La independencia del Perú: la victoria de las ideas, por Jose Briceño Abanto

Antes de las victorias en Junín y Ayacucho; mucho antes del desembarco de San Martín en Paracas se desarrolló otro tipo de guerra de independencia en él Perú, en ese enfrentamiento no se usaron fusiles o cañones, los actores de ese momento no fueron batallones de soldados o escuadrones de caballería.

Las primeras batallas que se libró por nuestra independencia fueron ideológicas, las armas usadas fueron las ideas, y su método el discurso; este singular combate se dio desde las aulas universitarias; los púlpitos de iglesia; y las imprentas donde se daban a conocer publicaciones periodísticas llamando a la insurrección. Quienes asumieron luchar tempranamente por la causa independentista fueron maestros universitarios; periodistas; abogados, y sacerdotes.

Lima no solo era el epicentro del poder político; económico; y militar español en Sud América, lo era también en lo ideológico. Nuestra capital era el punto desde el cual las ideas y conceptos de pertenencia y sujeción a la monarquía se difundía con vehemencia a todo el continente por el aparato educativo y eclesiástico al servicio de la colonia, el cual era sostenido sangrientamente por la fuerza de las armas al servicio del rey español. En medio de esa realidad, de esa «verdad absoluta y teológica» impuesta por 300 años a sangre y fuego, un grupo de intelectuales peruanos inspirados en «La ilustración» francesa levantaron sus voces, y se atrevieron mediante sus ideas a demostrar que nuestro destino era el ser independientes, que no éramos parte de España, y qué no existían derechos reales válidos sobre nosotros.

La primera misión de ellos fue sembrar entre la juventud de ese entonces la semilla de la libertad, explicar el porqué de la justicia de nuestra separación de la metrópoli; nuestros intelectuales se encargaron de demostrar las razones científicas, económicas, políticas y morales que nuestro inexorable destino era el de ser una nación soberana. Y que la lucha por romper las cadenas que nos sojuzgaban debía ser asumida heroicamente por las jóvenes generaciones de peruanos de aquél entonces. La victoria del pueblo francés frente al despotismo de Luís XVI, y la derrota del imperio británico en los campos de Saratoga y Yorktown, a manos de colonos norteamericanos lleno de esperanza y valor a los nuestros, ambos triunfos generados desde el empoderamiento de las nuevas ideas, sirvieron para que se termine de comprender que el sometimiento de estas tierras estaba con las horas contadas.

Maestros universitarios; periodistas; abogados, y sacerdotes, mediante el debate y la lucha ideológica que encarnaron, allanaron el camino para que la ideología de la independencia total proveniente de Buenos Aires y Caracas, prenda en nuestra sojuzgada sociedad. Si ellos no se hubieran enfrentado heroicamente al pensamiento colonial, las intenciones de San Martín y Bolívar hubieran fracasado entre nosotros por falta de base social, el pueblo no se habría identificado con el nuevo orden que desde Argentina y Venezuela se proponía.

Nuestra primera victoria frente al imperio español y su poder ideológico y militar se dio en el campo de las ideas, ante el peso de la evidencias que abundaban a favor de optar por el camino de volvernos una nación libre e independiente, y por la brutal respuesta del sistema frente a esos libres pensadores, es que nuestra sociedad abrazó la causa de separarse de España. ¨Somos libres seámoslo siempre¨ reza la primera estrofa de nuestro himno patrio, y la verdad que empezamos a serlo desde que nuestros ideólogos empezaron a luchar por ello, desde el momento que demostraron nuestra diferencia frente a España, ello aún antes del grito libertario de Túpac Amaru, y antes de la llegada de San Martín y Bolívar a estas tierras.

Jose Briceño Abanto