MÁS DE UN CENTENARIO HACIENDO MAL LAS COSAS

 

Por David Flores Garavito

Duele admitirlo, pero es verdad. Como sociedad, seguimos tocando tocando fondo. Lo denunció Manuel Gonzáles Prada, en el último tercio del siglo XIX, cuando enunció frases de gran vigor panfletario y retórico. «El Perú es un organismo enfermo: donde se aplica el dedo brota el pus». La retórica más recordada del máximo exponente del realismo peruano fue la denuncia de un país urgido de reorganización y moralización político social.

Esa acusación al Estado Peruano y a la clase dirigente de la época: la oligarquía limeña, se mantiene tan válido como entonces. Discurso, escena y visión política han cambiado de intérpretes y organizaciones. Sin embargo, el germen de vivir a expensas del erario nacional, modificando antojadizamente los dispositivos legales y copando cada cinco años el aparato estatal con los ayayeros políticos del momento han pasado factura al sentido de la decencia, honradez y moralidad, que siempre ha debido prevalecer en un Estado eficaz y eficiente, a prueba de coimas.

Altos funcionarios, especialistas administrativos, profesionales, técnicos y obreros politizados se “incorporan” a la gestión pública sin haber sido fumigados adecuadamente para evitar el contagio, enquistándose en el aparato estatal, trazando coartadas para justificar una permanencia contra natura que genera el pus denunciado. Con honrosas y técnicas excepciones el trabajador estatal de calidad no abunda, más bien es espantado o contaminado cerrando el círculo pérfido de la descomposición gubernamental, que se refleja en nuestra clase política. No podemos esperar a que pasen cien años más.

¿Qué hacer en nuestras instituciones?, desafortunadamente no podemos esperar que se vayan todos y apaguen la luz, es demasiado pedir. Lo que queda por hacer es reeducar a los servidores públicos e invertir en ellos. Dies diem docet “El día enseña al día”. Una suerte de reanimación cinematográfica con electroshock incluido. Y me atrevo a sugerir:

Primero, fortalecer la carrera pública y la meritocracia. Lo que implica el desarrollo y establecimiento de posiciones laborales por competencias y necesidades. Promoviendo mejores condiciones y estableciendo una escala remunerativa acorde al mercado y que respete el nivel de conocimientos, experiencia y responsabilidad funcional. Motivar al empleado público.

Segundo, la creación o fortalecimiento de una organización que monitoree y sancione las faltas administrativas de los trabajadores estatales en conjunto, sin importar su sector. En este nivel es relevante contar las declaraciones formuladas al ingreso del aparato estatal y monitorizado anualmente, que pueda articularse con la base de datos de la SUNAT, La Contraloría, MINTRA.  Información contrastable y verificable. Supervisar al empleado público, controlarlo.

Alguna solución debemos aportar. Tal vez lo más simple y evidente sea lo mejor. Tal vez se necesite aplicar más que dos recetas medio ralas. Lo importante es pasar de la lírica a la acción, drenar la pus, aplicar el antibiótico. No hay mal que dure cien años, sin embargo nuestras instituciones parece que si lo resisten.