Por : Zabdi Mejía Poma
El crítico y escritor argentino Elvio Gandolfo regresa con dos nuevos libros afincados en géneros en los que el autor sobresale: una novela que es la expansión de su famoso cuento “Un error de Ludueña”, que mantiene en su versión más extensa el mismo título y, en segundo lugar, el lanzamiento de su obra poética completa con el título “Tengo ganas de risas raquel”.
La novela “Un error de Ludueña”, publicada por la editorial Tusquets, tiene su origen en el cuento homónimo del libro de relatos “Ferrocarriles Argentinos” de 1994. No es normal que el universo de un cuento tenga tanta fuerza que tienda a expandirse hasta alcanzar los bordes de la novela. “Un error de Ludueña” de Gandolfo es un cuento arrollador, de lectura en varias escuelas del país, que forma parte de las antologías del género más rioplatense, el cuento.
Gandolfo nos explica que, salvo el primer capítulo, que es el viejo cuento con la variante de una sola palabra, el resto es un libro totalmente nuevo: “la vida hacia atrás de Ludueña, en un orden no cronológico”. Esa es la única variante. Nada más ni nada menos.
En el cuento, Ludueña es un prolijo y solitario delincuente que es contratado por un grupo para ser partícipe del escape de un preso. A partir de esta situación el protagonista se perderá en una serie de hechos que se le escapan de las manos, y lo llevarán a entremezclarse con personas que viven en la ciudad, hasta que comete un error.
En la novela, Gandolfo reconstruye el pasado del personaje a partir del cuento original y profundiza en la vida interior del protagonista. Reconstruye, como en una precuela, la vida de niño y adolescente en un pequeño pueblo y el gran salto a la metrópolis. Las mujeres de su vida también aparecen en esta novela, como la fatalidad que lo lleva a trabajar para otros delincuentes.
Al ser consultado si considera que el género cuento es marginado en el mercado, Gandolfo dice: “Existe la fuerte idea de que vende muy poco, aunque en realidad casi toda la ficción vende poco en el último par de décadas. Pero la novela tiene una pre-fama asegurada de señora bien colocada tan endeble como la mala fama del cuento.”
El narrador se destaca también en su faceta poética. El poemario “Tengo ganas de risas Raquel” reúne toda su poesía y acaba de ser editada por Eduner. “Como un aristócrata” es el texto que aparece como epílogo del libro. Gandolfo dice: “Digamos que en los últimos quince o veinte años, me di cuenta no hace mucho, al no plantearme la compra de una casa (objetivo que se había vuelto inalcanzable ya desde los años cincuenta) y alquilar con constancia, que había terminado por llevar una vida que tenía bastante que ver, desde mi punto de vista, con la de un aristócrata. Viajaba, veía gente, escribía, tenía amistades, con el tiempo vínculos sentimentales, algunas envidias, algunos rencores. Vivía, y sigo viviendo”.
Sobre si se siente más poeta que narrador, el autor descarta la idea por completo. “Cuando escribo poesía, hago poesía. Y cuando escribo narración, cuento. Los dos campos conviven sin molestarse, al ser tan distintos. Sus tiempos de escritura dependen de cada una de las dos inspiraciones”, concluye.
Sobre la poesía actual, dice Gandolfo que la ve “infinitamente fragmentada por los medios digitales y menos densa”. Antes leía más poesía porque vivían más “gigantes”. Pero destaca ciertos autores que descubrió en las últimas décadas: a los chilenos Claudio Bertoni y Enrique Lihn, y a los uruguayos Roberto Appratto y Roberto Echavarren.