Por: Andrea Chirinos C.
Me desperté un viernes pensando que era miércoles.
Estaba completamente segura de eso.
Sentía que hace un par de días había empezado la semana porque, como todas las semanas, intentaba dejar el pan a partir del lunes.
No lo he conseguido, pero probablemente vuelva a intentarlo mañana.
Otra cosa que procuro hacer todos los lunes: despertarme temprano, pero BIEN temprano, y meditar.
Tampoco lo he conseguido.
En fin, me desperté como al medio día. Hice algo de yoga y seguí pintando la pared del pasadizo. Es un árbol. Algunos días me gusta cómo está quedando, otros días lo detesto y me dan ganas de echarle un baldazo y comenzar de nuevo.
Avancé un poco con unos textos que tenía que mandarle a esta nueva marca con la que estoy trabajando. No tenía apuro, tenía plazo hasta el viernes.
Comimos tarde. Alrededor de las 6pm. Ahí fue cuando sucedió.
¿Qué día es hoy? – pregunté aturdida mientras levantaba los platos de la mesa.
Mi abuela, que estaba viendo uno de esos programas españoles parecidos a “Saber y Ganar”, me miró preocupada.
Ay, no sé – dijo – ¿Jueves?
Todos nos quedamos en pausa, intentando adivinar, sin agarrar nuestros celulares, qué día era. Ninguno estaba tan seguro.
Entonces, antes que alguno quisiera mirar en la pantalla y sacarnos de la angustia, me acerqué al balcón.
¡Hola! – grité.
Algunos vecinos de las otras torres giraron para saber quién quería entablar una conversación y hacer un poco de vida social.
¿Alguien sabe qué día es hoy? – grité.
¡Holaaaaaa! – me respondió una niña desde su sillón. La misma que salía a tocar la olla a las 7:59pm.
¡Es jueves! – respondió una señora, haciendo una pausa a la persona que conversaba con ella desde la otra línea.
¡Nooooo! – dijo un chico en pijama- ¡Es miércoles!
¡Es viernes, oe! – dijo otro chico en pijama – ¡Revisa tu celular!
¡No vale mirar el celular! – le respondió el primer chico en pijama.
¡Es viernes! – dijo una chica que usaba ropa deportiva pero que, de forma contradictoria, había salido a fumar – ¡Lo sé porque los viernes me reúno con mi jefe por zoom!
¡Invítame un cigarro! – le dijo el segundo chico en pijama.
¡Cuando termine la cuarentena! – le respondió.
Todos reímos.
¡Gracias por sacarme de la duda! – dije haciendo una seña con los brazos para despedirme.
Todos hicieron señas similares a la mía y nos metimos a nuestras casas.
¿Y? – me preguntaron.
Es viernes – respondí sonriendo, como si me estuviera sacando un peso de encima.
Luego recordé que estaba súper atrasada con la entrega, que había pasado dos días actuando de forma involuntaria y que probablemente toda la cuarentena la estaba pasando así: en automático.