«Mirarse a la cara”: Alicia del Águila y una prosa llena de incómodo desapego

Alicia del Águila explora en estos cuentos la pasión y temple de sus personajes: mujeres que no temen mirarse a la cara.

Dueña de una prosa cadenciosa, Alicia del Águila explora en estos cuentos la pasión y temple de sus personajes: mujeres que no temen enfrentarse a su pasado y tampoco a su futuro; mujeres que emprenden viajes por una necesidad de contrastar su experiencia; mujeres que, llegado el momento, son capaces de mirarse a la cara sin pestañear.

Una mujer de mediana edad queda presa de la ansiedad por conseguir la vacuna contra el COVID-19; piensa en viajar al extranjero a recibir su dosis o intenta inmunizarse junto al puñado de privilegiados que lo hizo por debajo de la mesa. Otra mujer –o quizá la misma– es testigo casi indiferente de un huaico que arrasa con buena parte de Chosica. Y una más descubre que su nueva pareja es uno de los hombres fuertes de la minería ilegal en la selva, un salvaje depredador por naturaleza.

Así es cómo en 63 páginas, Alicia del Águila va construyendo las historias incluidas en “Mirarse a la cara” –su primer libro de ficción–: como hamacándolas entre los íntimos conflictos de la femineidad y los cuestionamientos sociales de un territorio que, aunque reconocible, a ratos parece ajeno.

Ese incómodo desapego es el que marca el tono de estos sietes cuentos breves, escritos con pulcritud, ritmo pausado y continencia. Como cuando la protagonista recuerda los años de desquiciada violencia en el país, pero lo hace desde “un acomodado sentido trágico”; o cuando aspira a recuperar un viejo amor, tal vez para encender la chispa de una pirotecnia que creía apagada, pero termina sentada sola en un café, esperando la llegada de un fantasma del pasado destinado a nunca aparecer.