En muchas ocasiones se le habría preguntado a Mario Vargas Llosa acerca de la novela preferida dentro de su enorme obra iniciada desde Los jefes. No lo dudaba. Conversación en la Catedral era la que más le había costado escribir y, al mismo tiempo, la que consideraba una síntesis del Perú de Odría y de siempre. No pasaron muchos años para que los críticos le dieran la razón. Ese discurso repetido en el que se elevaba a un nivel trascendental sus tres primeras novelas (La ciudad y los perros, La casa verde y la ya mencionada Conversación en la Catedral) sobre sus posteriores creaciones parecían minimizar obras notables como La guerra del fin del mundo, Travesuras de la niña mala y, en la que me enfocaré en el presente texto, Historia de Mayta.
Se podría decir que el poco reconocimiento de Historia de Mayta tenga causas ideológicas, pues hablamos de una novela que tiene como protagonista a un insurgente de los años sesenta. Reforzaría esta teoría teniendo en cuenta que la novela fue publicada en el año 1984, en medio de un clima ideológico tenso propio de la Guerra Fría. Pero sostenernos solo de estos argumentos sería caer en la ignorancia, aún más si consideramos que Vargas Llosa hace novelas con temáticas basadas en el poder político y que ha presentado personajes de diferentes pensamientos tales como Zavalita (quien participa en el movimiento Cahuide cuando estudiaba en San Marcos) o los asesinos de Rafael Leónidas Trujillo en su novela La fiesta del chivo.
Verlo en la cima, narrando cuentos para niños en la Feria del Libro 2019, lanzando declaraciones contra los antimineros y manifestando su postura neoliberal por todos los rincones del mundo, me invitan a pensar que cuando Vargas Llosa presenta este tipo de personajes con postura radical antisistema lo hace con fines prácticos y antagónicos. El arte no debería mostrar una postura, pero quizá inconscientemente Vargas Llosa busca que sus lectores comprendan lo que para él significó el socialismo: un absurdo y, si vamos más allá, un chiste.
Historia de Mayta es quizá la máxima representación de una burla hacia la insurgencia. El personaje principal es un Quijote insurgente, consigue armas, engaña a su pareja masturbando a uno de sus amigos, planea la nueva revolución, se inspira en Cuba, intenta, pocos lo apoyan y fracasa. Este pobre resumen que brindo quizá es necesario para explicar mi teoría. Al final, solo Vargas Llosa lo sabe. ¿Buscaba representar sus ideales de juventud con nostalgia, o con burla?
Pero no quiero alejarme de lo que significa Historia de Mayta desde un punto de vista artístico pues, sin duda, su forma narrativa embriaga a cualquier lector. Leer la historia del trotskista peruano, reconocer sus ideales, recordar la violencia como síntoma de ser peruano, entre otras cuestiones, no deberían ser considerados como propagando política. Más allá de las intenciones de Vargas Llosa, se ha creado una obra maestra, su poco reconocimiento, repito, podría deberse a mi pobre teoría como también simplemente al hecho de que no se ha visto más allá del discurso histórico que tiene la novela del peruano.
El reconocimiento del escritor tendría una postura cuando crea una novela queda devaluado al reconocer a las grandes obras como archivos históricos y artísticos que se valen por sí mismos. Historia de Mayta es la representación de un Vargas Llosa desenfadado, probablemente la mejor versión de sí mismo. Esperamos sus lectores que nos siga sorprendiendo con novelas como Cinco Esquinas o El paraíso en la otra esquina. El día que Vargas Llosa deja de escribir será un día trágico para la cultura. Sus lectores esperamos que nunca muera. Que nunca deje de escribir.
Dael Paiva.