Dos pueblos fundados en las orillas opuestas de un riachuelo. Uno dedicado a la ganadería, el otro, a la viticultura. El paisaje resulta bucólico y sus habitantes, casi arquetípicos: tenemos al molinero, al picapedrero, a la dueña del bar, al carpintero y el profesor, cada oficio representado, además de la pareja de amantes que se dan cita cada noche bajo el árbol. Las estaciones se suceden, y aquel mundo amable al inicio empieza a resentir la decisión humana de dominar la naturaleza y levantar fronteras.
Codirigida por Fiorella Díaz Paz y Jorge Villanueva, “El gran fuego”, maravilloso texto del dramaturgo Roland Schimmelpfennig (Gottingen, Alemania, 1967) nos trae el recuerdo de un teatro que ya no se hace. Enérgico, coreográfico, solidario, vinculado a la creación colectiva que floreció con el teatro de grupo en los años 80. En efecto, el grupo Ópalo utiliza estos referentes para montar una obra que nos habla de las problemáticas urgentes, manteniendo un aliento sumamente clásico, como el de un relato popular de los hermanos Grimm. “El texto de Schimmelpfennig funciona como un gran cuento”, nos explica Díaz Paz. “Definitivamente, se trata de una obra coral, que recae sobre la palabra. Por eso pensé en los actores como obreros de la palabra, al servicio de la acción. Y desde ahí, sostenemos este coqueteo con el teatro de los años ochenta”, afirma la directora.
A.F.O