La pandemia del COVID-19 ha vuelto más higiénicas a las personas

El uso de mascarillas, alcohol y distintos productos de higiene han hecho que las personas sean más cuidadosas en su aseo personal. Foto: Difusión.

A pesar de que el riesgo de transmisión de COVID-19 por el contacto de superficies es bajo y que las mascarillas, el distanciamiento físico y la ventilación son los métodos más eficaces para evitar ser contagiados (porque el modo principal por el cual las personas se infectan con SARS-CoV-2 es a través de la exposición a gotitas que transportan el virus), lo cierto es que la mayoría de las prácticas de saneamiento han continuado siendo las mismas.

Estamos limpiando las superficies de las cosas mucho más que antes y usamos geles hidroalcohólicos más a menudo, y con ello también estamos aniquilando todos los microbios que hay entre nosotros. Los transportes públicos de España, por ejemplo, están bajo un estricto protocolo de limpieza que incluye soluciones desinfectantes. 

Por ello, algunos expertos sugieren que el uso inadecuado de antibióticos y los cambios en el estilo de vida, como el distanciamiento social, pueden debilitar a esas comunidades bacterianas de manera que promuevan enfermedades y pongan en peligro nuestro sistema inmunológico.

Así, al esterilizar nuestros cuerpos y espacios podemos estar haciendo más daño que bien. Porque la obsesión por la higiene no solo priva a las personas de interacciones con bacterias útiles, sino que también puede estar llevando a la extinción a algunos microbios esenciales.

Esto es lo que se llama hipótesis de la higiene, es decir, que el exceso de higiene produce más infecciones porque debilita nuestro sistema inmune. Por ejemplo, un nuevo estudio ha relacionado la esterilización de chupetes con un mayor riesgo de alergias alimentarias en los bebés a la edad de un año. De igual modo, el exceso de antibióticos para combatir las bacterias están propiciando que estas se vuelvan más resistentes.

B.A.M.P