La Iglesia no apoya a Castillo, porque su partido está reñido con la doctrina y moral católicas

Monseñor Javier del Río, por un voto libre e informado

.

Por Javier Del Río Alba, arzobispo Metropolitano de  Arequipa

La noticia que viene circulando en redes sociales, según la cual la Iglesia Católica estaría apoyando la candidatura del profesor Pedro Castillo a la Presidencia de la República, es falsa. En primer lugar, porque la Iglesia “respeta la legítima autonomía del orden democrático, pero no posee título alguno para expresar preferencias por una u otra solución institucional o constitucional” (Juan Pablo II, Centesimus annus, 47). En pocas palabras, la Iglesia no hace política partidaria. Ello, sin embargo, no le impide valorar las implicaciones religiosas y morales de los programas políticos (Compendio de DSI, 424). Y también por esta razón la Iglesia Católica no puede apoyar la candidatura del profesor Castillo ya que el Ideario y Programa del partido Perú Libre, por el cual es candidato, está abiertamente reñido con la doctrina y moral católicas, como se puede ver en ese documento oficialmente presentado ante el Jurado Nacional de Elecciones y fácilmente accesible en su página web.

En efecto, ese documento comienza declarando que Perú Libre es una organización marxista – leninista (cap. 1), ideología que niega la existencia de Dios, mientras que el Catecismo de la Iglesia Católica nos enseña que “el ateísmo es un pecado” (n. 2125). Del mismo modo, en su capítulo sexto, el Ideario y Programa del partido del señor Castillo afirma que la Iglesia Católica es un aliado político, mediático y propagandístico de la colonización territorial y cultural del Perú. Y basado en esa concepción totalmente falsa de la religión católica, en su capítulo 17 presenta como parte de su programa abolir el Concordato entre el Perú y la Santa Sede, y en el capítulo 21 hace un llamado a luchar para liberar a los pueblos supuestamente subyugados por la religión. No toma en cuenta, por cierto, todo el bien social que hace la Iglesia al gratuitamente brindar educación escolar a decenas de miles de niños, atender muchos miles más de enfermos, otorgar alimentos a familias pobres, acoger a niños y ancianos desamparados, por sólo mencionar algunas de las numerosas obras de caridad que lleva a cabo en todo el Perú, incluidos lugares donde el Estado no llega. En fin, podría citar muchos más postulados del partido del profesor  Castillo que son totalmente opuestos a nuestra fe católica, pero el espacio no lo permite. Cito sólo uno más: la despenalización del aborto como vía imprescindible para salir de la pobreza (cap. 5), es decir que para que no haya más pobres hay que matarlos en el vientre materno.

Así pues, la Iglesia Católica iría en contra de su naturaleza y misión si apoyase una candidatura que, además, es diametralmente opuesta a su propia fe y a la correcta comprensión del ser humano. Si la Conferencia Episcopal Peruana invitó al profesor Castillo y la Sra. Fujimori a firmar la denominada “Proclama Ciudadana” no fue para favorecerlo a él, como algunos han sostenido, sino movida por su preocupación por el bien común de la nación (Francisco, Fratelli tutti, 276). Por eso mismo, en la reciente carta que los obispos del Perú hemos dirigido al Pueblo de Dios, hemos hecho una invocación “a votar de forma libre y bien informada” y, al hacerlo, “reafirmar los grandes valores éticos, morales y religiosos que sustentan nuestra nación desde sus inicios y constituyen la gran reserva moral del país que debemos cuidar y ennoblecer”.