Por: Alejandro Marco Aurelio Capcha Hidalgo
Periodista: Reg.- N°-4564-
En mayo del presente año, la Alianza Popular Revolucionaria Americana- APRA- celebra su CENTENRIO. Hace cien años, un 7 de mayo de 1924, el joven Víctor Raúl Haya de la Torre entregó a los estudiantes de México la bandera indoamericana, que proyecta la unidad de nuestros pueblos y, a la vez, se considera simbólicamente como acto fundacional de la Alianza Popular Revolucionaria Americana, APRA.
La historia se inicia en 1915, cuando Haya, de 25 años de edad, integra el Grupo Norte con otros brillantes jóvenes de esa generación, entre ellos César Vallejo, Alcides Spelucín, Antenor Orrego, Carlos Manuel Cox Federico Esquerre, Oscar Imaña y Macedonio de la Torre; la mayoría de los cuales serían parte de la historia o primeros cuadros del aprismo.
La inmensa dimensión del aprismo tallada y labrada con energía y tenacidad por su fundador, erige un fenómeno social, cultural y político al que nadie puede ser ajeno y menos cicatero. Solo mencionar que varios partidos de izquierda democrática en América Latina tienen programadas distintas actividades de homenaje este 7 de mayo (empezando por el PRI de México, cuna del ideal integrador de Víctor Raúl) habla no solo de su fortaleza sino de la empecinada proyección que le otorgan ciudadanos de las nuevas generaciones.
Haya De La Torre, es un fenómeno intelectual, en ideales vigentes, y a su precoz edad solía amalgamar, sentir, visionar, y dar solución lo que percibía sosteniendo con mucha convicción aquella frase que acuñó y sigue vigente: “Quien haya llegado a nuestras soledades andinas habrá visto aquellas grandes masas de campesinos tristes, haraposos y cabizbajos, que llevan entre sus hombros la carga de cuatro siglos de siniestra esclavitud”.
En ese sentimiento, abarrotado de dolor, encontramos la explicación de la iconografía aprista, representada por el Cóndor de Chavín, así como la recurrente prédica del partido a favor de la reivindicación del indígena.
La lucha al lado de los obreros por la conquista de las ocho horas de trabajo y su activa participación en la Reforma Universitaria, fueron importantes para que lo eligieran presidente de la Federación de Estudiantes del Perú, en octubre de 1919. De ahí en adelante su activismo fue incansable, vertiginoso y productivo.
Hay que subrayar, la dinámica del APRA es la de un credo religioso incrustado en el alma de miles de peruanos y no menos latinoamericanos que conocen sus vicisitudes, las buenas y las malas, y pese a ello no lo abandonan. En cada una de sus proclamas e himnos aurorales hay rastros concretos de ello: “nueva doctrina insurge ya”, “ideal realidad liberante que ha fundido en crisol la verdad (revelación)”, “peruanos abrazad la nueva religión”, así como –a semejanza de los primeros cristianos– cobran valor imperecedero en la historia aprista las persecuciones, martirologio, catacumbas, símbolos o códigos identitarios y una gran fraternidad.
El gran Gabo, premio nobel de literatura, decía: Vivir para verlo o –como reza el título de los relatos autobiográficos de Gabriel García Márquez– vivir para contarla, son expresiones que estimulan y catalizan hoy los sentimientos de quienes, como el que escribe, alcanza con júbilo las celebraciones del centenario de la Alianza Popular Revolucionaria Americana , movimiento continental gestado en México el 7 de mayo de 1924 por uno de los peruanos más ilustres del siglo XX, Víctor Raúl Haya de la Torre.
¡Viva el APRA! ¡El APRA nunca muere! slogan, que se creó por empatía, y se insertó por antonomasia en el corazón del pueblo peruano, y se mantiene vivito, por más que sus adversarios políticos lo hayan matado, maldecido, desnaturalizado; el APRA, renace cuál ave Fénix…destinado está; el APRA nunca muere…demostrado está.