Por: Luciano Revoredo
La batalla cultural, la lucha por la defensa de valores como la vida, la familia y la libertad en la política y la afirmación de estos en la vida cotidiana han permitido en los últimos años una aproximación, en la práctica y tal vez hasta una alianza, entre católicos y cristianos de diversas denominaciones.
Una prueba de esto fue la masiva concurrencia de las iglesias evangélicas a las multitudinarias Marchas por la Vida que convocaba el cardenal Juan Luis Cipriani. La contraparte sería el apoyo y participación de miles de católicos a la iniciativa de sectores evangelios conocida como Con mis hijos no te metas.
Esta tendencia ha hecho posible que por ejemplo en el partido que lidera un católico practicante como Rafael López Aliaga y que basa su ideario en la Doctrina Social de la Iglesia, destaquen los congresistas evangélicos Muñante y Aguayo con total respaldo de sectores católicos.
Esta es una práctica positiva. Y si en los temas teológicos de fondo hay diferencias, estas se pueden mantener civilizadamente mientras se lucha unidos por la defensa de aquellos valores que compartimos y consideramos no negociables.
Lamentablemente hay personas dispuestas a destruir esta alianza que puede ser vista como circunstancial o de fondo, pero necesaria, debido a sus prejuicios e intereses particulares y sobre todo a una visión limitada propia de pigmeos mentales.
Me refiero concretamente a Fabricio Escajadillo, el evangélico productor de televisión que cada cierto tiempo publica en las redes sociales textos infantiles, cargados de odio y de pretendido contenido teológico que lo único que buscan es ofender lo más sagrado de la fe católica.
Escajadillo afrenta e injuria a los católicos gratuita e injustificadamente. Despotrica contra el papado, contra la Madre de Dios, contra los sacramentos, todo esto basado en una pobre lectura del Evangelio propia de alguien sin ninguna formación.
Según he podido comprobar también es generador de conflictos al interior de los grupos evangélicos.
Es triste esta situación. Es inoportuna. Felizmente por encima de gente como él hay pastores sensatos y políticos evangélicos inteligentes que harían bien en llamarlo al orden para que no siga saboteando el trabajo que se viene desarrollando sobre la base de la unidad.
En realidad, ante los desafíos del mundo actual es momento escucharse los unos a los otros; orar los unos por los otros; y, después de tan largos años de separación, después de tantas polémicas, poder trabajar juntos por ideales superiores.
A los evangélicos honestos, que buscan el reino de Dios, dispuestos a trabajar en unidad para rescatar a nuestro país cabe recordarles las palabras del Papa Paulo VI a los observadores de otras iglesias cristianas invitados al Concilio vaticano II: “Estad seguros de nuestro respeto, de nuestra estima, de nuestro deseo de entablar con vosotros, en Nuestro Señor, las mejores relaciones posibles. Nuestra actitud no oculta ninguna reserva, ni responde a ninguna intención de disimular las dificultades para un entendimiento completo y definitivo; no teme lo delicado de la discusión ni el sufrimiento de la espera. La buena fe y la caridad son las bases que nos ofrecen vuestra presencia aquí; la estima que tenemos a vuestras personas y hacia las instituciones y valores cristianos que representáis, nos hacen fácil la tarea de abordar con vosotros el gran diálogo, cuya duración nadie puede hoy determinar, dadas las divergencias doctrinales todavía sin resolver; y la confianza en Nuestro Señor Jesucristo, al que todos estamos ligados por la fe y el bautismo, nos llena el corazón de una dulce y poderosa esperanza”.
Que así sea.