Luis Hierro López*
Con la decisión de convertirse en productor y exportador de hidrógeno verde y con la emisión de bonos cuyo interés se vinculará a su comportamiento ambiental, Uruguay puja por un lugar en el futuro.
El gobierno uruguayo presentó su plan para el desarrollo del hidrógeno verde, una estrategia de largo plazo que busca consolidar al país como proveedor y exportador de ese producto y sus derivados.
Uruguay, que es uno de los países con mejor comportamiento ambiental, ha avanzado en la descarbonización casi total de su matriz eléctrica y esta segunda etapa de esa transición incluye el desarrollo de una economía de hidrógeno verde para lograr esa condición en el transporte y la industria.
La estrategia es ambiciosa, ya que la meta se alcanzará definitivamente hacia el año 2040, pero el país ya ha experimentado exitosamente políticas de largo plazo, como la forestación y la producción de celulosa o la instalación de zonas francas, dos llaves del actual desarrollo económico impulsadas por leyes de 1986 y 1987. La forestación y la celulosa han cambiado la matriz productiva de Uruguay, basada anteriormente en forma casi exclusiva en la ganadería y en la agricultura. La celulosa se ha convertido ya en el segundo producto de exportación, generando miles de puestos de trabajo con buenos salarios. Las zonas francas atraen importantes inversiones y han impulsado un vuelco de las exportaciones a los servicios y a los productos tecnológicos. Con esos resultados, es apropiado y bienvenido que un gobierno diseñe una política que cobrará plena vigencia dentro de quince o veinte años.
Uruguay tiene muchos atributos para poder transformarse en un productor y exportador de hidrógeno verde. Entre ellos, el potencial para la generación de energía eléctrica a partir de las fuentes eólica y solar a bajo costo. Por todo ello, es previsible que el proyecto genere importantes inversiones del exterior.
En consonancia con este proyecto, el Ministerio de Economía y Finanzas emitió un nuevo bono “Indexado a Indicadores de Cambio Climático, (BIICC)” con vencimiento en 2034. La emisión fue de 1500 millones y la demanda llegó a US$ 3.960 millones.
Este es el primer título de deuda de estas características emitido por Uruguay – y uno de los primeros del mundo – y su interés está atado al cumplimiento de indicadores ambientales, como la reducción de gases de efecto invernadero y el mantenimiento del área del bosque nativo. Es una apuesta que depende de muchos factores complejos, pero Uruguay arriesgó y los ahorristas e inversores confiaron. Es una acción que seguramente va a influir en la tendencia bursátil del próximo tiempo.
El pequeño Uruguay, con poco territorio y población, pelea con audacia por su lugar en el mundo.
*Embajador de Uruguay en el Perú
De El Comercio