Algunas de las reacciones más amargas provienen de los veteranos británicos. El Reino Unido envió el segundo mayor número de tropas a Afganistán, después de Estados Unidos.

Jack Cummings perdió las piernas mientras luchaba en el campo, al respecto tuiteó “¿Perdí las piernas para nada?, parece que sí. Mis compañeros murieron en vano. Sí”. Especialista en desactivación de bombas, sirvió dos veces con el Regimiento de Ingenieros 101 en Afganistán y compitió en los Juegos Invictus.

Cummings contó cómo el ejército británico les dio a los afganos “el mejor entrenamiento”, y describe como “desgarradora” la experiencia de ver al país “esfumarse” en cerca de una semana.

El ex comandante del ejército Rob Shenton sirvió en dos viajes a Afganistán en 2008 y el otro en 2011, incluso como enlace entre la población local y los militares cuando estaba desplegado en la provincia de Helmand.

“Ayudé a crear un plan de trabajo municipal para emplear a la población local. El primer local que conocí dirigía ese plan. Nos hicimos buenos amigos. Cinco meses después metí su cuerpo en un ataúd y lo envié a su familia para que lo enterrarán antes de la puesta de sol. Los talibanes le habían disparado en la puerta de su casa”, dijo.

“No puedo describir lo que sentí cuando tuve que hacer eso. Eran personas con las que solíamos tomar té por las tardes y charlar. Ahora estoy insensible en torno a estas relaciones”, añadió.

Describió sus giras, sobre todo la primera, como 3 veces “desgarradora”, pero también “profesionalmente satisfactoria”. Lamentablemente hubo consecuencias. Shenton desarrolló un trastorno de estrés postraumático (TEPT) e intentó quitarse la vida un año después de regresar de Afganistán.

“Acabé en un hospital psiquiátrico. Sabía que mi vida no volvería a ser la misma. Unos años después, me dieron la baja médica del ejército tras 25 años de uniforme. Ahora me estoy recuperando, pero sin la organización benéfica de apoyo a los veteranos Help for Heroes estaría en una situación mucho peor”, expresó.

“Pero, a pesar de lo que me ocurrió, estoy orgulloso de lo que hicimos. Fue un ejemplo del excelente trabajo en equipo que caracteriza al ejército británico. Lo volvería a hacer todo mañana si pudiera. Todos cumplimos con nuestro deber, lo mejor que pudimos y más allá”, subrayó.

Otros veteranos británicos también han expresado una gran frustración. El parlamento británico fue convocado el miércoles para debatir sobre lo que sucede en Afganistán, pero el exministro de Defensa Johnny Mercer, quien sirvió en el país como soldado, es mordaz sobre el manejo de los eventos por parte del gobierno. Boris Johnson ha dicho que no quiere que Afganistán se convierta en un lugar para el terrorismo, no significa nada para las familias de quienes perdieron a sus hijos e hijas en esta guerra”, indicó.

Otros tories de alto rango han lanzado críticas similares al gobierno, por no haber hecho más para enfrentarse a los estadounidenses empeñados en la retirada, y ayudar a las fuerzas afganas y a la población. “¿Por qué demonios han muerto todos?”, titulaba el Daily Mail el lunes, refiriéndose a las pérdidas entre el personal militar británico.

“La situación en Afganistán puede resultar angustiosa para cualquiera que haya servido o se haya visto afectado por el conflicto”, afirma Help for Heroes, un grupo de apoyo a hombres y mujeres que han sufrido heridas físicas o psicológicas mientras servían en las Fuerzas Armadas británicas.

Sarah Jones, responsable de bienestar psicológico de Help for Heroes, dijo que la organización benéfica ha escuchado “a muchos de los veteranos a los que apoyamos que encuentran la cobertura preocupante”.

“El tipo de contenido gráfico que se muestra en los medios de comunicación puede ser desencadenante para cualquier persona que haya estado en una zona de conflicto. Las imágenes y los sonidos pueden hacerles recordar acontecimientos difíciles y revivir experiencias traumáticas. Por ello, su necesidad de apoyo puede ser mayor en estos momentos”, expresó.

“Esperamos que en el futuro haya una importante necesidad de salud mental como consecuencia de los acontecimientos actuales”, añadió. El ex comandante del ejército Shenton dijo a Euronews que se siente identificado con los veteranos que se sienten ansiosos por los acontecimientos.

“He tenido suerte, he tardado años en poder ver la cobertura de los medios de comunicación y los libros que se escribieron durante mi primer viaje. Sólo el mes pasado miré un reportaje de Newsnight de la BBC realizado hace tantos años. Conseguí ponerme en contacto con alguien de la misma gira, y descubrí que uno de los soldados que aparecían en ese reportaje se había quitado la vida hace unos años”, dijo.

La organización benéfica ha dado consejos a los veteranos que puedan necesitar ayuda.

Alemania también contribuyó con un número importante de tropas a las fuerzas de la OTAN en Afganistán. Armin Laschet, jefe del partido conservador de Angela Merkel y posible sucesor de la canciller alemana, ha calificado la retirada como la “mayor debacle” de la alianza militar occidental desde su creación.

Pero entre los soldados alemanes que sirvieron en el país hay algunas opiniones más filosóficas, como la de Andreas Braeutigam, quien dice: “La experiencia mereció la pena, pude conocer otros países, otras gentes, otras costumbres. También recibimos una acogida relativamente cálida por parte de la población, lo pudimos sentir”.

Este hombre de 58 años estuvo desplegado en Afganistán durante ocho meses entre 2003 y 2004. Estuvo a punto de morir por un disparo que le atravesó la oreja, y perdió a siete compañeros en un accidente de helicóptero. Veterano también de las campañas de la OTAN en la antigua Yugoslavia y Kosovo, hoy padece un trastorno de estrés postraumático.

“El pueblo afgano consiguió la libertad, sobre todo las mujeres, pero está en pleno proceso de debilitamiento”, declaró recientemente a la AFP mientras los talibanes avanzaban por el país en medio de la retirada de las tropas occidentales.

Sin embargo, también se pregunta si la misión de la OTAN supuso algún cambio para Afganistán: “La OTAN no fue diseñada para hacer muchas cosas: no podemos hacer que un Estado se doble”, expresó.

“Nadie puede hacerlo, ni siquiera nosotros, y mientras los talibanes sean más numerosos y estén apoyados por otros países. No importa qué ejército entre, no habrá posibilidad de llevar la paz al país”, agregó.

El teniente coronel francés Jean Michelin sirvió en Afganistán en 2012. Aún en servicio activo, se está preparando para una nueva misión en la región africana del Sahel, y dice que, aunque la experiencia lo marcó profundamente, no puede permitirse reflexionar demasiado sobre el pasado.

“No podemos vivir con el peso de Afganistán para siempre. El trabajo de un soldado también es estar listo para partir de nuevo. No puedo llevar Afganistán en mi maleta”, dijo a la AFP.

Hablando en julio, argumentó que no es trabajo de un soldado preguntar si es correcto que se desplieguen tropas internacionales en Afganistán. “¿El por qué?’ No es una cuestión militar, es una cuestión política”, dijo. “Hay un precedente en Afganistán de digerir y escupir fuerzas extranjeras que vienen. No somos los primeros en haber experimentado esto”, concluyó el militar.

También hay sentimientos encontrados entre las fuerzas estadounidenses, que ahora ven impotentes cómo los talibanes contra los que una vez lucharon se apoderan de Afganistán. “Creo firmemente que era hora de volver a casa. Pusimos mucho dinero y entrenamiento en el ejército afgano, donde les dimos las herramientas que necesitan para mantenerse por sí mismos”, indicó Marc Silvestri.

Pero ver cómo se desarrolla la caótica retirada en tiempo real ha dejado atónito al jefe de los servicios para veteranos de 43 años en Revere, Massachusetts. Para el veterano Chad Fross, la retirada de las tropas estadounidenses “siempre iba a ser un desastre”, independientemente de quién estuviera al mando, debido a que no se ha entendido del todo a Afganistán.

“Mucha gente se va a preguntar: ¿Por qué? Para mí no tenía sentido estar allí. Ver morir a amigos o perder partes del cuerpo o perder la cabeza, pero al mismo tiempo, tengo que preguntarme cuánto más inútil sería mantener el rumbo cuando el resultado sería el mismo dentro de 20 años”, añadió.

Más de 3.500 militares murieron en la campaña afgana desde la invasión del país liderada por Estados Unidos en 2001. Otros miles fueron mutilados.

Los afganos han visto un progreso significativo en algunas áreas: la mortalidad infantil se redujo en un 50%, según Harvard UNICEF en 2018, mientras que más niñas asistieron a la escuela, aunque un informe de 2017 de Human Rights Watch indicó que dos tercios todavía se mantuvieron en casa.

Estados Unidos, la Unión Europea y otros países occidentales han pedido a los talibanes que respeten los derechos fundamentales, incluidos los de las mujeres y la educación de las niñas. No está claro cómo se pueden hacer valer estos llamamientos en el futuro. A falta de que Afganistán suponga una amenaza terrorista para Occidente, es difícil imaginar otra intervención militar.

M.A.N.