El próximo 23 de febrero la Casa Rusa estrena el filme “Corresponsales de Guerra: Una Casta Especial”.
La pélícula -en idioma castellano- es para mayores de 18 años, la entrada es gratuita y se proyectará en la Casa Rusa, sita en Av. Gral. Salaverry 774, Jesús María, a las 19.00 horas.
Sinopsis
El ciudadano común con frecuencia se crea una imagen algo romántica del corresponsal de guerra. Pero en la realidad cotidiana de los que informan desde el Donbass, no hay mucho lugar para el romanticismo: es más bien una mezcla de arrojo y prudencia, de resolución y análisis, de compromiso y distanciamiento, de convivencia con los soldados y, a menudo, desconfianza por parte de los mandos.
Un delicado equilibrio que un proyectil de mortero o una bala perdida pueden romper en cualquier momento.
Es un filme que no puede dejar de ver.
Esto escribió La Nación de Buenos Aires sobre los corresponsales de guerra:
Corresponsales de guerra: El valor de estar allí para contar la historia
Los comunicadores en zonas en conflicto cumplen una misión indispensable, pero se exponen a todo tipo de riesgos para informar sobre lo que sucede desde el lugar de los hechos
Los corresponsales de guerra son una raza especial, algo así como una élite del periodismo. Están obligados a moverse en las condiciones más adversas y peligrosas, sujetos a todo tipo de imponderables, bajo un imperativo irrenunciable: no dejar de reportar lo que sucede ante sus ojos.
Esto significa que, además de exponerse a infinitos riesgos en territorios desconocidos y hostiles, a veces sin refugios seguros donde dormir e improvisando con lo que hay a mano para alimentarse, abriéndose camino entre lenguas incomprensibles e interlocutores extraños y poco fiables, nada tendrá sentido si no envían, en tiempo y forma, sus despachos informativos, sean fotos, videos, audios o textos, aunque sean dictados por teléfono palabra por palabra por la contingencia que sea.
Eso es lo único que importa. Han dejado atrás familias, obligaciones y rutinas confortables, pero tienen una misión por delante y nada debe interponerse ante ella: ser los ojos de sus compatriotas en el polvorín del mundo que los ha convocado. Allí, en esos confines remotos y siniestros, envueltos en chalecos antibalas y cascos militares, munidos apenas de sus anotadores, cámaras y celulares, el vértigo y la motivación van, paradójicamente, de la mano. Trabajan bajo una adrenalina incomparable y una buena dosis de sana inconsciencia. No es para menos. La historia misma transcurre frente a sus narices.
Los corresponsales representan la esencia del periodismo profesional, que reporta desde el lugar de los hechos, mirándolo todo de cerca, calibrando tonos, matices, sonidos, colores y que no deja lugar a dudas, como ocurre en el mundo de las redes sociales. En la era de las pantallas confirmamos que la vivencia y el testimonio directo resultan irreemplazables.