresistas designándole a un tipo de nombre, Josué Gutiérrez que carece de los pergaminos para ostentar a la institución de la Defensoría del Pueblo; que, en el quinquenio de Ollanta Humala, se caracterizó por ser un piquichón y sobón de la jefa, Nadine Heredia. Primaron los guarros, sucios intereses de quienes son los auténticos culpables de que siga su derrotero a la enfermedad epidémica de la corrupción que nos acompaña, y abriga infectando a todos los estratos sociales, o comunitarios.