Mi papá y el capitalismo

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Robinson Bernal Abad*

Dentro de toda esta batalla campal por el poder que vivimos en el Perú, en una segunda vuelta donde hay 2 marcadas posiciones contrapuestas, el Fujimorismo Light liderado por Keiko Fujimori, que representa a la derecha populista del país; y al otro lado tenemos a Perú Libre del Profesor Castillo y Vladimir Cerrón, que representa a la izquierda radical extremista. Estas elecciones están dividiendo al país en 3 bloques muy marcados, el de la derecha pro capitalista e institucionalista que ve a Keiko cómo el mal menor y por ende la única opción viable; el bloque que tiene un voto de protesta y de resentimiento social que prefiere ver arder el país si con eso caen los políticos tradicionales a quienes ellos culpan de todos los males del país; y por último el bloque de los indiferentes, que no les importa ni ir a votar y prefieren su posición de Pilatos en estas elecciones.

En alguna conferencia del Prof. Enrique Ghersi, él dijo que a veces es mejor explicar las cosas con historias, que así se pueden asimilar mejor y que se olvidan en menor medida que los conceptos abstractos. Bueno, por ello del título de este artículo, contarles la historia de “Mi Papá y el Capitalismo”, para poder entender mejor la disyuntiva en la cual nos encontramos actualmente en el país.

Mi padre es un arequipeño de la provincia de Cotahuasi, más exactamente de un hermoso pueblito con aguas termales llamado Luicho. Mi padre llegó a Lima cómo seguramente la mayoría de los provincianos que buscaban un mejor futuro en la capital, o sea, sin ningún peso en los bolsillos, con una mano adelante y otra atrás. Llegó primeramente a casa de unos tíos en San Martín de Porres, que tuvieron la amabilidad de darle alojamiento. Mi padre cómo todo arequipeño orgulloso comenzó pronto “a buscársela”, y empezó a trabajar en todo lo que se le necesitara, desde obrero en una fábrica de hilos y de telas, ayudante de construcción o de panadería, juntando centavo sobre centavo para en algún momento poder poner un pequeño negocio propio, lo que con mucho esfuerzo consiguió en relativo poco tiempo. Y así nació su pequeño negocio de venta de frutas y verduras en la Tablada de Lurín en Villa María del Triunfo, a donde se fue a vivir con sus recién llegados hermanos menores, a los cuales terminó de criar junto a su hermano mayor.

Papá trabajó durísimo para poder progresar, caminando kilómetro para poder tomar un bus que lo lleve hasta “La Parada” a las 4 de la mañana, con frío o calor, eso no importaba, cargaba sacos de papas o camotes de 120 kilos al hombro sin hacer muecas, cosa que hoy le pasa factura a su esforzada espalda, no habían pistas ni auto propio en esa época, y las líneas de transporte eran escasas, así que el esfuerzo era inmenso, pero necesario para poder sobrevivir e intentar progresar.

Papá pudo abrir luego una tienda de abarrotes, y poder ampliar así el negocio familiar, que ahora tenía ya su propia familia, tuvo que convivir con Sendero y sus cochebombas por todos lados, los apagones y las visitas a los mercados para hacer su retorcida justicia social, ni qué decir de la hiperinflación, las colas y la carestía. Ser emprendedor en los dolorosos y trágicos 80s era sólo de valientes de verdad. Pero papá logro sobrevivir y prosperar.

Tengo el recuerdo vívido de mi niñez más precoz, de mi madre despertándonos muy temprano para despedirnos de papá, porque se iba a trabajar, y nunca sabíamos si volvería, todo era peligroso en aquella época, y me temo que esa situación aciaga la pasaban millones de familias, que a pesar del peligro debían sobrevivir cómo sea.

Es en esas circunstancias, millones de peruanos cómo mis padres se forjaron, cual acero romano, conquistaron sus miedos y se fortalecieron para crear sus pequeños imperios, se moldearon hombres de voluntad inquebrantable y que miraban el futuro siempre con decisión de ganar y prevalecer, sin quejarse de sus humildes comienzos, sin echarle la culpa a los demás de sus problemas, ni victimizarse de nada. Asumieron su futuro en sus manos y decidieron hacer posible un país imposible, le dieron un futuro a un Perú que ya no tenía futuro.

Cuando se escucha hablar de Capitalismo, la gran mayoría piensa en bancos grandes y en empresas multinacionales, eso no es Capitalismo, es Mercantilismo, el verdadero capitalismo se basa en el Libre Mercado, donde la vida, la libertad y la propiedad privada (ganada con sangre, sudor y demasiadas lágrimas), se deben respetar de forma irrestricta. Y es pues entre las mercancías y mostradores del negocio de mi padre que yo empecé a entender el valor de esos conceptos, no con Hayek, Mises o Adam Smith, no, desde el ejemplo y la cultura de trabajo de mis padres, siempre intentando ofrecer los mejores servicios y productos al mejor precio posible, con la mejor predisposición de servir al cliente, respetándolo y ganando su preferencia con mucho esfuerzo y constancia (cooperación social), compitiendo limpiamente todos los días con los demás comercios sin impedir que entren más competidores (libre competencia), no hay mejor exposición de Capitalismo y Libre Mercado que en los cientos de miles de mercados populares que hay en el país, donde por instinto todos entienden que no se puede gastar más de lo que se gana, ni endeudarse irresponsablemente, que la unión y cooperación inteligente hace posible el progreso, que la inflación es mala para todos y que la palabra se cumple.

Hoy el país, a pesar de la pandemia, es diferente, progresamos muchísimo en los últimos 30 años, el mayor acceso a créditos, productos y servicios antes imposibles de comprar, internet, Facebook, Twitter, Instagram y WhatsApp, supermercados y centros comerciales, vehículos de todos los gustos y precios, etc. Todas estas comodidades que fueron logradas sólo por el cambio de modelo económico de los 90s, ni siquiera diré por Fujimori, porque los peruanos de entonces se fajaron para poder tener su casa propia, educar a sus hijos y darles mejores oportunidades de vida de lo que tuvieron ellos, a ellos nadie les regaló nada y tampoco lo pidieron, esos peruanos y sus hijos (que no saben ni valoran el esfuerzo hecho por sus padres) se enfrentan hoy a una amenaza, el Comunismo.

El Comunismo, que va contra todos los valores mencionados líneas arriba, no respeta la propiedad privada ni el esfuerzo individual, odia las libertades y denigra la vida. Esta vez, disfrazado de un “humilde profesor” y no de revolucionario, uno que sólo intenta ayudar a los más pobres. Muy buen disfraz, pero sus palabras lo delatan a él y a todos sus camaradas, son lobos vestidos de ovejas. Lamentablemente aún hay muchos incautos que creen que las cosas mejorarán con los comunistas en el poder, lo cual es increíble teniendo casi un millón de venezolanos en el Perú, que vinieron al país no por la causa o el ceviche, sino porque prefieren vender chucherías en nuestras calles, que morir de hambre buscando en la basura algo que comer, los viejos dicen por algo que no se aprende en cabeza ajena…

Mi padre, su vida y su ejemplo de sacrificio es el verdadero Capitalismo, no es pues La Telefónica, el Banco de Crédito o las Mineras, el capitalismo está representado en los millones de emprendedores que se parten el lomo por sus familias y por hacer un país mejor. Yo defenderé hasta quemar el último cartucho desde la tribuna que me toque el Capitalismo Popular de mi país, y combatiré por mar, tierra o aire al totalitarismo comunista. No sólo nos toca, votar por Keiko (aunque no la odiemos), sino también desenmascarar la mentira y falacias del comunismo radical y de las nefastas consecuencias que éste ocasiona, pues sólo así podremos tener una oportunidad de ganar esta batalla.

Si llegaste a este punto de la lectura, creo que ya vas entendiendo que en esta elección nos jugamos nuestro estilo de vida, y aunque suene trillada la frase, la tierra de libertad es hogar de valientes, y ahora nos toca también a nosotros poner el hombro y estar a la altura de las circunstancias, porque si fallamos, el esfuerzo de tu padre y el mío, habrá sido por nada, y en verdad nos merecemos un Perú sin Futuro.

*Coordinador General de la Escuela de Gobierno de la Universidad UNIDA de Paraguay