Los investigadores advirtieron que grandes áreas de selva tropical se quemaron o talaron en el 2021 y se reemplazaron con cultivos o ganado, especialmente en Brasil, y que el cambio climático está causando dificultades para mantener la cubierta forestal que es cada vez más difícil.
Según un estudio anual de Global Forest Watch (GFW), el Instituto de Recursos Mundiales (WRI) y la Universidad de Maryland, el año pasado se perdieron alrededor de 11,1 millones de hectáreas de bosques en las regiones tropicales, de los cuales 3,75 millones eran bosques primitivos.
«Son 10 campos de fútbol por minuto. Y lleva un año ocurriendo», dijo Rod Taylor, que dirige el programa forestal de WRI, refiriéndose a los bosques primarios.
Según los cálculos de los investigadores, la destrucción de estos bosques ha liberado 2,5 gigatoneladas de dióxido de carbono a la atmósfera para 2021, lo que equivale a las emisiones anuales de India.
Más del 40% de los bosques vírgenes perdidos en 2021 se encontraban en Brasil, con casi 1,5 millones de hectáreas taladas o quemadas, seguido por la República Democrática del Congo, con casi 500.000 hectáreas destruidas. En Bolivia se han registrado los niveles más altos de deforestación desde que comenzaron las mediciones en 2001, con cerca de 300.000 hectáreas.
Los investigadores advirtieron sobre un posible «efecto bola de nieve», donde los incendios ocurren con mayor frecuencia, liberando más dióxido de carbono a la atmósfera, lo que provoca el calentamiento global y aumenta el riesgo de incendios forestales.
Los datos llegan después de que 141 líderes mundiales se comprometieran en la COP26 en Glasgow a finales de 2021 a «detener y revertir la deforestación para 2030». Para lograr este objetivo será necesario reducir rigurosamente la destrucción de bosques primarios cada año hasta el final de la década.
La tasa de deforestación se ha acelerado en los últimos años en Brasil, que incluye alrededor de un tercio de las selvas tropicales primarias del mundo.
Según el WRI, la destrucción que no se debe a los incendios, sino que está vinculada a la creación de áreas agrícolas, han aumentado un 9% comparado a 2020. Este porcentaje supera el 25% en algunos estados de la Amazonía occidental brasileña.
«Estas pérdidas son un desastre para el clima, son un desastre para la biodiversidad, son un desastre para los pueblos indígenas y las comunidades locales», señaló Frances Seymour, y añadió que estudios recientes muestran que los bosques también ayudan a enfriar la atmósfera.
Por otro lado, Indonesia logró frenar la pérdida de bosques primarios en un 25% con respecto a 2020, habiendo alcanzado un nivel muy alto, gracias a las acciones del gobierno y del sector forestal primario.
Sin embargo, el WRI advirtió que poner fin a la congelación temporal de las nuevas operaciones de aceite de palma, así como a los precios del petróleo en sus niveles más altos en 40 años, podría socavar estos esfuerzos.
«Está claro que no estamos haciendo lo suficiente para incentivar a quienes están en posición de detener la pérdida de bosques y de proteger las zonas de bosques primarios que quedan», señaló Frances Seymour.