Kursk: el precio de la obstinación de Zelenski

Por Ricardo Sánchez Serra

La tragedia que azota a los soldados ucranianos en la región rusa de Kursk es un recordatorio devastador de las consecuencias de la soberbia y el orgullo mal entendido. Miles de hombres han quedado virtualmente rodeados por las tropas rusas, una situación que refleja una amarga realidad: la invasión a Kursk ha sido un error estratégico fatal.

En un gesto que sorprende por su humanidad en tiempos de guerra, el presidente estadounidense, Donald Trump, solicitó al líder ruso, Vladimir Putin, que garantice el respeto a las vidas de los soldados cercados. Putin accedió a la petición, ofreciendo la posibilidad de rendirse bajo la protección de la Convención de Ginebra, una concesión notable, dado que, según las leyes rusas, estos soldados podrían haber sido enjuiciados como terroristas.

Sin embargo, lejos de enfrentar la realidad, Volodimir Zelenski optó por negarla. A pesar de pruebas irrefutables provenientes de satélites, fotos y videos, el presidente ucraniano insiste en que sus tropas no están cercadas, llamando propaganda rusa a los hechos. Mientras tanto, soldados desesperados abandonan armamento occidental, incluyendo tanques y cañones, y huyen disfrazados como civiles.

El saldo de esta desafortunada ofensiva es escalofriante: cerca de 68.000 soldados ucranianos han perdido la vida solo en Kursk, además de la destrucción de miles de vehículos de combate. Todo por una misión que responde más a un capricho de Zelenski que a una estrategia militar sólida. Su objetivo de usar Kursk como una moneda de cambio en una hipotética negociación con Rusia fue rechazado de antemano por el Kremlin, dejando a su ejército atrapado en una carnicería sin propósito.

La tozudez de Zelenski no solo condena a su ejército, sino también a su pueblo. Su negativa a buscar una paz realista sigue alimentando una guerra que ya ha cobrado demasiadas vidas. Su insistencia en prolongar el conflicto ha quedado al descubierto frente al pedido de alto al fuego de Trump, una iniciativa que Ucrania utiliza como mero subterfugio para rearmarse, según lo sugiere la experiencia de los Acuerdos de Minsk.

Estos acuerdos de 2014 y 2015, que estipulaban un alto al fuego, fueron violados repetidamente por Ucrania, dejando un trágico saldo de 14.000 muertos en el Dombás, incluidos mil niños. A esto se suma la confesión de Merkel y Hollande, quienes admitieron que dichos acuerdos solo fueron una táctica para ganar tiempo y fortalecer a Ucrania. Con este antecedente, es lógico que Rusia rechace cualquier tregua superficial.

Trump insiste en detener la guerra, un anhelo que comparte la humanidad entera, pero la realidad es compleja. Con una OTAN beligerante y la obstinación de Zelenski, el camino hacia la paz parece cada vez más distante. Ahora queda esperar la respuesta de Rusia a esta encrucijada. ¿Será capaz el mundo de frenar esta espiral de destrucción?