Por: Alejandro Marco Aurelio Capcha Hidalgo
Periodista: Reg.-N°-4654-
El ominoso legado del comunismo, que sorprendió al “poder” con el auspicio y la intervención directa del fraude electoral y afianzado por un funesto marxista llamado Jorge Luis Salas Arenas, continúa consumiendo, deteriorando el Estado peruano. La presidente Dina Boluarte Zegarra, heredera del mitómano, cleptómano y ágrafo Pedro Castillo, persigue puntualmente la receta totalitaria para que el extremismo capture el poder y no lo suelte, llevando al país a la ruina, quebrándola hasta que la población rechine y se levante en protesta colectiva. Momento que aprovecharán los izquierdistas, tradicionales salvadores de los cándidos y míseros, alegando con su narrativa clásica: “Que la derecha llevó al Perú a la ruina” y que ellos —los comunistas— impondrán el socialismo como sistema, para que no existan más clases sociales y se hegemonice a la población en torno a una nueva sociedad donde no vuelvan a existir ricos y pobres.
Esa fue la farsa, burla estrategia empleada por Fidel Castro, y reiterada por Hugo Chávez y los demás sátrapas gobernantes latinoamericanos. Actualmente ellos o sus herederos, convertidos en omnipotentes dictadores mantienen a sus pueblos en la opresión de la miseria total, del atraso y del hambre, sometidos por una policía pretoriana que los mantiene a raya. Esto, que es la fórmula de la estrategia extremista, lo advertí hace años. Y fue lo que se pretendió imponer con Pedro Castillo. No obstante, parte de la crédula, tonta y comodona sociedad peruana prefirió votar por él, manteniendo ese statu quo que nos ha conducido al punto de quiebre en el que nos encontramos. Hoy somos una nación en medio de una fenomenal crisis económica y financiera, comandada por un gobierno monigote y, por cierto, absolutamente incapaz —como exige el plan de gobierno previo al comunismo— aunque estratégicamente monitoreado por la verdadera eminencia gris de este clásico operativo del totalitarismo, que apunta a llevar a este país al crac económico, para luego aplicar el plan B, al que explico.
El expectorado ministro de economía José Arista Arbildo, cuya gestión ha sido una sucesión de malas decisiones, merece un capítulo aparte. Bajo su dirección, el Perú ha perdido rumbo y credibilidad en el manejo de las finanzas públicas. Su incapacidad para plantear reformas estructurales y su complacencia con un gasto público desbordado lo convierten en uno de los principales responsables de esta crisis fiscal que se avecina. En lugar de buscar soluciones sostenibles, ha optado por el camino más fácil: patear el problema hacia adelante, a costa de hipotecar el futuro de los peruanos.
A pesar de que, ni Dina Boluarte ni José Arista son los principales responsables. El Congreso, refugio, conejera de intereses particulares y ofertas populistas es su cómplice, promulgando leyes y medidas que buscan congraciarse con la población, empujando osadamente el gasto a niveles irracionales. Un Congreso donde la mediocridad de la oposición representada por Fuerza Popular y uno que otro partido desprestigiado como Alianza para el Progreso y Acción Popular ha permitido que la mayoría marxista imponga su voluntad, acatando las instrucciones del auténtico ejecutor del matrimonio y la gobernanza -Ejecutivo y Legislativo- llamado, Vladimir Cerrón Rojas.