En 1999, el fotógrafo canadiense François Brunelle inició un proyecto cuyo objetivo era retratar a personas que tuvieran un gran parecido físico sin ser parientes. Parecía una tarea complicada, pero a lo largo de estos años, el artista ha logrado reunir a decenas de estos ‘dobles’ que, aunque vivan a miles de kilómetros de distancia, perfectamente pueden pasar por gemelos.
Ahora, una investigación ha conseguido desvelar el misterio de la existencia de esas ‘réplicas’ humanas: el parecido no solo es físico, sino que también está en su ADN.
«Hemos comprobado que en muchos casos estas personas comparten un material genético común a pesar de que no están emparentados», explica Manel Esteller, investigador del Instituto de Investigación contra la Leucemia Josep Carreras, profesor de Genética de la Universidad de Barcelona y principal firmante del artículo con los detalles del trabajo que publica la revista Cell Reports.
La semejanza de las caras se asocia con la existencia de variantes genéticas compartidas, continúa el investigador cuyo trabajo partió del análisis de las imágenes de 32 parejas fotografiadas por Brunelle. En primer lugar, los investigadores sometieron los retratos a tres programas distintos de reconocimiento facial, que de forma unánime, señalaron en 16 de ellas una identificación similar a la que se produce en el caso de gemelos.