Hace 2018 José montó en un burro a su embarazada mujer, y juntos tuvieron que viajar una larga distancia, para cumplir con la ley romana.
El tal vez con sus dudas de humano a cuestas, sin quizás terminar de entender el embarazo de su esposa. De repente sin asumir plenamente que una voluntad más poderosa que la suya había determinado que María espere un niño.
Debió caminar preocupado por el sustento de ella, y por el suyo también; pues su humilde oficio de carpintero no le permitiría ahorrar lo suficiente para enfrentar aquella jornada. De seguro preocupado que comería, o donde dormiría su compañera.
Ella con los problemas y dolores de un embarazo a punto de resolverse; con la angustia natural de una madre por el futuro de su niño por llegar. Con la esperanza que su hijo llegue sano, y sin complicaciones.
Juntos emprendieron un camino que los llevo lejos de su tierra, de su hogar, de los suyos. El jalando de las bridas al animal que montaba su esposa; con sus dudas y esperanzas de padre, de carpintero, de hombre bueno. Ella con malestares y dolores, llevando sobre si la ilusión de madre primeriza. Llevando en su vientre ¨La luz´ del universo.
José Briceño