Rusia se pronuncia firmemente por renunciar a cualquier confrontación

Lavrov: “Estados Unidos debe abandonar no solo el uso de la fuerza, sino también cualquier otro método para imponer su modelo de desarrollo”

Por Serguéi Lavrov, ministro de Relaciones Exteriores de Rusia

Me alegra tener esta oportunidad de hablar desde la tribuna de la Asamblea General de la ONU. El hecho de que estemos reunidos en esta sala de nuevo simboliza la determinación colectiva de restablecer la comunicación normal interrumpida tras el inicio de la pandemia de COVID-19.

En general, no tenemos otra opción: una amplia cooperación de las Naciones Unidas es especialmente necesaria ahora, cuando el número de problemas de la agenda global sigue creciendo. Las amenazas transfronterizas se expanden. Numerosos focos de tensión regionales llevan una alta carga desestabilizadora. Se intenta cada vez más aplicar el derecho de los fuertes contra el poder de la ley. Las mayores potencias no han llegado a un acuerdo sobre los principios del orden mundial.

Para Rusia es evidente que es posible resistir con eficacia los desafíos y amenazas solo mediante esfuerzos solidarios en estricta conformidad con las normas generalmente reconocidas del Derecho Internacional, ante todo, con los objetivos y principios de la Carta de la ONU. La Organización Mundial debe desempeñar un papel protagónico coordinador en la política global, al revelar plenamente sus capacidades únicas de multilateralismo y legitimidad universales.

La ONU es el organismo multilateral por excelencia

Últimamente, observamos los intentos persistentes de menospreciar el papel de la ONU en la solución de los problemas clave de nuestro tiempo, “ponerla” a un segundo plano o convertirla en un instrumento obediente para promover unos intereses egoístas. Tales intentos se manifiestan claramente en el concepto del llamado orden basado en reglas que Occidente está introduciendo con insistencia en la política como contrapeso al Derecho Internacional.

Naturalmente, nadie se opone a las reglas como tales. La Carta de la ONU es precisamente un conjunto de reglas. Pero estas reglas están aprobadas por todos los países del mundo. De la misma manera, todas las nuevas normas que regulen la comunicación interestatal deben acordarse en plataformas universales, ante todo, aquí. Cuando se introducen en secreto, sin recibir el visto bueno de la Organización Mundial, no pueden tener una legitimidad omnímoda.

Al transformar las discusiones sobre los temas clave en formatos convenientes, Occidente preferiría excluir del proceso de elaboración de decisiones globales a los que tienen su propia postura que no coincide con la suya. Hace poco, Alemania y Francia anunciaron siguiendo esta lógica la creación de la Alianza para el Multilateralismo, aunque ¿qué organismo podría ser más multilateral que la ONU? Sin embargo, Berlín y París consideraron que había muchos “conservadores” en la ONU que frenaban los esfuerzos de la “vanguardia”. Proclamaron a la Unión Europea como el ideal del “multilateralismo eficaz”, y se propuso a todos los demás tomarlo como punto de referencia.

Otro ejemplo es la idea de convocar una “cumbre de las democracias” promovida por la Administración de EEUU. Claro está que Washington elegirá a los participantes adjudicándose el derecho a determinar en qué medida uno u otro país cumple con los estándares democráticos. En esencia, esta iniciativa, muy en el espíritu de la Guerra Fría, proclama una nueva “cruzada” ideológica contra todos los disidentes. Esta iniciativa se realiza en la coyuntura cuando el presidente Joe Biden declaró en su discurso que EE. UU. no quería un mundo dividido en bloques opuestos. De hecho, la “cumbre de las democracias” será un paso hacia la división de la comunidad mundial en “amigos” y “enemigos”.

También es demostrativo que, declarando la prioridad de la democracia en sus relaciones con todos los socios, Washington se preocupe exclusivamente por la situación interna en los respectivos países. Cuando se trata de la consolidación de la democracia en las relaciones internacionales, EE. UU. y todos sus aliados pierden interés en la conversación: nadie, dicen, puede atentar a la autoridad de la OTAN y la UE. Éstas son las reglas.

Recientemente, el presidente Joe Biden anunció su rechazo al uso de métodos militares para, como dijo, ‘rehacer otros países’. Esperamos que EE. UU. dé el siguiente paso y abandone no solo el uso de la fuerza, sino también cualquier otro método para imponer su modelo de desarrollo.

El “orden basado en reglas” se basa en el doble rasero. Cuando es beneficioso para Occidente, el derecho de los pueblos a la autodeterminación se eleva a un absoluto. En este caso, en violación de la resolución del Consejo de Seguridad y sin celebrar algunos referendos, se reconoce como un Estado independiente la formación creada artificialmente de Kosovo, que previamente fue separada con el uso de la fuerza del Estado europeo – Serbia. Nadie se avergüenza de que las islas Malvinas estén a 12 mil kilómetros de Gran Bretaña, y que bajo el control de París y Londres, a pesar de las decisiones de la ONU y de la Corte Internacional de Justicia, hay antiguas posesiones coloniales que nadie va a liberar. Cuando el derecho a la autodeterminación contradice los intereses geopolíticos de Occidente, como en el caso de la libre expresión de la voluntad de los habitantes de Crimea en el referéndum sobre la reunificación con Rusia celebrado en 2014, lo olvidan y se imponen sanciones arbitrarias por el ejercicio de este derecho. La causa es simple: los habitantes de Crimea huían de los ultraradicales que realizaron un golpe de Estado en Ucrania, que fue apoyado por Occidente. Es decir, los “amigos” llegaron al poder en Kiev y, de acuerdo con las reglas occidentales, es necesario proteger y justificarlos.

De conformidad con el mismo “orden basado en reglas”, Estados Unidos mantiene un arcaico embargo comercial contra Cuba y se esfuerza por dictar su voluntad a los pueblos de Venezuela y Nicaragua, en flagrante violación del principio legal de no injerencia en los asuntos internos de Estados soberanos. El uso de medidas restrictivas unilaterales socava las prerrogativas del Consejo de Seguridad y va en contra del reciente llamado del secretario general de la ONU de suspenderlas, al menos durante el período de la pandemia.

Los esfuerzos de varios países por tergiversar la historia de la Segunda Guerra Mundial también apuntan a erosionar el orden mundial con el papel protagónico de la ONU. Los miembros de la UE y la OTAN se niegan a apoyar las resoluciones de la Asamblea General sobre lo inadmisible de glorificar el nazismo, rechazan propuestas para condenar la destrucción de los monumentos a los libertadores de Europa de la “peste parda”.

La imposición del “orden basado en reglas” en lugar de la observancia incondicional del derecho internacional puede conllevar peligrosas recidivas de la política de bloque, la creación de líneas divisorias entre un grupo de países occidentales y otros Estados. Sin embargo, los eventos recientes han mostrado que las reglas voluntarias también pueden aplicarse dentro del campo occidental si alguien se vuelve demasiado independiente allí. Al menos muchos medios internacionales calificaron la situación con el suministro de submarinos a Australia como una reacción a las conversaciones sobre la “autonomía estratégica” de Europa, que se intensificaron tras la apresurada retirada de EE. UU. de Afganistán. Un caos que se produjo en torno a esta retirada es también una ilustración de las reglas en que Occidente quisiera construir su orden mundial.

Estamos convencidos de que es hora de sacar lecciones de las peligrosas consecuencias de la política encauzada a socavar la arquitectura mundial con el papel protagónico de la ONU constituida después de la Segunda Guerra Mundial y que sirvió en reiteradas ocasiones como un seguro fiable contra escenarios catastróficos. Frente a los desafíos globales, la comunidad internacional no necesita una nueva escisión, sino la unidad. y estereotipos, por aunar esfuerzos para resolver las tareas clave de desarrollo y supervivencia de la humanidad. Tenemos suficientes herramientas para esto. En primer lugar, es la ONU y su Consejo de Seguridad que es necesario adaptar a las realidades del orden mundial policéntrico, ampliando su composición con los países de Asia, África y América Latina.

Los miembros permanentes del Consejo de Seguridad de la ONU, que tienen una responsabilidad especial ante la Organización, de conformidad con su Carta, pueden y deben estimular acciones realmente colectivas. El presidente ruso, Vladímir Putin, propuso convocar una cumbre del G5 para discutir sinceramente los problemas de la estabilidad global.

Grandes esperanzas están vinculadas también con las perspectivas del diálogo ruso-estadounidense sobre el futuro del control de armas cuyo inicio se acordó en la cumbre ruso-estadounidense celebrada en Ginebra. Si hay buena voluntad, es posible alcanzar soluciones mutuamente aceptables. Todo el mundo estuvo alentado por la aceptación por la nueva administración de EE. UU. de nuestra propuesta de prorrogar el Tratado START sin condiciones. Fue importante la confirmación en la declaración conjunta de los presidentes de Rusia y Estados Unidos de su fidelidad al principio, a tenor de que no puede haber ganadores en una guerra nuclear y nunca debe desencadenarse.

En otras áreas de estabilidad estratégica es necesaria una postura responsable también. Tras la retirada de Washington del Tratado de Eliminación de Misiles de Alcance Medio y Más Corto (Tratado INF, por sus siglas en inglés), Rusia se comprometió unilateralmente a no desplegar tales misiles con base en tierra, sean nucleares o no nucleares, en regiones donde no se desplegarían sistemas similares fabricados en Estados Unidos. Seguimos esperando la reacción de los miembros de la OTAN a nuestra propuesta de declarar una moratoria similar, apoyada -centro una atención especial en esto- por medidas de verificación recíproca.

Entre los nuevos desafíos y amenazas globales está la intención de varios Estados de militarizar Internet y desencadenar una carrera armamentista cibernética. Rusia se pronuncia por acordar en el marco de la ONU las formas de garantizar la seguridad de la información internacional. Este proceso no debe realizarse de conformidad con unas “reglas especiales” inventadas por alguien, sino con los acuerdos universales que permitan examinar cualesquiera preocupaciones de forma transparente y tomando en consideración los hechos. Es el objetivo de nuestras iniciativas sobre la elaboración de las normas uniformes de comportamiento responsable de los Estados en el área de uso de las TIC y sobre la preparación de una convención universal sobre la lucha contra la delincuencia cibernética.

Además del espacio digital, algunos países ven el espacio ultraterrestre como un área de confrontación. Consideramos que es una tendencia peligrosa y proponemos prohibir el despliegue de cualquier tipo de armamentos en el espacio ultraterrestre, así como la amenaza o el uso de la fuerza allí. El borrador ruso-chino del respectivo tratado permanece en la mesa de negociaciones de la Conferencia de Desarme.

Rusia presenta consecuentemente las iniciativas sobre otros problemas que requieren una acción solidaria.

Hoy, veinte años después de los ataques terroristas en Nueva York, monstruosos en su crueldad, el llamado del presidente ruso Vladímir Putin a formar una amplia coalición antiterrorista, sin “dobles raseros”, de conformidad con el derecho internacional, es más relevante que nunca. Esperamos una reacción a la iniciativa rusa de redactar un Convenio para la Represión de los Actos de Terrorismo Químico y Biológico.

Se puede avanzar en el arreglo de conflictos regionales sólo sobre la base del derecho internacional, con la participación de todas las partes concernidas y teniendo en cuenta sus intereses. En Afganistán, Siria, Libia, Yemen y otros focos de tensión, todos los actores externos deben comprender las especificidades culturales y de civilización de la sociedad, abstenerse de politizar la ayuda humanitaria y contribuir a la formación de las autoridades ampliamente representativas que incluyan a todas las principales fuerzas étnicas, religiosas y políticas de los respectivos países. Guiándose por esta postura, Rusia participa de forma constructiva en la promoción del arreglo afgano a través del “trío ampliado” y el “formato de Moscú”, contribuye a estabilizar la situación en Siria en el marco del proceso de Astaná e interacciona con todos los bandos de conflicto libio para implementar reformas políticas.

Los procesos que tienen lugar en la región de Oriente Próximo no deben poner a un segundo plano la tarea de alcanzar un arreglo sostenible del conflicto palestino-israelí, de conformidad con el derecho internacional generalmente reconocido, que supone la creación de un Estado palestino viable e independiente que coexista en paz con Israel. Nos pronunciamos por el reinicio de las negociaciones directas entre los israelíes y los palestinos, por la intensificación del papel del Cuarteto de mediadores internacionales en coordinación con la Liga Árabe.

Rusia seguirá contribuyendo a la normalización de las relaciones entre Irán y sus vecinos árabes. Junto con nuestros socios, nos esforzamos por reanudar lo antes posible un pleno cumplimiento del Plan de Acción Integral Conjunto para arreglar la situación en torno al programa nuclear iraní. Para estabilizar la situación en toda la región a largo plazo es necesario aplicar un enfoque integral. Así es el objetivo del Concepto de Seguridad Colectiva para la región del golfo Pérsico actualizado y distribuido recientemente como documento del Consejo de Seguridad y de la Asamblea General de la ONU.

En el contexto de búsqueda de las posibilidades de superar las crisis regionales, estamos dispuestos a compartir la experiencia única rusa de la coexistencia pacífica de diversas civilizaciones, religiones y culturas. Esperamos resultados importantes de la Conferencia Mundial sobre el Diálogo Intercultural e Interconfesional que se celebrará en San Petersburgo del 16 al 18 de mayo de 2022. Su celebración goza de apoyo del secretario general de la ONU, Antonio Guterres, y de los dirigentes de la Unión Interparlamentaria.

Hoy en día, crece la importancia de la dimensión humanitaria, socioeconómica y ambiental de la actividad de la ONU. Es importante evitar la tentación de convertir estas áreas en objeto de juegos geopolíticos y competencia desleal.

COVID-19 es nuestro enemigo común. Apoyamos el reconocimiento mutuo de las vacunas aprobadas por las autoridades reguladoras nacionales, en aras del levantamiento próximo de las restricciones a los viajes internacionales de los ciudadanos.

Es sumamente importante no debilitar los esfuerzos dirigidos a realizar la Agenda 2030 para el Desarrollo Sostenible. Esperamos que las decisiones de la Cumbre de las Naciones Unidas sobre los Sistemas Alimentarios celebrada hace varios días ayuden a alcanzar los ODS.

Estamos a favor de fortalecer el papel protagónico de la ONU en la formación de la agenda ambiental basada en la igualdad y el respeto de los intereses mutuos, incluida la toma en consideración de las realidades sociales y económicas. En caso contrario, será difícil impulsar a todos los Estados para lograr los objetivos climáticos globales.

Es necesario orientar la actividad de todos los organismos que pueden ejercer la influencia en la eficacia de la gobernanza global a la búsqueda de un equilibrio de intereses, aprovechar al máximo las capacidades de una asociación tan inclusiva como el G20, que incluye tanto a los “antiguos” como a los “nuevos” centros globales en desarrollo dinámico, como BRICS y sus partidarios. Hemos percibido con interés la Iniciativa de Desarrollo Global del presidente de la República Popular China, Xi Jinping, que está en consonancia con nuestras posturas.

Rusia, junto con sus aliados y socios, apoya el fortalecimiento de redes de alianzas complementarias a través del desarrollo de procesos de integración en el marco de la CEI, UEEA, OTSC, OCS. Una carga positiva sustancial proviene de la iniciativa del presidente ruso, Vladímir Putin, de formar una Gran Asociación Euroasiática con la participación de la ASEAN, que desempeña el papel principal en la definición de normas de comportamiento en la región de Asia Pacífico.

En general, el aspecto regional del desarrollo global cobra cada vez más fuerza. Mucho depende de si podemos conseguir que la creciente rivalidad entre regiones sea constructiva. Qué es más importante: ¿Europa o Asia? ¿El océano Pacífico o Índico? ¿Se creará una “Unión Europea Latinoamericana”? ¿Para qué convertir África en un escenario de confrontación?

La Carta de la ONU contiene el Capítulo VIII sobre las relaciones con las organizaciones regionales. Sobre esta base, el secretario general reúne anualmente a esas organizaciones para intercambiar opiniones sobre la política global. Consideramos útil dar el siguiente paso en este formato y utilizarlo para preparar propuestas sobre la armonización de las aspiraciones regionales a fin de recibir la respuesta global más efectiva a los desafíos de nuestro tiempo.

Todos estamos en el mismo barco. Es de nuestro interés común que se adhiera firmemente a las olas de la política mundial. Somos diferentes, pero eso no debe impedirnos trabajar en beneficio de nuestros pueblos y de toda la humanidad. Esta es la única forma en que podemos cumplir la alta misión de las Naciones Unidas: salvar a la generación actual y futura de la guerra, las enfermedades y el hambre, para construir un futuro más pacífico, estable y democrático para todos.

En conclusión, sugiero un hashtag: “NuestrasReglasCartaDeLaONU”.

(Discurso en la Asamblea General de la ONU)