Por José Antonio Torres Iriarte
Colombia, desde mediados del siglo XX, fue afectada por la violencia política, que, en octubre de 1948, con el asesinato del líder liberal Eliécer Gaitán, desencadenó el llamado «bogotazo», en un primer momento. Luego, vinieron acciones violentas en todo el territorio nacional.
Desde el siglo XIX, la influencia de los partidos Conservador y Liberal marcaron el escenario político del país, siendo necesario que ambas fuerzas políticas en los años cincuenta suscribieran un acuerdo político que les garantizara una tregua y la alternancia en el poder. El gobierno autoritario de Rojas Pinilla, la insurgencia de la FARC bajo el tutelaje de la Revolución Cubana en los años sesenta del siglo pasado, representaron un giro político para un país que, en alianza del empresariado y el Estado, logró un desarrollo institucional importante.
Con elecciones generales cada cuatro años, Colombia fue uno de los pocos países en América Latina que, en la década de los setenta, fue la excepción en una región gobernada por dictaduras militares de diferente signo político. La sociedad colombiana tuvo que aprender a coexistir en un contexto de crecimiento económico con graves acciones terroristas ejecutadas por el M-19, el Ejército de Liberación Nacional y la FARC. La alianza entre la guerrilla y el narcotráfico se afianzó en la década de los ochenta, con la presencia de los cárteles de la droga establecidos en las principales ciudades del país. La toma del Palacio de Justicia en 1985, el secuestro y el asesinato selectivo caracterizaron una etapa sombría de la vida nacional de un país, que a pesar de ello preservó la democracia apoyándose en la voluntad de un pueblo, que cuestionó siempre la violencia política y el narcotráfico.
La aprobación de la Constitución de 1991, con la participación política de exintegrantes del M-19, representó un primer paso hacia la paz y sentó las bases de un sistema político que consolidó sus instituciones democráticas. El llamado «Plan Colombia», durante el gobierno del presidente Pastrana, contó con el apoyo del gobierno de los Estados Unidos. Los avances durante el gobierno del presidente Uribe fueron significativos, siendo diezmado el poderío militar de la FARC que más allá de su supuesto progresismo y vocación revolucionaria, se había convertido en un aliado del narcotráfico.
La firma de los Acuerdos de Paz entre el gobierno del presidente Santos y la FARC, no logró el respaldo ciudadano esperado en la consulta popular realizada; sin embargo, no se puede negar que hoy Colombia enfrenta otros desafíos a pesar de no haber alcanzado la paz a plenitud.
La primera vuelta electoral con la participación de más del 50 % del electorado puede tener varias lecturas; aún así, la primera votación alcanzada por Gustavo Petro (ex integrante del M-19) y la sorpresiva votación alcanzada por el ingeniero Hernández han representado un revés para candidatos como Federico Gutiérrez y Sergio Fajardo, quienes durante un largo período se vislumbraban como potenciales rivales de Gustavo Petro en una segunda vuelta electoral. Rodolfo Hernández enarbolando las banderas de la lucha contra la corrupción, cuestionando a la clase política, con el apoyo de los jóvenes y con un uso intensivo de las redes sociales, logró avanzar en pocas semanas obteniendo una votación aluvial sorprendente.
Colombia forma parte de la OCDE. Tiene suscrito Tratados de Libre Comercio con los Estados Unidos e importantes países y bloques comerciales. Es integrante de la Alianza del Pacífico con México, Perú y Chile. Con más de 50 millones de habitantes es un referente político y económico en nuestra región. El gobierno del presidente Duque tuvo que afrontar los embates de la crisis sanitaria generada por el Covid 19, por un lado, y la protesta social en los años 2019 y el 2021; habiendo mantenido una línea política cercana al gobierno norteamericano y muy crítica de las dictaduras de Venezuela, Cuba y Nicaragua.
Será muy difícil para Gustavo Petro sumar los votos necesarios para ganar la elección, más aún cuando no ha sido capaz de deslindar con las tiranías latinoamericanas. El senador Petro trata de representar una izquierda moderada alejada de los extremismos del pasado. Se ha esforzado en morigerar sus propuestas de gobierno. Sin embargo, para un importante sector del electorado es el candidato del llamado «socialismo del siglo XXI».
Gustavo Petro no propone ir hacía una Asamblea Constituyente. Cuestiona las industrias extractivas (la minera y de hidrocarburos) proponiendo construir las bases de «economías productivas» apoyadas en el empleo masivo de mano de obra. Daniel Hernández cree en el emprendimiento y el «capitalismo popular» sin precisar conceptos ideológicos. Por cierto, que su lenguaje directo, coloquial y confrontacional, pone de manifiesto un estilo de hacer política alejado de los estereotipos de los políticos formados académicamente e ideológicamente.
Los colombianos irán a las urnas en pocos días, con la convicción de que el sistema democrático debe prevalecer a pesar de las amenazas que puede representar una victoria de Gustavo Petro.