Nota del editor: El siguiente artículo está tomado de la columna de opinión en idioma chino, «The Real Point». El artículo refleja las opiniones del autor, y no necesariamente la línea editorial de CGTN.
El impacto de la COVID-19 está comenzando a disminuir en un número creciente de países, y las vidas de más y más personas están volviendo gradualmente a la normalidad. Pero en los Estados Unidos, la única superpotencia del mundo, todavía hay más de 20.000 nuevas infecciones cada día. El hecho de que Washington no haya respondido eficazmente a los desafíos planteados por el brote ha llevado a algunos políticos estadounidenses a tratar de evadirse de su responsabilidad difundiendo rumores sobre los orígenes del nuevo coronavirus.
Uno de esos rumores es que el virus escapó de un laboratorio en Wuhan, la ciudad donde se identificó por primera vez. Pero en un artículo publicado por National Geographic, el director del Instituto Nacional de Alergias y Enfermedades Infecciosas de EE. UU., y uno de los principales expertos en salud del grupo de trabajo del coronavirus de la Casa Blanca, Anthony Fauci, rechazó públicamente la sugerencia de que el virus era artificial o genéticamente modificado en base a la evidencia disponible.
La líder técnica de la Organización Mundial de la Salud en la COVID-19, la doctora Maria Van Kerkhove, le dijo a la prensa que las 15.000 secuencias completas del genoma del virus mostraron que «este virus es de origen natural». John Ratcliffe, nominado por el presidente Donald Trump para director de inteligencia nacional, dijo en una audiencia del Comité de Inteligencia del Senado que no había visto evidencias de que el virus se originó en un laboratorio de Wuhan o en un mercado de alimentos en esa ciudad. El exabogado general de la Oficina Federal de Investigaciones, Andrew Weissmann, dijo que estas afirmaciones sobre el virus eran tan ridículas como la sugerencia del presidente Trump de que las inyecciones de desinfectante podrían ser una cura para el virus.
Otra táctica que algunos legisladores están utilizando para distraer la atención de los fracasos de Washington para controlar el brote de COVID-19 es hablar sobre un desacoplamiento de China.
Al principio del brote de la COVID-19 en China, algunos funcionarios estadounidenses afirmaron que el brote aceleraría el regreso de la fabricación a los Estados Unidos, creando más empleos en casa. En cambio, la economía estadounidense acaba de experimentar su mayor recesión trimestral desde la crisis financiera de 2008. Según datos del Instituto de Investigación ADP, más de 20 millones de estadounidenses perdieron sus empleos en abril, más del doble del número total de empleos perdidos durante la crisis de 2008.
A pesar de esta situación calamitosa, algunas voces de alto rango, incluidos los asesores económicos de la Casa Blanca Peter Navarro y Larry Kudlow, siguen abogando por la retirada del capital estadounidense de China y quieren ver un desacoplamiento de las dos economías más grandes del mundo. Según los informes de Reuters, la Administración Trump está «recargando con rápidez» una iniciativa para eliminar a China de las cadenas de suministro industriales mundiales.
Pero la realidad sobre el terreno es que las empresas financiadas por Estados Unidos están expandiendo su presencia en China. Estas compañías van desde los conocidos minoristas Starbucks y Walmart, pasando por el líder del mercado de vehículos de nuevas energías Tesla, hasta el gigante energético ExxonMobil. Las voces proteccionistas pueden pedir a empresas como estas que vuelvan a casa, pero hablar es fácil y estas empresas pueden ver los beneficios obvios de invertir en el mercado masivo de China.
Ninguna cantidad de habladurías puede borrar la realidad de que Washington se está quedando atrás en muchas otras partes del mundo cuando se trata del arduo trabajo de controlar la pandemia de COVID-19. Se ha perdido una gran cantidad de vidas estadounidenses, y las cifras de casos nuevos no parecen estar preparada para caer bruscamente en el corto plazo. Es hora de que Washington haga frente al mayor desafío que tiene en casa, en lugar de desviar las culpas al extranjero.