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Ricardo Sánchez Serra
El secretario general de la Presidencia, Carlos Jaico Carranza, se reunió con representantes de Repsol, en la Embajada de España.
Este hecho ha provocado una campaña contra el funcionario, que se limitó a expresar el malestar y las exigencias del Gobierno por lo sucedido, de acuerdo a un comunicado de la empresa.
El funcionario tenía la obligación de dar a conocer la preocupación del Gobierno, la responsabilidad de Repsol por el derrame y cómo remediar el desastre ambiental. A nuestro parecer dicha reunión fue transparente, y más aún que contó con la presencia del embajador español. Además, que informó directamente y de primera mano lo sucedido al jefe del Estado.
La iniciativa es plausible y muestra su capacidad de gestión, proactividad y vocación de servicio. Jaico proviene de la actividad privada y ha puesto su sello.
Es odiosa la comparación con otros funcionarios públicos, que se sienten ungidos, intocables y aburridos por la rutina. Algunos de ellos, como no se les ocurrió dicha iniciativa, porque estaban enceguecidos por la ira o su incapacidad, ahora enfilan las baterías contra el secretario del presidente, en un concierto al que se unen los envidiosos, adversarios políticos, cuchilleros y tantos que quieren remplazarlo en el cargo.
No es justa la campaña contra un funcionario que cumplió su obligación.