La necesidad es madre del aprendizaje y ese parece haber sido el caso del ciudadano Martín Vizcarra, que en sus inicios como Presidente de la República del Perú, cuando reinaba la lideresa del Fujimorismo con su entonces poderosa y prepotente mayoría congresal arrinconaba al Primer Mandatario, el mismo que al principio se le veía atemorizado ante este grupo y sólo atinaba a bajar la cabeza; pero todo eso lo hacía por cálculo político o sentido de sobrevivencia ante la constante humillación y desplante de éstos.
Finalmente, parece que el miedo se le quitó y los fujimoristas, muy confiados por su mayoría numérica pretendían jugar con su “víctima”, de manera figurada, como un león lo hace con la “gacela” Vizcarra antes de degollarla; sin embargo, no contaron que en un hábil movimiento éste supo zafarse y reaccionar a tiempo como un elefante, que de un certero golpe al sentirse en peligro, alzó la pata y destruyó la amenaza; primero, abiertamente con el Referéndum y, luego, asimétricamente, junto al Poder Judicial, con la prisión a la lideresa Keiko Fujimori, quien para todos era intocable hasta ese momento.
Posteriormente, y con sus diestros zigzagueos, Vizcarra inició su segundo movimiento y destruyó la línea de mando de esa organización, regresando a la cárcel a Alberto Fujimori, debemos advertir que en el fútbol y en la política nada es coincidencia; éstas certeras respuestas de parte del Presidente, evidenciaron que este figurado León furioso, en realidad sólo era un gatito “techero” y que estaban para un leve aruño; es decir, al final terminaron rasgados, evidenciando el descontento que existía al interior del fujimorismo.
Vizcarra demostró que podía ir más lejos y, como todos hemos visto, se ha atrevido a tocarle la puerta a los Congresistas cada vez que intentan sabotearlo, haciéndoles saber quién manda aquí. Eso evidencia, claramente, que el Presidente juega al pulso popular; criollamente hablando, Vizcarra, les ha metió el dedo a los Padres de la Patria dejándolos sin movimiento para el juego; muerto el rey, todo lo demás fue entreguismo, al interior del “fujimorismo”.
Hablemos en términos políticos, los congresistas no tienen por qué victimizarse ni hacer el ridículo queriendo satanizar el hecho de que el Presidente haya pechado al Parlamento. Ellos (los parlamentarios) no tienen ninguna legitimidad social ni menos pueden hacer una reforma política (más del 80% de los peruanos los rechaza), ante esta evidente desaprobación, ese cuento de los constitucionalistas ortodoxos que cobran alguna asesoría al Parlamento acusan a Vizcarra de intromisión y de no respetar la independencia de los poderes del Estado. Sus opiniones son puro cuento. Vizcarra, no está jugando a los intereses del institucionalismo de los poderes de Estado, menos los congresistas a defenderlas; el mandatario está aplicando en la práctica el concepto de poder, que en su definición básica, es el arte de dominar para alcanzar los objetivos de un individuo o grupo, cosa que nunca supieron usar los fujimoristas-keikistas, porque su fuerza popular, la usaron como cavernícolas, nunca estratégicamente de manera asimétrica, como sí lo hace muy bien Vizcarra, con resultados favorables para él.
Todo esto nos demuestra, que hoy, no está en juego el institucionalismo del parlamento o el poder sobredimensionado del presidencialismo de Vizcarra, sino que ambos actores, de esta novela, compiten hacia la baja en las encuestas; por lo tanto, los ciudadanos solo quieren ver quién será el ganador al final de esta batalla que personifican Vizcarra, que representa a la última ficha de los puritanos caviares que quieren dar vida a los Salvador y; de la otra parte, la peste sin precedentes de la mayoría congresal, huérfanos de líderes que puedan reemplazar a los Fujimori. La pregunta cae de madura ¿Qué harán los congresistas tras el episodio inédito realizado por el Presidente Vizcarra, que esta semana acudió al Congreso para encarar a los parlamentarios anunciando a tirios y troyanos que sus ministros no se presentarían ante la Comisión de Constitución y Reglamento?. Con esta actitud Vizcarra, nos demuestra que sigue bailando al ritmo del populismo. Dicho todo esto, la última jugada maestra del Jefe de Estado sería el cierre del Congreso, claro está, usando todos los instrumentos y causales que prevé nuestra Constitución Política, sólo esta ruptura esencial le haría pasar a la historia, con el gran aplauso popular.
Finalmente, parece que el miedo se le quitó y los fujimoristas, muy confiados por su mayoría numérica pretendían jugar con su “víctima” como un león lo hace con la “gacela” Vizcarra antes de matarla; sin embargo, no contaron que en un hábil movimiento éste supo zafarse y reaccionar a tiempo y de un certero golpe de elefante, al sentirse en peligro, alzó la pata y destruyó la amenaza; primero, abiertamente con el Referéndum y, luego, asimétricamente, junto al Poder Judicial, con la prisión a la lideresa Keiko Fujimori, quien para todos era intocable hasta ese momento.