La política exterior de Estados Unidos

Por Antony Blinken

Secretario de Estado de Estados Unidos

En el primer año de nuestra administración, nos enfocamos en reconstruir y revitalizar las alianzas y asociaciones de Estados Unidos, integrándolas también en nuevas coaliciones con objetivos en común. Como todos han visto, revitalizamos nuestra colaboración con la OTAN, la Unión Europea, las Naciones Unidas, el G7, la ASEAN y la OCDE. Dimos mayor resonancia y fortalecimos la Asociación Cuadrilateral (Quad). Creamos AUKUS, el Consejo de Comercio y Tecnología EE. UU. – UE  y varios otros grupos.

El criterio empleado fue simple y directo: estamos en una posición absolutamente más sólida para abordar las cuestiones que afectan concretamente a las vidas de los estadounidenses cuando lo hacemos junto a los numerosos países que comparten nuestros intereses y valores fundamentales.

En el segundo año, mostramos por qué esta era una inversión inteligente e importante. Ya sea abordando las amenazas y los riesgos que plantean los competidores estratégicos, combatiendo los desafíos globales como la crisis climática y la pandemia o buscando oportunidades para mejorar la vida de los estadounidenses de maneras tangibles, nuestras alianzas y nuestras asociaciones han demostrado marcar una diferencia vital.

Mantuvimos un ritmo incesante en la ampliación y profundización de nuestra colaboración en el mundo, fuimos anfitriones de la Cumbre de las Américas, la Cumbre de Líderes de EE. UU. y África, la primera Cumbre entre EE. UU. y Países Insulares del Pacífico, y la Cumbre Especial de EE. UU. y la ASEAN.

Adquirimos un inmenso poder y credibilidad a través de inversiones sin precedentes en nuestra fortaleza económica y nuestra ventaja tecnológica aquí en el país, mediante la Ley bipartidista de infraestructura, la Ley CHIPS y la Ley para la reducción de la inflación.

Por eso hoy quisiera dedicar unos minutos, apelando a su paciencia, para destacar las áreas en las cuales la diplomacia consiguió resultados más significativos durante 2022.

En primer lugar, logramos movilizar al mundo para asegurarnos de que la guerra de Rusia contra Ucrania sea un fracaso estratégico. Desde el 24 de febrero, hemos reunido a decenas de aliados y socios para promover el apoyo económico, humanitario y en materia de seguridad al pueblo ucraniano en la defensa de su democracia, su soberanía y la independencia de su país. Nuestro apoyo colectivo, que ahora incluye 1.850 millones de dólares USD en asistencia militar estadounidense que el Presidente anunció ayer, ha favorecido a los combatientes de Ucrania para que emprendan la contraofensiva, liberen a su población y recuperen más de su territorio.

La OTAN nunca ha sido más fuerte ni ha estado más unida. La Alianza adoptó un nuevo Concepto Estratégico y añadió más fuerzas y recursos a nuestra defensa colectiva. Duplicamos el número de grupos de combate en el flanco oriental de la OTAN. Hemos aumentado los despliegues en los países bálticos. Estamos en la antesala de la incorporación de Finlandia y Suecia como nuevos miembros de la Alianza.

Trabajamos con aliados y socios para imponer las sanciones y los controles de exportación más férreos al presidente Putin y a quienes posibilitan la guerra de agresión que él libra, y hemos mermado sustancialmente el acceso de las fuerzas militares rusas a fondos, bienes y tecnologías que son fundamentales para el esfuerzo bélico. Por donde se mire, la maquinaria bélica rusa está en serias dificultades. El liderazgo diplomático estadounidense ha sido indispensable para construir y mantener esta unidad de propósito y esta unidad de acción. A su vez, hicimos sentir nuestro peso diplomático para aislar a Rusia en las Naciones Unidas y en otras organizaciones internacionales, y para reafirmar el apoyo global a los principios centrales de la Carta de la ONU que el presidente Putin intenta echar por tierra.

Sabemos que los ucranianos tienen un duro invierno por delante, y el presidente Putin lleva adelante su nueva estrategia de intentar congelar hasta la muerte a hombres, mujeres, niños, niñas y ancianos ucranianos. Trabajamos con el G7 y con otros aliados y socios para reparar, reemplazar y defender la infraestructura energética de Ucrania, lo que incluye potenciar su estructura de defensa aérea con sistemas de precisión como la batería de misiles Patriot que el presidente Biden anunció ayer.

Permaneceremos con Ucrania el tiempo que sea necesario. Ese es el mensaje que el presidente Biden transmitió personalmente al presidente Zelenski cuando lo recibió en la Casa Blanca. Es un compromiso que tiene un respaldo bipartidista sólido y entusiasta en el Congreso, algo que se pudo apreciar claramente anoche.

Mantener ese apoyo resulta crucial, porque el presidente Putin sigue demostrando que no tiene interés en una diplomacia provechosa. Coincidimos con el presidente Zelenski en cuanto a que la diplomacia es la única manera de terminar de una vez por todas con la guerra de Rusia. Hasta que el presidente Putin cambie de rumbo, la mejor forma de mejorar las perspectivas de una paz justa y duradera y de adelantar las posibilidades de una diplomacia genuina es manteniendo nuestro firme apoyo a Ucrania.

En segundo lugar, aceleramos la convergencia estratégica con nuestros aliados y socios con respecto a la República Popular China. Esto es algo crucial, ya que mientras Rusia represente una amenaza inmediata al sistema internacional libre y abierto, la RPC será nuestra única competidora que tiene tanto el objetivo de reconfigurar el orden internacional como, cada vez más, el poder económico, diplomático, militar y tecnológico para lograrlo.

En el mes de mayo, expuse nuestra estrategia para responder al desafío que plantea la RPC: invertir en los fundamentos que dan fortaleza a nuestro país, alinearnos con nuestros socios y aliados y competir con China para que podamos defender nuestros intereses y hacer realidad nuestra visión de futuro. Nuestra diplomacia ha desempeñado un papel central en llevar a cabo esa estrategia.

Planteamos un enfoque afirmativo para una región del Indopacífico libre y abierta que se apoye en las perspectivas de muchos de nuestros socios dentro y fuera de la región, y que a su vez ha nutrido sus propias estrategias. Junto con la Unión Europea, hemos fortalecido nuestros conjuntos de herramientas complementarios en desafíos clave que plantea la RPC, desde la coerción económica hasta los derechos humanos. Hemos profundizado nuestra cooperación en la vigilancia de inversiones y controles a las exportaciones de tecnologías delicadas y emergentes.

Por primera vez, el Concepto Estratégico de la OTAN expresó el compromiso de abordar los desafíos sistémicos que la RPC plantea para la seguridad transatlántica. Profundizamos la coordinación de la Alianza con Australia, Japón, la República de Corea, Nueva Zelanda y nuestros otros aliados del Pacífico.

Estamos unidos en nuestro compromiso de preservar la paz y la estabilidad en el estrecho de Taiwán y seguimos manifestando preocupación y adoptando medidas conjuntas en relación con las violaciones de derechos humanos que comete la RPC en Xinjiang y Tíbet, así como la erosión de la libertad de expresión y la libertad de prensa en Hong Kong.

Incluso mientras competimos de manera enérgica con la RPC, hemos trabajado meticulosamente para impedir que nuestra competencia se desvíe hacia el conflicto. Seguiremos gestionando esta relación con responsabilidad, profundizando el diálogo sincero y productivo que mantuvieron el presidente Biden y el presidente Xi en Bali, una conversación que espero poder impulsar cuando visite la RPC a principios del año próximo. Y seguiremos impulsando la cooperación en cuestiones que exijan que Estados Unidos y China trabajen juntos, por el bien de nuestros pueblos, pero también por el bien de las personas en todo el mundo.

En tercer lugar, movilizamos coaliciones amplias para que ofrezcan soluciones a los desafíos globales comunes que enfrentamos muchos de nosotros, incluso en materia de seguridad alimentaria, salud, energía y clima, así como crecimiento económico inclusivo, desafíos que tienen un efecto concreto en las vidas y los medios de vida del pueblo estadounidense, y que no podemos resolver eficazmente por nosotros mismos.

Encabezamos la respuesta mundial a una crisis de seguridad alimentaria global sin precedentes, propiciada por COVID, el clima y el conflicto, y agravada sustancialmente por la guerra del presidente Putin.

Tan solo en 2022, contribuimos con 11.000 millones de dólares USD a la asistencia humanitaria y para la seguridad alimentaria. Fuimos sede de una Reunión Ministerial sobre Seguridad Alimentaria con la Unión Africana y la Unión Europea para reunir los recursos que se precisan para salvar vidas en lo inmediato, pero también para ayudar a los países a desarrollar su propia capacidad de producción agrícola resiliente y sostenible.

Hicimos esfuerzos significativos para terminar con la etapa aguda de la pandemia de COVID-19, y aportamos cerca de 20.000 millones de dólares USD a la respuesta mundial, además de distribuir más de 670 millones de dosis de vacunas seguras y eficaces a más de 115 países.

Lanzamos y encabezamos el Plan de Acción Global, que reunió a docenas de países para que se vacunaran, así como mejorar los sistemas de suministro sanitario y combatir la información errónea y la desinformación.

También tomamos medidas para cerciorarnos de que el mundo esté mejor preparado para prevenir, detectar y responder a futuros brotes. Trabajamos con el G20 para crear un nuevo fondo del Banco Mundial que ayude a los países a mejorar su preparación para las pandemias. Capacitaremos a 500.000 trabajadores sanitarios en los próximos cinco años en nuestro hemisferio en América Latina. Invertiremos 4.000 millones de dólares USD en los trabajadores de salud en África para el año 2025.

En cuanto al clima, recaudamos inversiones históricas en nuestro país y en el extranjero para acelerar la transición a las energías limpias y la adaptación a los efectos del calentamiento climático. Esta responsabilidad no es solo nuestra; también consideramos que se trata de una oportunidad única en generaciones para crear puestos de trabajo bien remunerados para los estadounidenses.

Forjamos nuevas alianzas regionales para que nuestras economías sean más resilientes, más sostenibles, más prósperas y más inclusivas, lo que incluye el Marco Económico Indopacífico para la Prosperidad, cuyos miembros representan el 40 % del PIB mundial, y la Alianza para la Prosperidad Económica en las Américas.

Junto con el G7, lanzamos la Asociación para la Infraestructura y la Inversión Global por valor de 600.000 millones de dólares USD, con el fin de formular una alternativa transparente y de alto nivel para las inversiones en infraestructura en países de medianos y bajos ingresos.

En cuarto lugar, utilizamos el poder de la diplomacia estadounidense para promover la paz y prevenir y mitigar conflictos. Junto con mis homólogos de Israel, Marruecos, Bahréin, los Emiratos Árabes Unidos y Egipto, participé en el acontecimiento histórico que fue la Cumbre de Negev con el fin de promover la integración y la normalización en Oriente Medio.

Ayudamos a negociar un acuerdo histórico entre Israel y el Líbano para resolver su disputa de larga data con respecto a límites marítimos. Apoyamos las conversaciones impulsadas por África que condujeron al cese de hostilidades entre Etiopía y las fuerzas de Tigray. Ayudamos a concretar un acuerdo marco para que Sudán vuelva a estar en la senda hacia una democracia liderada por civiles. Ayudamos a asegurar, y luego a extender, una tregua en el conflicto en Yemen.

Y trajimos a casa a estadounidenses que estaban detenidos injustamente en Rusia, Irán, Venezuela, Birmania, Afganistán, Haití y otros países. Seguiremos trabajando cada día para traer a estadounidenses que estén detenidos injustamente en todo el mundo, al tiempo que damos pasos para disuadir y prevenir esta práctica nefasta en lo sucesivo.

De cara al 2023, seguiremos usando todas nuestras herramientas diplomáticas para impulsar estas prioridades y muchas otras, lo que incluye mantener nuestro compromiso con el pueblo de Afganistán, sobre todo con aquellos que apoyaron la misión estadounidense allí durante más de 20 años, como así también para defender los derechos de mujeres y niñas.

También nos enfocaremos con intensidad en coordinar los esfuerzos internacionales para combatir la lacra del fentanilo y otros estupefacientes sintéticos.

Ahora bien, me he centrado principalmente en cómo hemos trabajado con aliados y socios en 2022 para hacer frente a los mayores desafíos del presente. Pero incluso mientras hacíamos eso, también tomamos medidas importantes aquí en este edificio para asegurarnos de que el Departamento de Estado esté posicionado y empoderado para responder a los desafíos del presente y del futuro.

Lanzamos una nueva Oficina para el ciberespacio y la política digital. Notificamos al Congreso nuestra intención de crear una nueva Oficina Global de Seguridad Sanitaria y Diplomacia. Establecimos un Centro sobre China para que lidere el desarrollo y la coordinación de nuestra política con respecto a la RPC. Ampliamos nuestra presencia diplomática en el Indopacífico y logramos la cohorte más extensa de funcionarios del Servicio Exterior y Civil en más de una década. Y realizamos esfuerzos significativos para atraer y retener una fuerza laboral que refleje una de las mayores fortalezas de nuestra nación: nuestra diversidad.

Antes de concluir, quisiera reconocer al “nosotros” detrás de todos los avances arduamente logrados. Empieza con las personas que integran el Departamento de Estado, en particular nuestros funcionarios del Servicio Exterior y Civil, y nuestro personal contratado a nivel local. Son quienes pusieron en práctica esta visión, día tras día. Y no solo con respecto a las cuestiones que destaqué hoy, sino en cada aspecto de nuestra política exterior, trabajando en conjunto con colegas de todas las áreas del Gobierno de Estados Unidos y también con nuestros socios extranjeros.

No podría estar más orgulloso de mis compañeros de equipo. Y me honra profundamente la oportunidad de prestar servicio junto a ellos. A todos ellos y a sus familias, cuyo amor, apoyo y sacrificio les permiten prestar este servicio, quisiera sencillamente decirles gracias.

También deseo agradecer al Congreso su colaboración. Según nuestros cálculos, el Departamento de Estado mantuvo más de 3200 sesiones informativas, y llamadas con el Congreso durante el último año. Yo participé personalmente en más de 60.

Estoy particularmente agradecido a los miembros de ambos partidos que trabajaron con nosotros para confirmar a 91 nominados este año, una cifra que esperamos incrementar en las próximas semanas. Porque cuando tenemos a nuestro equipo en el terreno, respondemos.

Por último, quisiera agradecer a todos ustedes, los miembros de nuestro servicio de prensa. El trabajo que llevan adelante es indispensable para nuestra democracia. Y si bien no siempre es sencillo responder a las preguntas que nos plantean, la información precisa que nos brindan representa un bien público. Es algo básico y muy sencillo. Ayuda a nuestros ciudadanos a entender las fuerzas que configuran sus vidas. Los empodera para participar de manera significativa en sus comunidades, su país y el mundo. Es una de las razones por las que luchamos arduamente por una prensa libre e independiente en todo el mundo, y la razón por la cual estoy sumamente agradecido con ustedes por el trabajo que hacen.

Cuando empecé este trabajo, muchas personas preguntaban si Estados Unidos volvería, o incluso podría, asumir nuevamente el liderazgo en el mundo. O, de hecho, si el mundo quería que lo hiciéramos.

En 2022, creo que respondimos esas preguntas. Mostramos que Estados Unidos está preparado y dispuesto a encabezar los desafíos fundamentales de nuestra época. Y países de todo el mundo demostraron por qué desean asociarse con nosotros en la construcción de un mundo más libre, más abierto, más seguro y más próspero.