By Nicolás Congote
Durante más de un cuarto de siglo, la violencia fue casi constante en Ovejas, Sucre, un pequeño pueblo en las estribaciones de los Montes de María, en el norte de Colombia. La región fue escenario de duros enfrentamientos entre grupos armados y sufrió un éxodo masivo de sus habitantes. Su riqueza cultural, música y tradiciones se detuvieron en el tiempo, al igual que el desarrollo.
Con la firma de un acuerdo nacional de paz con la insurgencia en 2016, los pobladores comenzaron a regresar a su región, y volvieron también las oportunidades. Territorios antes impenetrables lograron conectar de nuevo con organizaciones gubernamentales y privadas, y Ovejas salió del aislamiento.
Con la Iniciativa Airband de Microsoft, que tiene como objetivo cerrar la brecha digital y llevar Internet de alta velocidad a las comunidades de todo el mundo, la conectividad ha llegado a esta remota región de Colombia y ha abierto un nuevo mundo para cientos de niños y jóvenes.
«Mis hijos me dicen que han aprendido mucho de internet, y eso es muy importante», dice Wilmar Hernández, quien comparte el patio de su casa con la escuela San José de Almagra. Wilmar se gana la vida cultivando tabaco, y hoy sus hijos le enseñan a manejar un teléfono celular.
«Ahora los hijos de uno tienen todas las posibilidades», comenta.
Gracias al acceso al internet de banda ancha proporcionado a través de la iniciativa Airband y el aliado local de Microsoft, Telecaribe, 650 niños de ocho escuelas escondidas entre las calles polvorientas y las montañas verdes de Ovejas han podido experimentar la conectividad por primera vez. Colombia es uno de los países latinoamericanos que más ha avanzado con la Iniciativa Airband, que ha conectado en el país a más de 180 escuelas y centros comunitarios.
Para llegar a la escuela, muchos niños y jóvenes que viven cerca de Ovejas deben caminar kilómetros bajo el sol y la lluvia, transitando por caminos difíciles. Algunos niños de las reservas indígenas aledañas llegan a lomo de burro, mientras que otros se suben a la motocicleta de algún vecino que viaja al pueblo.
En un día típico ahora llegan puntualmente para aprender en las pantallas de los celulares que sus familiares o amigos les prestan. Leen, revisan sesiones de video y descargan guías curriculares con la ayuda de docentes como Wílmer García, maestro multigrado de la Institución Educativa San José de Almagra, sede de la Escuela Nueva Activa Las Mercedes.
En una sola aula de unos 40 metros cuadrados, García improvisa guías virtuales de aprendizaje en las que comparte material de forma interactiva. Su objetivo es inspirar a los niños y jóvenes para que terminen la escuela y para que luego den el siguiente paso hacia carreras universitarias profesionales, técnicas o tecnológicas.
A cuarenta minutos de ahí, en el Centro Educativo El Camping, su colega Julio Hernández imparte clases de ciencias naturales a un puñado de niños en un aula que hace 20 años cobijó a trabajadores que construyeron la carretera que une Ovejas con Sincelejo, la capital del departamento de Sucre.
«La conexión a internet … llegó cuando los niños más lo necesitaban, justo a tiempo para las clases virtuales», dijo Hernández. «La gente venía de otras escuelas para conectarse, y también fue muy útil para los estudiantes que cursaban programas de educación técnica. Aquí tenían conectividad, un techo y mobiliario para hacer sus proyectos y tareas, e incluso para conectarse a sus clases en línea».
Conectividad con propósito
Investigaciones realizadas por el Instituto Interamericano de Cooperación para la Agricultura (IICA), el Banco Interamericano de Desarrollo (BID) y Microsoft en 24 países de América Latina indican que 77 millones de personas que viven en poblaciones rurales carecen de conectividad con estándares mínimos de calidad. Esta brecha de conectividad limita el potencial social, económico y productivo de la región.
En Colombia, las diferencias en el acceso de banda ancha entre las ciudades y el campo siguen siendo marcadas, con una cobertura del 71% para las zonas urbanas y sólo del 37% para el campo. Algunas áreas remotas están completamente aisladas de un mundo que es cada vez más digital. Según el estudio realizado por el IICA, Microsoft y el BID, solo el 9,4% de los hogares de las zonas rurales de Latinoamérica cuentan con una computadora de escritorio, laptop o tablet, lo que ha obstaculizado el acceso a oportunidades educativas y profesionales en estas comunidades.
García, quien lleva 21 años enseñando en la región, ve la tecnología, pero sobre todo la conectividad, como algo esencial para que los jóvenes tengan éxito hoy en día.
«Durante décadas estuvieron rezagados en el campo, dedicados exclusivamente a la agricultura, y no preveían quedarse a vivir aquí. Hoy esta tecnología les está dando una nueva visión porque pueden ir a estudiar y, si quieren, volver a trabajar en su campo, pero con mejores herramientas y conocimientos», dijo.
Paula Imitola vive al lado del Centro Educativo El Camping, al que asistió por primera vez cuando tenía cinco años. Hoy en día, Paula es madre de un niño en edad preescolar y de un estudiante de quinto grado que estudian allí. Además de las clases de sus hijos, Imitola encontró apoyo para terminar sus estudios allí mismo: con su computadora en la mano, se sienta fuera de la escuela durante dos y tres horas para hacer su trabajo y tomar clases virtuales.
«Cuando llegó Internet, muchos niños que están en la universidad o la escuela secundaria, así como los padres y la comunidad en general, se beneficiaron. Incluso personas que no son parte de la comunidad vinieron aquí para conectarse, para hacer mandados, para hacer su currículum, para buscar un trabajo», dijo.
El objetivo: conectar a 2 millones de personas en Colombia
Microsoft ha comprometido alrededor de 10 mil millones de pesos colombianos -aproximadamente 2,5 millones de dólares-, para implementar su programa de conectividad con propósito en Colombia, donde tiene como objetivo llegar a 2 millones de personas conectadas para 2022. Además del proyecto en Ovejas, el programa Airband está colaborando con socios como la Fundación Alcaraván (Ecopetrol y Sierra Col), la Fundación Lavazza (con Alo&Partners y Makaia), la Federación Nacional de Cafeteros y la Fundación Luker.
Además de su componente educativo, Airband Colombia cuenta con proyectos en agricultura, salud y empoderamiento local orientados a reactivar la economía y promover el desarrollo rural. «Hay proyectos en las cadenas de producción de café, cacao, ganadería y algodón donde la tecnología está ayudando a las personas a ser más productivas, por lo que sus costos son más bajos y reciben más dinero al final del día», dijo Germán Otálora, director de Airband para América Latina.
Las soluciones de telemedicina también han permitido a las personas que viven en áreas remotas acceder a servicios médicos esenciales, así como a especialistas en enfermedades dermatológicas, cardiovasculares y respiratorias que han mejorado su calidad de vida, sin tener que viajar varios días para ver a un médico.
«El progreso no puede dejar a nadie atrás», dijo Otálora. «La tecnología es solo un medio, el verdadero fin es generar desarrollo, oportunidades y bienestar».