¿Vizcarra y Olaechea se acordarán de la crisis del año 2000?

Vivimos días aciagos, marcados por la incertidumbre de nuestro destino político, los peruanos estamos asistiendo impávidos y expectantes a este ya casi diario y estéril enfrentamiento entre el poder ejecutivo contra el legislativo.

Iniciamos esta primera semana de setiembre sabiendo que los días venideros serán marcados por la incertidumbre, Dios no quiera convulsos y violentos. Para ninguno de nosotros es un secreto que el Perú afronta una parálisis ascendente, sumado a ello la ya derrota del estado en el tema de la seguridad ciudadana, punto este que en realidad es el que más interesa al peruano de a pie en este momento, y no tanto así a nuestros principales actores políticos. No hay proyección de crecimiento económico, el dólar empezó a dispararse, y la convulsión social en el interior parece no ser tratada desde el ejecutivo con la perspectiva que en realidad se debería hacerlo.

En esa realidad el gobierno de Martín Vizcarra anticipa una cuestión de confianza sobre el proyecto para adelantar las elecciones. Una salida así, si el legislativo rechaza la confianza, tiraría por el suelo el adelanto exigido por palacio de gobierno, tal como lo ha planteado el Presidente Vizcarra, y le daría la facultad constitucional de disolver el Congreso. En otras palabras, asistiríamos al quiebre de nuestra realidad política, tan pedida por muchos y rechazada por otros.

Sabemos que de llegarse a ello el aplauso a Vizcarra sería interminable, suponemos se organizaran marchas de apoyo al presidente, y en nuestras calles habrá festejo generalizado, tan cierto ello como que los efectos tras ese golpe duraran hasta diciembre, cuando asistamos a las urnas y en sufragio elijamos a los nuevos padres y madres de la patria que por ley completen el periodo hasta el año 2021, y hasta ahí no más.

Frente al anuncio de una multitudinaria marcha, una más contra el congreso, su Presidente Olaechea está presto a tramitar más de una moción de vacancia. La incapacidad moral, supongo el argumento con el que intentaran echar del poder a Vizcarra es en sí una opción para ellos con diferentes justificaciones. Lo acusarían por lo del aeropuerto de Chinchero, Tía María o cualquier otra denuncia que podría darse a conocer.

Lo cierto y preocupante es que no hay entendimiento posible entre los dos poderes a la vista, por el contrario, el único dialogo entre ambos es mostrarse los dientes. No se avizora un punto de comunión a futuro entre el Ejecutivo y el Legislativo, realidad ella que me hace recordar a la crisis vivida el año 2000.

Finalmente, es muy preocupante que tanto el ejecutivo como el legislativo se hallan encerrado cada uno dentro de una capsula, jugando a negarse el uno al otro, dejando fuera de esa realidad muy particular al resto de peruanos y sus exigencias más apremiantes en estos momentos. No hay diálogo a la vista, solo excusas y ataques. Vizcarra y Olaechea tienen el deber histórico de acordar la salida constitucional a este entrampamiento, adelantar las elecciones e irse en paz. Caso contrario estaríamos volviendo a vivir todos lo que sucedió en la crisis del año 2000.

José Briceño Abanto.