Quedan menos de tres días para que arranque el Mundial Rusia 2018, ese magno evento en mayúsculas que paraliza guerras, evoca nacionalidades ocultas y hace llorar a más de uno de dolor o de orgullo. Pero esta fiesta se ha convertido en algo más, la historia logró volverla en uno de los negocios más grandes e influyentes del planeta.
Un negocio tan grande que cada vez es más difícil conseguir entradas para los encuentros más llamativos, porque más de la mitad del estadio está comprometido para los auspiciadores. La FIFA, la entidad realizadora de este evento, puede exigir la condición de celebrar el torneo en un país que desee, que este cambie sus leyes y costumbres para hacerse cargo de los actos delictivos que sucedan por ahí o simplemente ser exonerados de toda carga negativa del país.
De manera opuesta a lo que se predica, por donde pasa la FIFA no queda nada, solo el melancólico recuerdo de las insoportables vuvuzelas, un espectáculo musical durante el partido final que palidece con las obras majestuosas que nos brinda el Superbowl y una gran mora adornada de elefantes blancos en formas de recintos.
Sin embargo, cada segundo que se aproxima el Mundial la irracionalidad va apoderándose de un terreno hasta llegar a ese punto donde casi nada toma tanta importancia como apreciar los partidos. Madrugarse para poder tener tema de conversación durante las horas en las que duermen en los cuartos de Rusia, sin ninguna duda algo fenomenal.
El Mundial se vive de forma diferente en cada país, por ejemplo: en los Estados Unidos, su típico caso de acercamiento de sino estoy presente en la cita realizo un evento alterno donde me acompañen las selecciones eliminadas de Rusia. En México se imponen como meta sencilla llegar al quinto partido.
Así también como llegar a Lima y encontrarse con todo un país de fiesta. La capital empapelada con los guerreros que llegaron a la máxima cita mundialista tras 36 años de ausencia. No obstante, viajar un poco más al sur hasta la cálida ciudad de Buenos Aires, junto al obelisco para encontrar los malos recuerdos de sus tres últimas apuñaladas en estancias finales, las cuales aún no han sido superadas.
Y así como se siente Rusia 2018 en todas las partes del mundo, no quiero finalizar sin mencionar a los mercenarios de la opinión. Aquellos que intentan herir o minimizar con sus palabras a los protagonistas de este nuevo Mundial. Hay jugadores llamados héroes que pasan a ser villanos, como villanos que pasan a ser héroes, y quizás aún en el peor de las historias. Ojalá en ningún momento se vea reflejado el dolor, sino más bien que los ojos brillen de emoción al ver un balón en acción.
S.H.C