Por una hoja de ruta para el pueblo

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Johnny Montalvo Falcón

Para comenzar debo señalar con honestidad que mi voto será por la candidata Keiko Fujimori, porque creo que es la que mejor representa en estos momentos la defensa del sistema democrático y del modelo económico que ha permitido el crecimiento económico del Perú durante las últimas tres décadas. Debo empezar recordando que el sistema y el modelo han sido objeto de críticas durante los últimos veinte años, lo que implica que debería contemplarse los ajustes necesarios para que sus beneficios se puedan extender a la mayoría de la población.

Entre el 2005 y el 2011 las críticas al modelo económico fueron lideradas por un candidato radical que hizo de las promesas más imposibles de cumplir su caballito de batalla para poder llegar a la segunda vuelta en dos procesos electorales. En las elecciones del 2011, justo entre la primera y segunda vuelta electoral, Ollanta Humala presentó una “Hoja de Ruta” para un eventual gobierno suyo. Era una verdadera “carta de compromiso”, donde el candidato nacionalista renunciaba a su Plan de Gobierno original, denominado “La Gran Transformación”, que proponía cambios radicales al modelo económico, así como el rechazo a la Constitución fujimorista de 1993.

En la mencionada Hoja de Ruta, Humala se comprometió a priorizar la estabilidad macroeconómica y el crecimiento económico, es decir a mantener el modelo económico para darle confianza el país de que no habría cambios “desestabilizadores”. De esta manera, buscaba conseguir el apoyo de los sectores de clase media urbana, así como quitar los reparos a su candidatura en el sector empresarial (a los que Humala denominó “poderes fácticos”). Haciendo más moderadas sus propuestas, Humala logró ganar la segunda vuelta de las elecciones presidenciales del 2011.

Hay que tomar en cuenta que la decisión de Humala no sólo se debía a su apetito por tomar el poder, sino que también influyó en ello el comprender que es imposible formar gobierno sin acuerdos, sin pactos mínimos con otros sectores o “poderes fácticos”. Quizá esto es algo que le falta comprender a Pedro Castillo, uno de los dos candidatos presidenciales que ha pasado a la segunda vuelta. Castillo, o el “profesor” como sus partidarios han comenzado a denominarlo para hacerle más popular, ha dicho que no dejará de lado sus propuestas radicales de la primera vuelta, por lo que quizá no exista forma de hacer viable que suscriba algún tipo de compromiso para evitar que sus propuestas de hacerse realidad comprometan el futuro del país.

Por esta razón, creo que la propuesta de una nueva Hoja de Ruta, “un compromiso por el Perú”, debería ser suscrita por ambos candidatos, con la finalidad de alcanzar acuerdos mínimos para hacer viable un gobierno exitoso de cualquiera de los dos candidatos en el próximo quinquenio, un gobierno de concertación nacional con participación de todos los sectores políticos y sociales que puedan canalizar las justas demandas y las aspiraciones del pueblo peruano que se siente  defraudado de los gobiernos democráticos de los últimos veinte años. Cualquiera de los dos candidatos que gane debería comprometerse a cumplir los acuerdos mínimos consignados en esta Hoja de Ruta.

¿Qué acuerdos contendría este compromiso por el Perú? A mi entender y tomando en consideración que la mayoría del país está de acuerdo con el sistema político democrático y el modelo económico liberal y de apertura comercial, serían los siguientes:

  1. Conseguir comprar y traer las vacunas para inmunizar a toda la población contra el Covid antes de fin de año.
  2. Mantener la estabilidad macroeconómica y la apertura comercial. Evitar el excesivo gasto, la inflación y el déficit fiscal. Continuar la política de firmar acuerdos de libre mercado con otros países.
  3. Recuperar el crecimiento económico con los ajustes necesarios para que existan mayores beneficios del modelo en toda la población.

Estas tres medidas, casi de sentido común y que no deberían generar mayor reparo, deberían estar en la nueva Hoja de Ruta que se propone como un compromiso por el Perú. Quizá hablar en pro o en contra del “modelo económico” podría generar contradicciones, pero al colocar en primer lugar la necesidad de que no exista inflación (o la hiper inflación que existió en los ochentas y sufre actualmente Venezuela), y de que los agricultores y pescadores puedan exportar sus productos al mundo aprovechando las ventajas de los Tratados de Libre Comercio ya suscritos, creo que solo podría generar consensos. Por esta razón, la nueva Hoja de Ruta debería ser un compromiso de los candidatos con el soberano, el pueblo peruano, y no con los poderes fácticos (económico o mediático).

Tranzar y no sostener posiciones irreductibles es lo característico de la Democracia, sistema de gobierno que ninguno de los dos candidatos ha rechazado, aunque actitudes autoritarias como el de convocar unilateralmente a un debate imponiendo el lugar y las condiciones del mismo no deberían seguir dándose en un proceso electoral que seguramente va camino a la polarización y a la exacerbación de la confrontación política, lo que debería tratar de evitarse para no tener que tener a dos poderes confrontados en el próximo lustro. La Democracia implica el dialogo y la generación de consensos. El Perú no puede seguir dividido ni estar preso del odio y el resentimiento por siempre.

Tampoco los medios y los poderes fácticos que se sienten amenazados por la candidatura extremista de Castillo deberían repetir el error de 1990. Se ha demostrado en los últimos veinte años que las amplias mayorías del país piensan bien su voto en la segunda vuelta y suelen dar un “voto estratégico” que muchas veces coincide con lo que los analistas denominan lo “políticamente correcto”. Las masas populares del Perú repudian el extremismo y por esa razón no apoyaron a Sendero Luminoso, no confiaron en la izquierda dividida de los ochentas del siglo pasado, ni eligieron a Humala en el 2006.

Si bien es cierto que en la primera vuelta priman los instintos básicos y sentimientos primarios de la población, en la segunda vuelta la mayoría de los votantes sabe que tiene que tomarse más en serio la elección del próximo gobernante del Perú. Se busca estar más informado y el subconsciente colectivo que busca la sobrevivencia social se impone para el dictamen final en la cámara secreta. Y aunque estemos afectados por la Pandemia, y el dolor que ha dejado a su paso podría maximizar el voto de “protesta” contra el modelo y el sistema; considero que los valores republicanos y el deseo de construir una sociedad más inclusiva con libertad predominará al final del ballotage.

Asimismo, debería considerarse que prometer de todo en la campaña y no cumplir esas promesas ha sido característico de todos nuestros gobernantes. La Hoja de Ruta que se debe suscribir por ambas candidaturas debería considerar las promesas que sí se tendrían que cumplir por su urgencia o su naturaleza vital. Pongo como ejemplo tres promesas que deberían cumplirse en el próximo quinquenio: 1) Erradicar la pobreza extrema. 2) Generar un ambiente adecuado para la creación de nuevos emprendimientos que mejoren el nivel de vida de la mayoría de la población. 2) Reforma del aparato estatal (menos burocracia), y reforma tributaria (menos tributos antitécnicos y mayor ampliación de la base tributaria).

Finalmente, señalar que esta Hoja de Ruta debería ser asumida y propuesta por alguna organización de la sociedad civil y contar con la firma de ambos candidatos, lo que generará confianza en los sectores productivos y evitará el pánico financiero. Esta Hoja de Ruta se hace necesaria en la medida que ambos candidatos representan dos opciones políticas contrapuestas que podrían dividir al país en los próximos años, y buscará recordar a ambos candidatos que el Perú está por encima de cualquier diferencia ya que uno de ellos será el próximo presidente o presidenta del Perú.