Día Sesentaitres

Por: Andrea Chirinos C.

La Autora describe sus días en épocas de cuarentena. Fuente: FPP

Una mujer está sentada en una habitación oscura. La cortina está entreabierta y él, completamente dormido.

El molesto zumbido de un mosquito invade el espacio. Ella no se inmuta y mantiene una postura rígida, camuflándose en el negro, esperando su turno para atacar.

Esa noche el cielo esta naranja oscuro. Entre lila y mandarina. Quizás con tonos marrones. No, es arcilla. Difusa y opaca arcilla.

La mujer suelta la postura, truena el cuello y busca a sus vecinos por la abertura. Es tarde, pero alguien siempre está despierto. El insomnio ataca a todos, eventualmente.

No entiendo por qué hay noches así. – piensa – Cuando el cielo se pinta arcilla y un mosquito no deja de zumbar en mi habitación.

Cruzando la calle todavía queda una luz prendida. La puede ver desde la abertura.

Hay una escalera y un cuarto a medio pintar. O al menos eso es lo que parece.

¿Por qué dejarían un cuarto a medio pintar? – piensa.

El mosquito sigue zumbando desde un solo lugar. Baila sobre su cabeza de forma elegante y obstinada. Sabe que la irrita, por eso se queda ahí zumbando, esperando su turno para atacar.

La mujer se levanta con cuidado, no pretende despertarlo, y empieza a pasearse por la habitación mientras busca al mosquito.

Se ha convertido en un sonido de ambiente, una compañía indeseable mientras observa a los vecinos pintar una habitación a las 3 de la mañana.

¿Por qué pintan una habitación en la madrugada? – piensa – Cuál es el apuro, de todas formas tenemos una semana más de confinamiento. Luego quizás sean dos más. Tiempo hay; ganas, muy pocas. Y menos a las 3 de la mañana.

Tal vez sería peor si es que no hubiera mosquito y estuviera acompañada solo por sus pensamientos, su respiración y sus ronquidos

Odio que él duerma primero. – piensa – No lo hace siempre, pero cuando lo hace, lo odio.

En algún momento la mujer caerá en un profundo sueño y cuando despierte pensará que quizás no hubo mosquito, ni ronquidos, ni vecinos pintando.

Luego se preparará una taza de café y ocupará su día pensando en el cielo arcilloso y el oportuno insomnio que la asechan cada noche desde que comenzó la cuarentena.