Día Veintiocho

Por: Andrea Chirinos C.

Mi vecino escucha electrónica en el baño.

No puedo determinar la frecuencia con la que lo hace porque no ando todo el día en el baño, ni tampoco puedo saber cuál de mis vecinos es el que lo hace, considerando que el edificio tiene 7 pisos, 4 departamentos por piso y no se muy bien cuales departamentos coinciden con el ducto del que la ventanita de mi baño participa.

No tengo planeado pasearme por el edificio preguntando puerta por puerta si alguien en la familia escucha electrónica. Por diversas razones.

Distanciamiento social.

Flojera.

Respeto propio.

Pérdida de tiempo.

Etcétera, etcétera.

¿Cuál sería el fin o la necesidad de ir a buscar a este vecino que decide que el mejor lugar para escuchar electrónica es en el baño?

Y no hablo de una electrónica chill o tropical como Kygo, es más hardstyle.

Entonces, si es que coincidimos, lo acompaño un rato y empiezo a recordar algunos conciertos de electrónica en los que estuve. Saltando, gritando y empujando, para finalmente encontrarme tendida en el jardín, completamente vencida ante la música, la gente y las horas que estuve de pie.

Quizás a él le pase lo mismo. Quizás el baño es el único lugar donde puede escuchar ese tipo de música.

Lo he escuchado hablar algunas veces, por lo que puedo determinar que es hombre.
Mamáaaa – grita – se acabó el papeeel.
Y su mamá va, le entrega papel y tira la puerta.
Es muy chistoso.

Un día se me ocurrió poner electrónica mientras me bañaba. No sabía si el vecino estaba también ahí pero quería probar algún tipo de interacción. Después de unos minutos y ya habiendo salido de la ducha, escuché un ¡Súbele!.

Y ahí estuvimos un rato, yo y algunos vecinos, en el mejor de los casos, escuchando algo de electrónica, teniendo algo de contacto social.

Pasados los días, entre que coincidíamos y no, recordé otra vez esos conciertos y ese contacto con la gente. La imagen se fue distorsionando y ahora me imaginaba a toda esa gente con mascarillas y guantes, a dos metros de distancia y en vez de un vaso grande de chela, tu buen amigo: el gel desinfectante.

Sí, quizás exageré un poco, pero me pregunto cómo nos comportaremos después de la cuarentena.