2 de mayo de 1866, la victoria del republicanismo frente al absolutismo

Tal vez el combate y la victoria del dos de mayo de 1866 sea unos de los capítulos poco conocidos, por lo tanto menos celebrado de nuestra historia republicana. Ese enfrentamiento final entre nuestra artillería ubicada en el puerto del Callao, y la llamada ¨Expedición Científica¨, acontecido luego de la victoria naval de las marinas de guerra de Perú, Chile y Bolivia en Abtao frente a las naves españolas, alejó finalmente cualquier intento peninsular de reconquistar a Perú y esta parte del nuevo mundo como su colonia.

Lo sucedido en esa guerra no debe entenderse como un hecho aislado, la lectura que proponemos en este artículo intenta colocar el análisis de ese enfrentamiento, como la victoria final de Sudamérica contra las pretensiones europeas de volver a dominar las tierras que militarmente perdieron al inicio del siglo XIX, la del 2 de mayo de 1866 fue finalmente la victoria del sistema republicano sobre el monárquico.

Tras el cese del fuego entre las naves españolas y la artillería ubicada en nuestro primer puerto, y la retirada de los buques de guerra hacia la isla San Lorenzo para que los hispanos puedan enterrar a sus muertos y reparar daños, se coronó definitivamente el triunfo del nuevo sobre el viejo mundo, pero la verdadera victoria más que militar fue ideológica.

Casi desde sus fundaciones las jóvenes repúblicas latinoamericanas sufrieron agresiones por parte de quienes habían sido sus colonizadores, políticas de embargo, financiamiento de aventureros que invadieron territorios soberanos y hasta la intervención militar directa marcaron la relación entre Europa y Latinoamérica en gran parte del siglo XIX. Desde el viejo mundo se sostenía que el sistema republicano había fracasado, el desorden social, la anarquía y las interminables guerras caudillistas alentaron las pretensiones de las casas reales a retomar sus antiguas colonias. Según la ideología del nuevo mundo nosotros no merecíamos la independencia.

Repasemos la historia. El 12 de agosto de 1841 el superintendente de Belice acompañado por el supuesto monarca mosquito desembarcan en San Juan del Norte, provincia de Nicaragua, y comunican a las autoridades de ese país que esa ciudad y el resto de la Costa Atlántica pertenecían a partir de ese momento al reino de Mosquitia. El 10 de septiembre de ese año el embajador inglés hace saber al gobierno nicaragüense que el reino de Mosquitia era un protectorado británico, cuyos límites se extienden desde el cabo Honduras hasta la desembocadura del río San Juan.

¨Expedición Floreana¨ es el nombre con el que se conoce a la operación militar y política que tuvo lugar entre 1845 y 1847 sobre el territorio de la República de Ecuador, y que terminó con la creación del ¨Reino de Ecuador¨ y la instalación de una monarquía constitucional.

La expedición lleva ese nombre debido a que fue concebida en primera instancia por el general Juan José Flores, presidente depuesto de Ecuador, quien viajó a Europa en busca de apoyo para recuperar el control del país. Otros actores de la operación fueron la reina María Cristina de Borbón-Dos Sicilias y su segundo esposo, el Duque de Riánsares; el rey francés Luis Felipe I y el general Andrés de Santa Cruz, quien también había sido depuesto de la presidencia en Bolivia.

En Inglaterra e Irlanda, Wright había logrado reunir dos batallones de 400 hombres cada uno y tres naves, dos barcos de vapor transformados en barcos de guerra y un tercero para el transporte de tropas y logística. En Inglaterra, el General Flores también presentó una propuesta monárquica, en la que incluía no solamente Ecuador sino que era una plataforma para desde allí tomar por la fuerza Perú y Bolivia. La idea que vendió a los ingleses era la de conformar un estado federado de tres reinos y compartirlo con España, tal como Inglaterra y Escocia estaban unificadas en el Reino Unido de Gran Bretaña o como las coronas asociadas en el Imperio Austríaco. A este intento se le conoce como Reino Unido de Ecuador, Perú y Bolivia, con trono en la ciudad de Quito y cuyo monarca sería el ya mencionado niño Agustín Muñoz de Borbón, a quien la Reina ya le hacía llamar: Príncipe de Ecuador y Restaurador de la monarquía en Perú y Bolivia.

Punto aparte fueron intervenciones militares francesas en México. La Primera fue conocida como ¨Guerra de los Pasteles¨, y es el primer conflicto bélico entre ambos países durante 1838-1839; la Segunda invasión francesa se llevó a cabo entre 1862-1867. Finalmente los patriotas mexicanos derrotaron y expulsaron de su país a los invasores europeos.

El común denominador en el relato arriba descrito es que las potencias europeas trataron por la fuerza de las armas de revertir el sistema republicano, orden que las naciones del nuevo mundo habían abrazado después de las guerras de independencia. En los campos de batalla de centro y Norteamérica no solo se defendió la libertad de las gentes de los países invadidos, se luchó por el derecho a ser repúblicas constitucionales, a ser países independientes.

Al igual que en el norte de nuestro continente, acá frente a las costas de Callao se libró un combate por esos mismos ideales. Fue la República la que derrotó a la monarquía, fue nuestro derecho libre y soberano, inalienable y constitucional a llamarnos República de Perú, la que al amparo de sus cañones manejados y dirigidos por hombres y mujeres libres los que hicieron desistir a los invasores españoles de volver a sojuzgar estas tierras y someterlas a su emperador. Un dos de mayo de 1866 la República venció finalmente a la monarquía en esta parte del continente. ¨Somos libres seámoslo siempre¨ reza la primera estrofa de nuestro himno patrio, y al silenciarse los cañones en los parapetos chalacos aquel 2 de mayo de 1866 podemos en verdad decir que siempre lo seremos.

Pero, la sombra del absolutismo aún protagonizó un ulterior y desesperado intento de prevalecer sobre el orden republicano, el cual a sangre y fuego en los campos de batalla de Gettysburg y Appomattox, durante la guerra civil Norteamérica, fue enterrado definitivamente.

José Briceño Abanto