Turquía, no hay nada que celebrar

Oficiales escoltan al ex comandante de la Fuerza Aérea de Turquía, Akin Ozturk _acusado de ser uno de los instigadores del fallido golpe de estado de julio pasado_ mientras lo llevan a un juzgado a las afueras de Ankara, el lunes 22 de mayo de 2017. Amnistía Internacional criticó el lunes a Turquía por despedir a miles de empleados públicos desde el fallido golpe de estado; afirma que los supuestos lazos de los funcionarios con organizaciones terroristas no se han demostrado. (Depo Photos via AP)

Ricardo Sánchez Serra

El dictador turco, Recep Tayip Erdoğan, está organizando una gran celebración con motivo del primer aniversario de su autogolpe, el 15 de julio.

Realmente, no hay nada que festejar. Turquía es una gran prisión, bañada con la sangre de todos los pacíficos opositores a Erdoğan, que no pudieron escapar ante la implacable persecución.

Y la caza no solamente es en casa. Ha secuestrado a turcos en Malasia y ha ordenado a todas sus embajadas en el mundo a que realicen seguimientos a la comunidad turca. En el Perú, por ejemplo, se ha descubierto recientemente a un diplomático de la Embajada de Turquía tomando fotos a varios turcos en Lima. ¿Con qué finalidad?

Los turcos que están aquí son empresarios o intelectuales que han huido de la violencia de su país para salvar sus vidas. Erdoğan ha indicado públicamente que eliminará a todos los opositores, entre los que incluye a pacíficos ciudadanos que ni se meten en política. Además, le ha declarado la guerra al pacífico Movimiento Hizmet o Gülen, que solo se dedica a promover valores en la educación y libertad religiosa. Es liderado por Fetullah Gülen, un clérigo y erudito.

Aún resuenan las palabras del dictador turco: “Y seguiremos erradicándolos… no les daremos el derecho a la vida… Nuestra lucha continuará hasta el final. No los dejaremos heridos”.

¿Por qué Erdoğan hizo el autogolpe? Para reforzar su poder y reitero, eliminar a sus opositores. De otro modo, no se puede explicar porque despidió a más de 150 mil empleados públicos, y purgas en todo los estamentos del Estado. De acuerdo a Reporteros sin Frontera existen 200 periodistas en prisión preventiva o arresto en comisaría, 192 medios de comunicación cerrados y 9.000 periodistas despedidos. Cerró centenares de colegios y despidió a 5,000 profesores. Más de 50 iglesias fueron confiscadas. Es la mayor purga de la historia de Turquía.

Todas las organizaciones defensoras de los derechos humanos condenan la política genocida de Erdoğan, quien se encuentra prácticamente aislado del mundo. El Parlamento Europeo acaba de exigir la suspensión inmediata de las negociaciones de adhesión de Turquía a la Unión Europea.

La cancillería peruana no pude ni debe estar lejana a estos acontecimientos. Son hechos irrefutables por lo que el Perú debe abrir los brazos a quienes busquen refugio de acuerdo al derecho humanitario, y que es impulsado tradicionalmente en nuestra política exterior.