Los resultados de este estudio indican que los árboles más antiguos aportan mucho más que una majestuosa presencia y una serie de beneficios ecosistémicos a los bosques. Estos árboles viejos y monumentales de larga supervivencia (llegan a ser centenarios o milenarios) también son vitales para preservar la capacidad de adaptación de los bosques a largo plazo ante un entorno ambiental en constante cambio.
En este estudio han trabajado el catedrático Sergi Munné-Bosch, de la Facultad de Biología en la Universidad de Barcelona (UB), el Instituto de Investigación de la Biodiversidad (IRBio) y el Instituto de Investigación en Nutrición y Seguridad Alimentaria (INSA) de la Universidad de Barcelona, así como los expertos Chuck Cannon, director del Centro de Ciencia de los Árboles de The Morton Arboretum (Estados Unidos), y Gianluca Piovesan, profesor de planificación y gestión del paisaje ecológico en la Universidad de la Tuscia (Italia).
«En el marco del estudio, hemos examinado los patrones demográficos que surgen de los bosques antiguos a lo largo de miles de años, y una parte muy pequeña de árboles crecen como si fueran ganadores de la lotería en el escenario de la vida. Incluso alcanzan considerables longevidades que superan los ciclos ambientales», explica Chuck Cannon.
«En nuestros modelos —añade el experto—, estos árboles antiguos y excepcionales demuestran que son esenciales para la capacidad de adaptación de los ecosistemas forestales y para la conservación de la diversidad genética global de la población vegetal en la escala temporal».
Los autores del estudio han constatado que los árboles más antiguos pueden vivir de diez a veinte veces más que un árbol maduro típico. En estos organismos, la muerte responde más a un proceso aleatorio en su medio natural que a un proceso progresivo de envejecimiento, como ocurre en el caso de los humanos. Estos ejemplares únicos —son menos del 1% de la población forestal— aportan una gran diversidad genética y biológica que es esencial en la población global de un bosque, y son los testimonios de una amplia gama de condiciones ambientales históricas que abarcan cientos de años o, incluso, milenios.
«Los árboles milenarios han sobrevivido a múltiples cambios ambientales durante cientos o miles de años y esta resiliencia se transmite al bosque. Además, estos viejos árboles aportan beneficios inestimables al ecosistema forestal. Proporcionan un hábitat para otras especies, algunas de ellas en peligro de extinción, y capturan una cantidad muy elevada de carbono en comparación con árboles mucho más jóvenes», precisa el catedrático Sergi Munné-Bosch.
Supervivientes de bosques ancestrales e imposibles de cultivar
En la actualidad, los bosques más antiguos de todo el planeta están amenazados por la actividad humana. Tal y como revela el estudio, la deforestación de los bosques naturales avanza progresivamente en todo el mundo y la tasa de mortalidad global de los árboles aumenta a escala mundial, desde el bioma boreal hasta los trópicos.
Según se desprende de las conclusiones, en un escenario con las mayores tasas de mortalidad —por ejemplo, como resultado del cambio climático—, la capacidad de los árboles para alcanzar una larga longevidad es muy limitada o casi imposible.
«A medida que cambia el clima, es probable que las tasas de mortalidad de los árboles aumenten y cada vez será más difícil que los árboles antiguos sobrevivan en los bosques», afirma el profesor Cannon. «Por tanto, si cortamos árboles viejos y antiguos, perdemos para siempre el legado genético y fisiológico que contienen, así como un hábitat único para la conservación de la naturaleza».
A pesar de las acciones de restauración forestal y la plantación de árboles para mejorar los hábitats locales y globales, los árboles antiguos no pueden recuperarse ni regenerarse sin que pasen muchos siglos y generaciones, alertan los expertos.
«Son propiedades emergentes de los bosques más antiguos que no pueden recrearse en los bosques de nueva regeneración y que hay que proteger», subrayan los autores.
«Este estudio recuerda la necesidad urgente de impulsar una estrategia global para conservar la biodiversidad, no solo para preservar los bosques, sino también los restos de algunos árboles centenarios, que en los proyectos de resilvestración pueden convertirse en los ejes de biodiversidad de los futuros bosques antiguos, proporcionando así una adaptabilidad única que garantizará la funcionalidad del ecosistema», concluye el experto Gianluca Piovesan.
El estudio se titula «Old and ancient trees are life history lottery winners and vital evolutionary resources for long-term adaptive capacity». Y se ha publicado en la revista académica Nature Plants.