Por: Alejandro Marco Aurelio Capcha Hidalgo
Periodista: Reg. N°.-4654-
La democracia fue acuñada en Atenas en el siglo V antes de Cristo a partir de las palabras “Demos” (pueblo, población) y “Kratos” (gobierno, poder, autoridad) es decir, un gobierno del pueblo.
El desarrollo democrático en Perú, desde el periodo de transición a fines de la década de los setenta hasta el lustro de los noventa del siglo XX, es analizado como EXPRESIÓN del comportamiento estratégico de los partidos políticos que en el gobierno y en las oposiciones fueron movilizados por sus intereses. La democracia como forma de vida política, y no únicamente como forma de gobierno, requiere que sea además de representativa, igualmente, participativa e inclusiva. Y, particularmente, en cuanto a su característica de ser representativa, se tiene establecido el sufragio, como aquella institución política que va a permitir que el común de las personas pueda manifestar su opinión respecto a la elección de las autoridades, así como dar su parecer sobre algún tema que fuera sujeta a su consulta.
Para ello, se necesita que los resultados, además de reflejar la voluntad ciudadana, sea la genuina expresión de la persona que vota, haciéndolo con criterio y responsabilidad, por lo que es necesario e imprescindible que lo haga con conocimiento, es decir, saber conscientemente del por qué emite su voto.
Esta petición para que el ciudadano actúe en política con responsabilidad, exige que nos aseguremos de que la cultura política de la población se encuentre debidamente atendida; en consecuencia, debe asegurarse que está suficientemente implementado el funcionamiento del sistema democrático de manera tal que la educación ciudadana sea promovida en todos los centros de enseñanza, en todos los niveles, donde se sienta la labor de los partidos políticos.
La esencia de los partidos políticos son las asociaciones de ciudadanos que constituyen personas jurídicas de derecho privado cuyo objeto es participar por medios lícitos, democráticamente, en los asuntos públicos del país dentro del marco de la constitución política y de la presente ley.
Por lo tanto, en el funcionamiento integral de las organizaciones políticas debe atenderse con especial cuidado la educación política de la militancia partidaria, que es el soporte de la agrupación, y cuyos integrantes, se entiende, serán los futuros líderes ciudadanos. O, lo que es lo mismo, las organizaciones políticas, dentro del marco de la diversidad de ideologías que inspiran sus actos, pero siempre descartando cualquier accionar violento que enturbie el funcionamiento del sistema democrático, deben trabajar para procurar que los integrantes del partido se encuentren capacitados para poder actuar con criterio responsable en la dinámica política.
Lamentablemente, hace algunos años en el Perú, y como consecuencia de una serie de propuestas que una “Comisión de Alto Nivel” propuso a pedido del entonces presidente Vizcarra, según se dijo para lograr la “reforma política”, se elaboraron una serie de normas, muchas de ellas inspiradas en realidades distintas a las nuestras (por lo tanto, inadecuadas o impracticables), pero no se encontró ninguna propuesta relacionada con la necesaria educación cívica ciudadana. Lo cual significa que seguimos caminando por las ramas, sin darnos cuenta de que se descuida el tronco en la que se sostienen.
Otra vez, de nuevo, se elaboraron normas jurídicas inspiradas en concepciones puramente teóricas y que son el resultado de que los promotores de estas desconocen nuestra actual realidad o, en su defecto, no se “ensuciaron el terno burocrático” para conocerla y, a partir de allí, hacer propuestas más importantes y necesarias.
Un sistema democrático se institucionaliza con mayor seguridad y solidez cuando coadyuvan en su implementación y desarrollo, tanto la población, preparándose para actuar en política y, especialmente, los partidos políticos educando y orientando a su militancia en los valores que sostiene y promueve todo sistema democrático.
Para conseguir hacer realidad ese ideal, los partidos políticos existentes, así como los que pretendan crearse, deben preocuparse no solo para luchar por el poder, sino organizarse de manera tal de que el rubro de educación política ciudadana tenga la mayor prioridad en su funcionamiento. Eso nos permitirá que un mañana no muy lejano tengamos una mejor democracia, tanto representativa, inclusiva y participativa.