Hay cine para todos

Hay cine que puede ser calificado como «propuesta»; te puede gustar o no, podría ser el camino del cine peruano o quizá podría ser su desgracia, pero seguirá siendo una propuesta.

Detrás de cámaras de «Taxi Driver». Vemos a Martin Scorsese y Robert De Niro conversando. Película de Martin Scorsese. (1976) (Foto: Internet)

Cuando Martin Scorsese ofreció el discurso de aceptación por el premio Princesa de Asturias de las Artes, evidenció abiertamente su preocupación por el futuro del cine y de los jóvenes que beben de este. Y es que para el director estadounidense la llamada «democratización cinematográfica» puede llegar a ser un riesgo grande que afectaría la percepción de lo que es considerado arte, ya que debido a la multiplicidad de herramientas audiovisuales que pululan en la industria cualquiera puede hacer una película y darle un significado distinto al que diferentes generaciones de directores han venido formando desde Griffith (o por lo menos eso es lo que dio a entender).

Uno de los problemas radica en que el cine «se ha convertido en sólo una corriente dentro de un enorme torrente de imágenes en movimiento: los anuncios, los episodios de una serie de TV, (…). Todo se ha convertido en lo que llaman ahora contenido». Este punto, notablemente relacionado a la percepción de los espectadores, puede llegar a ser fatal para el concepto de cine en su abstracción (o en su forma histórica).

Desde ahora, vemos plataformas como Netflix que inundan nuestra vista de películas cuyo fin, en su mayoría, son comerciales e incluso algunas pueden considerarse «relleno» aunque esa no haya sido la intención primaria de la productora a cargo.  Sin embargo (y es acá donde menciono el hecho de que este punto depende mucho de los espectadores más que de los creadores), directores como David Lynch sorprenden gracias a la libertad creativa que les brinda Netflix para hacer obras maestrascomo la tercera temporada de Twin Peaks e incluso el mismo Scorsese se encuentra trabajando en su película The Irishman que será distribuida por la plataforma estadounidense.

Entonces, a pesar de la enorme demanda que brinda Netflix, esto no impide que el espectador sea libre de escoger lo que Scorsese busca reivindicar como arte, que se basa (sin entrar en complejidades que nos lleven a temáticas lejanas) en que  los jóvenes no deberían dejarse llevar por fines comerciales sino en que «puedan ver el camino que conduce a su propia luz interior».

Ahora, volviendo a la frase «cualquiera puede hacer una película», no podría estar más de acuerdo, sin embargo, escapo del destino fatalista que le atribuye el director de Taxi Driver. Y es que es cierto, uno puede filmar una película hasta con un celular. Y también es cierto que dicha persona que filme puede carecer de toda técnica y hacerlo con fines netamente comerciales.

Pero ese no debe ser el único fin para todos (o por lo menos no debería serlo). Pareciera que solo se reconocen dos extremos. Y es en este punto donde considero que Martin enlaza sus convicciones a un notable tradicionalismo que contrasta con la realidad cinematográfica de hoy en día, ya que para encontrarle un valor a las películas, aparecen mucho más que dos conceptos que combinados pueden darle otra dirección al largometraje creado o por crear.

Con esto, quiero decir que una película que carezca de técnica no deja de ser arte: las películas de Eduardo Quispe son un ejemplo notable. Y si mencionamos «cine de guerrilla» los ejemplos se nos quedarían cortos con directores peruanos como Daniel Fernández Molero, Rafael Arévalo, Tilsa Otta, entre otros. Están dando su propuesta, puede o no puede gustar, puede que no sea el camino que el cine peruano deba tomar en cuanto a lenguaje cinematográfico (personalmente considero que Lima Norte es el camino a seguir) pero finalmente están dando una propuesta.

¿Qué trato de decir con esto? Que no todos los jóvenes escapan a lo comercial solo por el hecho de contar con más recursos para filmar una película. Es evidente que en nuestra sociedad no faltarán los que usen la democratización del cine como un recurso que estanque la industria cinematográfica, un recurso inservible y que solo se base en la pura prostitución del entretenimiento, la cual no es mala, si no es en exceso. Resalto: industria que se necesita.

Ahora, ¿acaso no siempre fue así? los verdaderos artistas, los que siguen su espíritu, citando a Scorsese, siempre han salido como ovejas negras del rebaño. Habiendo o no democratización en el cine, los verdaderos artistas siempre han estado primero en una condición de independientes y luego recién han pasado al circuito comercial (tal y como lo hizo el director de Godfellas y Hugo), así que mostrar una preocupación es algo exagerado (quizá necesario porque nos lleva a la crítica pero no deja de ser exagerado), ya que evidentemente crecerán los peores trabajos jamás vistos por gente sin experiencia que puedan o no tener técnica y/o espíritu, pero los verdaderos artistas siempre han estado y estarán.

Es por esto que no veo este siglo con un final trágico para el cine, al contrario, lo ha mejorado, porque de la misma manera que aparecerá el hamparte (expresión de Antonio García Villarán, crítico de arte quien afirma que existe un arte que solo nació para ser vendido creando una falsa aureola a bodrios como las exposiciones de Yoko Ono o las pinturas de Joan Miró), también algún joven director de escasos recursos tendrá la oportunidad de plasmar por primera vez una obra que probablemente hace veinte años ¿o acaso diez? jamás en su vida habría pensado lograr. Es allí donde nacen los Eduardo Quispe o los Óscar Catacora, que pueden o no gustar, pero nadie duda que llevan al hombro obras con un espíritu inquebrantable y con un claro fin artístico.

Si la película tiene o no un compromiso social o ciertos factores que la hagan «artística» puede ser un tema a tratar con detalle, pero por ahora rescato esto: hay que contar. Plasmar la realidad, la realidad subjetiva, la realidad de cada director, según su visión, postura, sentimientos, es importante para el arte en su fin emotivo. El lenguaje audiovisual se está convirtiendo, para algunos, en la nueva lectura de un siglo en que pasa todo rápido.

Considero, como muchos, a Martin Scorsese un maestro audiovisual y sus opiniones siempre serán tomadas en cuenta por el mundo de las artes visuales (y él lo sabe perfectamente, y nos demuestra su preocupación reinventándose a sí mismo con películas como The Irishman que parecen decirle al público: miren, así se hace cine, pero sinceramente, espero y creo que no tenga la razón en cuanto a la tragedia del cine. De todos modos, ni él ni yo direccionaremos las consecuencias de la democratización cinematográfica. Después de todo es el público el que decidirá finalmente a qué camino llevar el séptimo arte.

Extracto de Videofilia y otros síndromes virales. Película de Daniel Molero. (2017)
Detrás de cámara de Tangerine.  Película de Sean Baker. (2017)

Por: Dael Paiva