El día después de la cuarentena

Por: Gonzalo Carpio P.

Anoche, el Presidente sorpresivamente dirigió un mensaje a la nación dando por terminada la cuarentena un día antes de lo previsto. Luego de 27 días de confinamiento social se ha podido controlar el avance del coronavirus en el Perú. El país entero estalló en júbilo al oír la noticia. Muchos agradecimos a dios el habernos permitido salir airosos de esta pandemia, Agradecimos que nuestros padres, nuestros hijos, nuestros amigos están a salvo. Al tiempo que dejábamos caer unas lágrimas de felicidad, nos acongojábamos por las víctimas causadas por este mal.

Primer domingo después de casi un mes que éramos libres. Tomé una extensa ducha, me vestí con ropa algo más abrigada ya que durante el confinamiento había terminado el verano, me serví una taza de café y mientras la bebía planeaba mi domingo. Me había tocado estar solo durante la cuarentena, así que como era lógico, quería hacer todo a la vez.

Luego de llamar nuevamente a mi madre, que había pasado estos días al cuidado de mi hermana en Arequipa, decidí salir. Las calles de Lima aún lucían algo vacías, sin embargo, con la poca gente con la que me cruzaba nos saludábamos levantándonos la mano, deseándonos felicidad. Lo primero que quise hacer era agradecer, así que caminé algunas cuadras hasta la casa de una extraordinaria amiga, que me llamó cada día durante este tiempo que duró la cuarentena, que me brindo una palabra de aliento en los momentos duros que me tocó pasar fruto de la soledad, que incluso me “carajeó” arengándome en momentos en que me sentía abatido y que, además, tuvo un gesto extraordinario. Uno de esos días de encierro, se las ingenió para hacerme llegar un plato de “atomatada arequipeña” y una generosa porción de torta de galletas que es mi postre preferido.

Llegué hasta su casa y aún con el síndrome del metro y medio no pudimos abrazarnos, sin embargo, no siempre se necesitan los brazos, también se abraza con el alma. Tuvimos una charla extensa, el ceño fruncido permanente característico en mi había desaparecido. Con la sonrisa dibujada en el rostro de ambos, felices de vernos y de volver a la normalidad nos despedimos y no pudimos contener ese abrazo que nos debíamos acompañado de un par de lágrimas.

Caminé algunas cuadras más y llegué hasta la casa de otro gran amigo, quien también estuvo pendiente todos los días. Sentimental como yo, no hicimos más que vernos darnos un fuerte apretón de manos con los ojos hechos agüita. Teníamos las emociones a flor de piel, la alegría era inmensa.

Decidí ir hasta Jesús María a la casa del Gordo, mi hermano de distinta madre. Decidí hacerlo a pie. Caminé más de ocho kilómetros hasta allá y llegué con la pierna totalmente adormecida producto de mis hernias lumbares, pero valía la pena cada paso, cada cuadra caminada. Nuevamente los abrazos y las lágrimas se hicieron presentes, además, la guitarra que es la mejor amiga del Gordo.

“Sé que juntos vamos a llegar, hacia un nuevo despertar, la vida ahora vuelve a empezar” dice la letra de una canción compuesta por el Gordo en estos días de encierro. Hoy realmente, la vida vuelve a empezar para cada uno de nosotros. Cuantas lecciones aprendidas en estos días. Hoy sabemos lo importante que es estar con nuestros padres ya mayores, que lo que más necesitan es cariño. Hoy sabemos lo valioso que es tener a nuestros hijos con nosotros, aunque no podamos abrazarlos. Hoy sabemos que los amigos por más lejos que se encuentren, siempre están a nuestro lado. Hoy sabemos que caminar por la calle recibiendo el viento en la cara, cura el alma. Hoy sabemos que ser solidarios con los que más necesitan llena el corazón. Hoy sabemos que tener un plato de comida caliente en la mesa es una bendición. Hoy sabemos que tener un par de sábanas limpias donde poder dormir es invalorable. Hoy más que nunca, aprendimos a agradecer las pequeñas cosas, esas que antes ni siquiera veíamos porque habían pasado a formar parte del paisaje. Hoy estamos tratando de ser mejores seres humanos. ¿Cuánto nos durará?

Lunes 06 de abril del 2020. Desperté y todo había sido parte de un sueño. Un sueño hermoso del que no hubiera querido despertar. Solo quedan siete días más de cuarentena. Y si queremos que el sueño de cada uno de nosotros se vuelva realidad, debemos cumplirla a cabalidad. Protejamos a los nuestros. Cuidémonos nosotros mismos.

Quédate en casa.