Ricardo Sánchez Serra*
El conflicto en Ucrania ha alcanzado un punto crítico, donde la búsqueda de la paz debería ser el objetivo primordial de todas las partes involucradas. La reciente moratoria acordada entre Estados Unidos y Rusia para detener los ataques al sector energético de Ucrania y Moscú, con el consentimiento de Kiev, parecía ser un paso esperanzador hacia la desescalada. Sin embargo, las constantes violaciones al acuerdo por parte de Ucrania han puesto en peligro esta iniciativa, evidenciando la fragilidad de los esfuerzos por alcanzar la paz.
El alto al fuego, promovido por el presidente Donald Trump, tenía como objetivo crear un espacio propicio para el diálogo y la negociación. Sin embargo, la falta de compromiso por parte de Ucrania, sumada a la negativa de algunos países europeos a detener el suministro de apoyo militar, ha complicado significativamente el panorama. Además, Kiev se ha rehusado a firmar un acuerdo sobre la explotación de las ‘tierras raras’, planteado como una forma de compensar los 350 mil millones de dólares que Estados Unidos ha destinado para financiar la guerra. Esta negativa, combinada con el continuo envío de armas estadounidenses a Ucrania, pone en entredicho la coherencia de Estados Unidos como mediador en el conflicto.
Por otro lado, Rusia ha mostrado un respeto escrupuloso por la moratoria, lo que contrasta con las acciones de Ucrania. Este cumplimiento debería ser reconocido como un gesto de buena fe, especialmente en un contexto donde la población civil sigue siendo la principal víctima de la guerra. La insistencia de Ucrania en atacar objetivos civiles y la falta de disposición para negociar, como lo señaló Trump, solo prolongan el sufrimiento y agravan la crisis humanitaria.
La postura de algunos líderes europeos, como el canciller estonio Margus Tsahkna, también merece un análisis crítico. Declaraciones como la amenaza de retirar el derecho a voto de Hungría en la Unión Europea por su posición sobre Rusia son irresponsables y divisivas. Hungría, al igual que otros países, tiene el derecho soberano de defender sus intereses y abogar por una solución pacífica. La historia de Europa, marcada por las tragedias de dos guerras mundiales, debería servir como un recordatorio de los costos devastadores de los conflictos prolongados.
La moratoria de 30 días, que incluye la protección de refinerías de petróleo, instalaciones de almacenamiento de crudo y centrales nucleares, es un paso en la dirección correcta. Sin embargo, su efectividad depende del compromiso de todas las partes para respetarla. Hasta ahora, Ucrania ha demostrado una falta de respeto por este acuerdo, lo que pone en riesgo no solo la estabilidad regional, sino también la seguridad energética global.
En este contexto, es crucial que Rusia considere acelerar el fin del conflicto mediante métodos convencionales, evitando así una guerra de desgaste que solo incrementa las pérdidas humanas y materiales.
La autodeterminación de territorios como Crimea y el Dombás, que han elegido ser parte de Rusia, debería ser un punto de partida para las negociaciones, para que no exista dudas sobre a quién pertenece, no solo por historia, sino por libre determinación de sus habitantes; es decir, un cierre definitivo de fronteras. Ucrania, asimismo, debe aceptar que su ingreso a la OTAN no es viable y comprometerse a una posición de neutralidad permanente, y, de otro lado, permitir el tránsito del gas ruso por el Corredor Ucraniano hacia Europa (por el que ganaba unos 1,000 millones de dólares anuales). Además, Europa tiene la responsabilidad de devolver los activos rusos para evitar ser percibida como oportunista y pirata en este capítulo de la historia.
Muy importante igualmente es la protección de los derechos humanos, en especial de las minorías étnicas y que se forme una comisión que promueva la confianza, la cooperación educativa, cultural y comercial, realice un seguimiento de los acuerdos y suscite la reconciliación.
La paz no es solo un ideal, sino una necesidad urgente. Las partes involucradas deben priorizar el diálogo y la negociación sobre la confrontación. La comunidad internacional, en lugar de alimentar el conflicto, debería enfocarse en facilitar un acuerdo que garantice la estabilidad y el bienestar de las generaciones futuras. Solo a través de un compromiso genuino con la paz se podrá poner fin a esta tragedia y construir un futuro más prometedor para Ucrania, Rusia y el mundo entero.
*Premio mundial de periodismo ”Visión Honesta 2023”