Juan Cueva F.
Los presidentes del Perú y la República Saharaui, Pedro Pablo Kuczynski y Brahim Gali, respectivamente, almorzaron juntos durante la transmisión del mando en Ecuador en mayo. Quedaron que el mandatario peruano recibiría a una emisaria para conversar sobre la cuestión saharaui.
En junio arribó al país la embajadora saharaui, Jadiyetu El Mohtar, quien tuvo que ingresar con su pasaporte español y envió cartas autorizadas por su Gobierno solicitando audiencias al mandatario peruano y al Ministerio de Relaciones Exteriores. En las misivas, asimismo, mencionaba que realizaría actividades en favor de su pueblo. Ella fue recibida en la Cancillería por el director general de África, Medio Oriente y Países del Golfo.
Entretanto esperaba la audiencia presidencial, la embajadora fue invitada por las autoridades de Junín, por el aniversario de la batalla del mismo nombre y a la Amazonía, siendo recibida por las comunidades indígenas e incluso plantó un árbol.
Los parlamentarios fujimontesinistas, ligados a Marruecos –reino que invadió el Sáhara Occidental, causando muerte, destrucción y la huida de gran parte de la población nativa saharaui- encararon al ministro de Relaciones Exteriores, Ricardo Luna, porque en sus parcializados pareceres había venido una española haciéndose pasar como “embajadora” y que sus actividades habían violado su condición migratoria de turista.
Cabe aclarar que la condición de “embajadora” es potestad que le da un país y si ingresó como española es porque no lo pudo hacer con su pasaporte diplomático saharaui, Migraciones no se lo permitía. Así que su posición no sorprendió a nadie y sus actividades, que hemos relatado anteriormente, no trasgreden su estatus de turista.
El ministro Luna estando en la Comisión de Relaciones Exteriores y presionado por los parlamentarios fujimontesinistas, señaló que la llamaría a la Cancillería para llamarle la atención. Entretanto, la embajadora regresa a España.
Jadiyetu, utilizando su derecho a la libertad de expresión, se defiende de los ataques de tales parlamentarios –a los que después se le descubrió habían sido invitados a Marruecos con sus familias- quienes pusieron el grito en el cielo porque una extranjera había atacado a legisladores peruanos y continuaron presionando a las autoridades para que fuera expulsada. Sus cartas a Cancillería, Ministerio del Interior y Superintendencia de Migraciones, así lo atestiguan. Ver, asimismo, el link https://www.youtube.com/watch?v=564qgF4x_iE donde los congresistas Cecilia Chacón y Carlos Tubino abogan por Marruecos,
Era más su amor a Marruecos que a los intereses nacionales. La congresista Chacón aseguraba que la presencia de la embajadora saharaui perjudicaría las excelentes relaciones con Marruecos. Públicamente ha de preguntársele ¿cuáles relaciones? Existe un intercambio comercial mínimo y no hay ninguna inversión marroquí en nuestro país. Además, no se quebranta nada, porque en otros países incluso subsisten las embajadas marroquíes y saharauis, sin que se afecten las relaciones.
La persecución fujimorista, envalentonada y aprovechando su mayoría congresal que pone en jaque constantemente al Gobierno, da sus frutos. Las autoridades del Ejecutivo se rinden a sus pies, por miedo y cuidando sus puestos de trabajo. Migraciones en base a dos cartas de los parlamentarios fujimontesinistas y sin otorgar la oportunidad a la embajadora saharaui de defenderse, le prohíben el ingreso al país, cuando regresa el 9 de setiembre y la llevan a la Oficina de Migraciones del aeropuerto
Algunos de los jefes de esa entidad trataron con escarnio y como si fuera una delincuente a la embajadora, que había interpuesto un Habeas Corpus, es decir su caso estaba judicializado y administrativamente ya no procedía alguna acción administrativa, en los 18 días que ya se encontraba en el aeropuerto.
Como las protestas a nivel nacional e internacional se acrecentaban atentando contra la imagen del Perú, por culpa de funcionarios subalternos y las presiones fujimoristas, la Cancillería no tuvo mejor idea que darle la estocada final a la representante de un pueblo invadido y que venía con el objetivo de entrevistarse con el presidente Pedro Pablo Kuczynski y restablecer las relaciones peruano saharauis, a cuyo país, la República Saharaui, el Perú había reconocido en 1984.
La forma fue terrible. Siete policías se llevaron a la fuerza a la embajadora para embarcarla en un avión. Le quitaron sus celulares. La arrastraron varios metros a vista del cónsul español, quien protestó por los tratos vejatorios, hasta que trajeron una silla de ruedas y así la expulsaron del país.
No hay palabras para calificar esto. Fue una vergüenza y más aún que suceda en un gobierno democrático. Una mancha para el Perú en el respeto a los derechos humanos.
Era una mujer, señor presidente.
Era la representante de un país, señor presidente.
Usted, señor presidente, no la recibió pese a que había un compromiso.
¿No tiene palabra señor presidente?
Esto nunca debió suceder. Fue una humillación a una mujer, un deshonor para el Perú y una ofensa a un país invadido que necesitaba y necesita el apoyo del Perú, en defensa del derecho internacional como la autodeterminación de los pueblos, que el Perú debe defender más cuando en enero sea miembro del Consejo de Seguridad de la ONU. ¡Qué mal “entrée”, señor presidente!