El 28 de diciembre el cardenal Juan Luis Cipriani cumple 75 años. De acuerdo a las normas canónicas debe presentar obligatoriamente su renuncia al Papa Francisco como arzobispo de Lima. El Santo Padre podrá aceptarle la renuncia de inmediato o después de un tiempo. Por ejemplo, hace unos años el Papa Benedicto XVI aceptó la renuncia de un obispo que tenía 83 años de edad.
Sin embargo, monseñor Cipriani mantiene el título de cardenal -activo, elector- hasta que cumpla los 80 años, luego se convierte en cardenal emérito.
Si tenemos que calificar su labor al frente del arzobispado de Lima o al de Ayacucho, tendríamos que decir que fue excelente en lo pastoral, en la difusión de la doctrina prístina de la Iglesia y especialmente en la defensa de los principios y valores, defensa de la vida y de la familia.
Sin desdeñar a ningún obispo, el cardenal Cipriani defendió y defiende ardorosamente esos principios y lo hacía y lo hace en voz alta, no solo en el púlpito, sino en los medios de difusión, por lo que era atacado por la prensa marxista y los movimientos gais.
Lo acusaban de sectario e intolerante y solo defendía los principios de la Iglesia, como lo haría cualquier purpurado o religioso, pero solo que la gran mayoría lo hace en voz baja, como si estuvieran en la Iglesia de las cavernas. Los achantados no creo que entren al Reino de los Cielos.
La franqueza del cardenal es su virtud, que sus oponentes lo ven como defecto. Por defender los principios de la Iglesia es considerado como polémico o quedado en el tiempo. La Iglesia y su doctrina es una sola. No ha cambiado un ápice. La Iglesia se rige por principios permanentes y no por la moda o falsos modernismos, ya que esta, como dice el filósofo Jacques Maritain, no confiere verdad.
Pastor muy justo, Cipriani se preocupó siempre por la preparación de los sacerdotes y promovió la “San Toto”, como cariñosamente se conoce al seminario de Santo Toribio, hoy Universidad Católica San José. Se desvela para que sus parroquias estén muy activas, además de imponer la tolerancia “cero” en las inconductas de algunos religiosos.
No olvidemos su gran trabajo con los pobres en Manchay, que es olvidado por muchos por conveniencia sectaria.
Con respecto a su labor en Ayacucho, evocó lo que escribí hace unos años: “reabrió el Seminario Mayor de Huamanga –cerrado 38 años-, defendiendo a la gente del terrorismo, apoyando fuertemente la labor de la Madre “Covadonga”, dándole fuerza espiritual a los ayacuchanos. Construyó casas hogares para huérfanos del terrorismo y se preocupó de su nutrición. Impulsó la formación laboral de la juventud ayacuchana en la restauración, artesanía y servicios turísticos gracias a un Convenio de Cooperación Técnica con el Banco Interamericano de Desarrollo. Incluso la construcción de la carretera Los Libertadores (Pisco-Ayacucho) –que había sido paralizada- fue terminada por gestión de él”.
Por todo lo expresado, tengo la convicción de que en justicia el Papa Francisco debe ratificar al Cardenal Cipriani al frente del Arzobispado de Lima.
Ricardo Sánchez Serra