To be or not to be

Por: Gonzalo Carpio P.

“¡Ser, o no ser, es la cuestión! — ¿Qué debe
más dignamente optar el alma noble
entre sufrir de la fortuna impía
el porfiador rigor, o rebelarse
contra un mar de desdichas, y afrontándolo
desaparecer con ellas?”

De esta forma inicia Hamlet, príncipe de Dinamarca, su monólogo en la obra cumbre de Shakespeare. El dramaturgo inglés nos entrega así, quizá el soliloquio más famoso de la literatura universal.

Hoy, en el día 30 de cuarentena, nos asaltan muchos dilemas, tribulaciones que hacen que nos cuestionemos mil veces durante el día, pero, sobre todo durante estas interminables noches de insomnio que seguramente muchos de nosotros estamos padeciendo.

¿Salir o no salir? ¿Resistiré la cuarentena o terminaré tirando la toalla? ¿volverán pronto los abrazos o tendrá que pasar mucho tiempo para volver a sentir el calor de una mano amiga? ¿tendré trabajo o deberé buscarme la vida de otra forma cuando todo esto acabe? ¿sufrirá algún ser querido los embates de este maldito virus que ha cambiado el mundo o tendré la dicha de que todos estén sanos y salvos? ¿debo atormentarme cada minuto con mis dilemas o debo ser fuerte y dejarlos pasar?. Mil dudas nos vienen a la cabeza incesantemente, todas ellas sin respuesta. Entonces ¿qué hacer? ¿Cómo afrontar esta situación?.

Yo, un tipo normalmente solitario, que sabe disfrutar de sus momentos sin compañía, pensaba que estos días de cuarentena no me iban a resultar tan complicados. Tenía planeado leer mucho, estudiar, escribir muchos relatos, poesía, canciones y dedicarle buena parte del tiempo a la guitarra. Sin embargo, no ha sido así. En treinta días de aislamiento, escribí un par de relatos, unas cuantas canciones, si se les puede llamar así, leí veinte páginas de “Cien años de soledad”. Aunque el título no ayuda mucho en estos días por la coyuntura actual, no cabe duda que es por lejos la obra cumbre del Gabo y a pesar de ello vengo postergando su lectura por este desgano interminable.

Con el correr de los días, poco a poco fueron esfumándose las ganas de hacer cosas. Pendiente de las noticias, del mensaje del Presidente, actualizando el número de casos día a día. Recibiendo abundante información por las redes, mucha de ella falsa, aunque también mucha información útil. Abundantes mensajes en los grupos de WhatsApp en donde conversas con todos y con nadie a la vez. Noches de insomnio interminables, con el televisor prendido sin prestarle atención.

Así van pasando los días y ya estamos entrando a la quinta semana, aunque sin panorama claro pues la cuarentena se prolongará aún por unos días más. Es lo que nos toca vivir, en una época en la que ya de alguna manera todos los seres humanos nos habíamos vuelto entes solitarios, con los ojos clavados en el celular todas las horas del día en que estamos despiertos.

Hoy, extraño salir de viaje a visitar a mi madre, extraño ir a trabajar y renegar un rato en la oficina, extraño salir a dar una vuelta, extraño el vino y el queso mientras sostengo una conversación interminable con una amiga, extraño las tardes de chilcanos y guitarra con “Los buenos borrachos”, extraño comer un ceviche en La Encalada, mientras la moza me cuenta sus experiencias en Perú, extraño ir a la lavandería todos los sábados llevando mi ropa. Extraño las cosas simples de la vida.

¿Se dan cuenta que éramos felices y no lo sabíamos?.  Nunca nos dimos cuenta del valor que tienen las pequeñas cosas, las que pasan desapercibidas, las que pasaron a formar parte del paisaje. Las cosas sin importancia son las más importantes hoy.

Hay que tomar cartas en el asunto. Por mi parte he decidido ser agradecido con lo que me toca vivir. Tengo un techo seguro donde pasar mis noches, tengo un plato de comida en mi mesa. Estoy sano. He decidido dejar de ser egoísta. Voy a dejar de pensar en que, por estar solo, mi cuarentena es más dura que la del resto. Hay mucha gente que, incluso estando rodeada de sus seres queridos, necesita una palabra de aliento. La convivencia las 24 horas del día puede ser tanto o más dura que la soledad.

Si alguien me escribe o me llama voy a estar dispuesto a darle una mano en lo que necesite. Cada mensaje puede ser una llamada de auxilio. Voy a dejar de contarle como me siento y más bien, voy a preguntarle cómo se siente, si puedo ayudarlo en algo. Voy a dejar de sentirme abatido, hay gente que la está pasando mal y que con una llamada puede ser que le alegremos el día, que lo saquemos de la rutina de las mil preguntas.

Hoy he decidido afrontar lo que resta de la cuarentena de otra forma. Voy a salir de esta, voy a preocuparme más por mis amigos. Voy a estar dispuesto siempre a tender una mano. A empujar hacia adelante. Alguna vez me dijeron que en la mar embravecida se ven los buenos marineros. Es momento de demostrar de que madera estoy hecho.