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Por Guillermo Pablo Whpei, presidente de la Federación de Museos de Derechos Humanos.
La esclavitud moderna es un concepto que se maneja en la actualidad para señalar una práctica que, lamentablemente ha acompañado a la humanidad, y quien pensaba que estaba superada se equivoca: hoy en día hay más personas en situación de esclavitud que en cualquier otro período de la historia.
Esta lacra vuelve a hacerse visible con los preparativos del próximo Mundial de Fútbol en Qatar y al referirnos a la situación de sus trabajadores, que es particularmente mala. El Mundial es uno de los eventos más populares del mundo y se vincula directamente con la explotación de personas.
La definición de esclavitud es la subyugación a la que se somete a una persona mediante amenazas, violencia, coacción, abuso de poder o engaño, y que, como resultado, está privada de su libertad para controlar su cuerpo, elegir o rechazar un empleo o dejar de trabajar.
La Organización Internacional del Trabajo (OIT) indica que hay en el mundo, mientras ustedes leen estas líneas, unos 40 millones de mujeres, hombres y niños que viven en condiciones de esclavitud. Si esas cifras se sumasen y esas personas vivieran en la misma ciudad, sería la ciudad más grande del mundo después de Pekín. Debemos tener en cuenta que la OIT, solo mira por la explotación laboral, pero que existe otro tipo de esclavitud como por ejemplo, los matrimonios forzosos, que no son de su incumbencia pero son también una realidad.
Tampoco es cierto que esto suceda en los países en desarrollo, la esclavitud moderna está presente en todas partes y la mayoría de sus víctimas trabajan en industrias como la agricultura, la construcción, la manufactura, y son explotadas por personas individuales, pero también por Estados.
Y es que la esclavitud moderna es un gran negocio y la causa principal de esta lacra es la vulnerabilidad económica.
Es una realidad difícil de abordar y abortar, ya que, en muchos países, especialmente de Medio Oriente, hasta hace pocos años reinaba un pacto de silencio sobre esta situación. Formaba parte de la cultura ancestral y la mayor parte de la sociedad la consideraba como parte de su cotidianeidad.
Desde la Fundación para la Democracia llevamos años denunciando esta situación y aportando testimonios reales y especialmente duros que la hacen más visible y sangrante.
Según los datos que hemos recogido, ha habido al menos 6.500 trabajadores de la construcción muertos en Qatar desde que fue escogida como sede para el Mundial 2022. Una media de 12 vidas perdidas por semana desde el año 2010, un número de muertes inconcebible para la celebración de un evento deportivo.
Queremos que la FIFA no mire hacia otro lado y tome cartas en el asunto.
Inmigrantes procedentes principalmente de Nepal, India, Pakistán, Bangladesh y Sri Lanka trabajan en condiciones deplorables generando una lujosa infraestructura para el evento: carreteras, vías de ferrocarril, estadios, hoteles y centros de convenciones, entre otros.
Sin embargo, la situación es peor aún, si cabe, ya que sabemos que el número de muertes es significativamente mayor, dado que las estadísticas no incluyen las muertes de inmigrantes procedentes las Filipinas y Kenia, sin contar también con los fallecimientos de los últimos meses del año 2020. Muchas de estas defunciones están catalogadas como “muertes naturales” cuándo realmente son consecuencia de las duras condiciones de trabajo.
Los obreros están obligados a trabajar entre 16 y 18 horas diarias, 7 días a la semana, realizando tareas al aire libre y soportando temperaturas que alcanzan los 50 grados centígrados. Como si esto fuera poco, las viviendas que les proporcionan son espacios reducidos en los que viven hacinados, sin contar con las mínimas condiciones higiénicas. Trabajar en altas temperaturas exige al sistema cardiovascular un esfuerzo extra, esto sumado al estrés por el calor produce ataques cardíacos fatales y otros problemas cardiovasculares que provocan la muerte de muchos de estos trabajadores.
Si bien la presión internacional generada desde hace unos años por diversos organismos y organizaciones de derechos humanos ha dado sus frutos, todavía queda mucho por hacer. Aunque se ha abolido del sistema local kafala de esclavitud moderna, hasta hace poco prevalente en los países del Golfo, aún hoy, en 2021, tanto empleadores como el Estado qatarí continúan poniéndola en práctica sobre los obreros. La confiscación de los pasaportes -que los trabajadores entregan firmando un formulario-, las altas tarifas de contratación, las condiciones inhumanas en las que realizan su trabajo y se alojan, el no pago de los haberes en término y las prácticas engañosas de captación siguen siendo habituales en Qatar. Los trabajadores no tienen derecho a huelga ni a la afiliación sindical.
Los trabajadores afectados son en su mayoría migrantes y por esa razón se encuentran en una situación de vulnerabilidad aún mayor.
Además, pandemia de la COVID-19 ha agravado en forma desesperante la situación de los obreros en Qatar, dado que muchos de ellos han quedado confinados en campos de trabajo, los más sin salario y sin la posibilidad de volver a sus países o de seguir trabajando. El riesgo de contagio crece día a día y al no contar con la correspondiente cobertura médica, la situación constituye una verdadera emergencia sanitaria. Además, a pesar de que se aseguró a los trabajadores que los cierres de la zona industrial no afectarían al pago de los salarios ni a la cobertura de las necesidades básicas, esto no se está cumpliendo.
Porque compartimos la observación de Albert Einstein, “el mundo no será destruido por aquellos que hacen el mal, sino por aquellos que observan sin hacer nada”, es urgente intervenir para no seguir siendo cómplices.
A pesar del esfuerzo que durante años hemos desplegado numerosas organizaciones de derechos humanos, Qatar puede aún retroceder en las medidas tomadas hasta ahora y mantener los privilegios de unos pocos intactos y la impunidad que les permite abusar de los derechos de miles, sometiéndolos para su propio beneficio. Es necesario que los avances legislativos se traduzcan en acciones concretas y que los trabajadores tengan las garantías necesarias para vivir una vida digna de ser vivida.
¿Quién es Guillermo Pablo Whpei?
Es presidente de la Federación de Museos de Derechos Humanos.
Guillermo Pablo Whpei es un empresario social argentino pionero en su país en la lucha contra la esclavitud contemporánea y la promoción de la cultura de paz. Descendiente de inmigrantes árabes, nació en Santa Fe el 2 de mayo de 1967. Whpei tiene una enorme vocación al trabajo y un marcado compromiso social, que ejercita desde la presidencia de la Fundación para la Democracia, una organización que trabaja diseñando actividades para afianzar los valores de la Democracia.
En el año 2010 fue nombrado presidente de la Fundación, su objetivo principal, ha sido la búsqueda y la construcción de un mundo más justo y la concienciación social en temas clave como Inclusión social, democracia y paz, promoviendo acciones educativas basadas en la libertad de pensamiento y expresión, el respeto, el debate y el análisis crítico. A día de hoy es el presidente de la Federación de Museos de Derechos Humanos.
En el marco de su programa de acción contra la esclavitud contemporánea, Guillermo destaca por ser uno de los principales impulsores de denuncias contra el Mundial de Fútbol 2022, que la FIFA organiza en Qatar. En noviembre de 2017 fue recibido en el Vaticano por Su Santidad Papa Francisco quién recibió de Whpei un completo informe de la situación de los trabajadores esclavizados en dicho país. Impulsor y creador del Museo Internacional para la Democracia. Es presidente desde 2017, de la Federación Internacional de Museos de Derechos Humanos de América Latina.
Invitado por Mijaíl Gorbachov, en febrero de 2017 participó de la Cumbre Mundial que reunió a 27 Premios Nobel de la Paz para el seguimiento del Proceso de Paz en Colombia. Con el objetivo de promover la paz, impulsó el primer acuerdo de cooperación bilateral desde el conflicto bélico por las Islas Malvinas (1982) entre ciudades británicas y argentinas. A partir del acuerdo celebrado en marzo de 2017 las ciudades de Rosario y Liverpool trabajan conjuntamente en materia de derechos humanos.
En 2019 lidero, junto a Rigoberta Menchú Tum (Premio Nóbel de la Paz 1992 ) una misión de solidaridad y denuncia en Chile a partir del reclamo popular por un país más justo e inclusivo, que se manifestó en octubre y que aún hoy sigue vigente. Se trabajó con más de 25 organizaciones sociales de Chile y se realizó trabajo de campo que se plasmó en un informe que fue entregado al Presidente de Chile, a Su Santidad Papa Francisco y a numerosos organismos y entidades que trabajan en defensa de los Derechos Humanos. En 2019 también lanzó una campaña contra las municiones de goma en protestas civiles, una iniciativa global que busca prohibir su uso contra civiles.