Corcoba: Compartiendo diálogos conmigo mismo
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Por Víctor CORCOBA HERRERO, escritor español
(Tras el deseo de conocer la verdad, hay un afán de reconocerse a sí mismo y un desvelo por hallarse en el místico sendero de la vida, donde anidan los pulsos de las aspiraciones más sublimes y donde nadan las pausas del ser con sus inspiraciones)
I.- EJERCICIO DE PENSAMIENTO
Tan único como quererse es pensar,
madurar con el corazón y el instinto,
sentir el alma del verso en la mirada,
observarse para entender los signos
del tiempo y brotar en su genealogía.
Ejercitemos cada día el pensamiento,
retornemos a la acción de la palabra,
apartémonos a oír en silencio la voz,
cultivemos la quietud en cada mirada,
y dejemos que sus pupilas nos mimen.
Abramos la mente a las novedades,
rompamos con el drama de lo vivido,
siempre hay que reverdecer cada día,
caminar hacia adelante sin demora,
que la fe en el valor hace las sendas.
II.- ACTUACIÓN DE LUCIDEZ
Todo el que camina vive soñando,
el modo y la manera de imaginarse,
de crecerse y de crearse y recrearse,
en una persistente búsqueda creativa,
entre lo de aquí abajo y lo de arriba.
Un relámpago de lucidez, sólo uno;
es suficiente para huir de la soberbia,
pues todos estamos llamados a ser,
ese espíritu que armoniza el instante,
por el que soy parte del soplo divino.
Seamos ese amor que todo lo exime,
renazcamos en esa misión de paz,
obra que requiere de la clarividencia
del intelecto, precedida de la voluntad,
para reprendernos y sorprendernos.
III.- INTERPELACIONES INELUDIBLES
Nuestra primera exigencia sapiencial,
requiere de una conciencia renovada,
de un conocimiento de unificación,
entre el discernir y el obrar humano,
que ha de ser de donante permanente.
Hay que salir del aire de la confusión,
para adentrarse en la esencia que soy,
y regresar al lenguaje de lo auténtico,
que es lo que enraíza con la textura
del nudo, asociado el decir con el hacer.
Bajemos del pedestal, con la humildad
que atañe ser servidores unos de otros,
con la subordinación que supone darse;
relación que nos hermana y fraterniza,
como realización suprema de sí mismo.