Día Setentaisiete

Por: Andrea Chirinos

Porque los problemas que arrastramos como el racismo, la opresión, el abuso de poder, la terrible desigualdad de privilegios, no terminan con una pandemia. Fuente: FPP

En marzo del 2020, el mundo presenció cómo un virus cerraba fronteras, metía a gente a sus casas, dejaba sin trabajo a muchísimos e infundía pánico ante un considerable número de contagios y muertes al día.

Hubo histeria colectiva, negación y todo tipo de información y desinformación comenzó a invadir los medios de comunicación y nuestros celulares.

Y en medio del irremediable caos, aunque parecía imposible, tuvimos una breve pausa.

Antes de que se aceptara esta nueva normalidad, antes que se lanzara la primera pregunta sobre la dudosa aparición del virus, antes que la gente dejara de aplaudir por sus ventanas, antes incluso que la muerte de un ser querido se convirtiera en un número más de los casos Covid que bota Google.

Antes, hubo pausa.

Una contenida que crecía como una bola de nieve aguantada en el barranco. El mundo estaba a la espera del mínimo error para salir a protestar.

Porque los problemas que arrastramos como el racismo, la opresión, el abuso de poder, la terrible desigualdad de privilegios, no terminan con una pandemia.

La lucha continua con o sin mascarillas, y el humano sigue siendo el malo y el bueno de la película. Se afronta violencia con violencia y se obtiene más de esta.

Lo que sucedió y está sucediendo en Estados Unidos, y el movimiento global que se está generando a causa de este, es una declaración de algo que probablemente ya sabíamos: puede existir cualquier virus, pero los problemas que la humanidad sostiene en la espalda no se ponen en pausa y no se van a resolver solos.