Día Noventaiuno

Por: Andrea Chirinos C.

No quería que mi discurso sea una paporreta pero uno de mis grandes temores siempre es quedarme en blanco y empezar a florear a modo de contrarrestar el silencio y las pausas no intencionadas. Fuente: FPP

Me titulé virtualmente.

No precisamente de la forma en la que alguna vez me imaginé titularme, pero una pequeña frase ha estado anclada en mi cabeza los últimos días.

“Tenemos que adaptarnos como podamos”.

Ese día estuve con el corazón en la boca.

Me pasa cada vez que tengo que hablar frente a gente sobre temas relevantes y quizás no tan relevantes.

Toda mi vida he sentido ese pánico escénico muy fuerte, sin embargo, llegado el momento siempre me dicen que luzco muy calmada y seria.

Estuve preparándome con fichas y resúmenes la semana antes de mi sustentación .

Toda una chanconasa.

No quería que mi discurso sea una paporreta pero uno de mis grandes temores siempre es quedarme en blanco y empezar a florear a modo de contrarrestar el silencio y las pausas no intencionadas.

Si bien la sustentación iba a ser a través de una videollamada y las posibilidades de tener alguna ayuda extra estaban a mi favor, me preparé como si me tuviera que parar frente a un jurado muy estricto y exponer mi tesis.

El momento llegó.

Hubo una breve presentación de los participantes. Cada uno se elogió por estar bien vestidos en medio de la cuarentena y me dieron el pase.

Compartí mi pantalla para mostrar la presentación que había preparado con tanto esfuerzo y en eso, dejé de ver sus rostros.

El tiempo ya estaba corriendo y no me quedó otra que empezar a exponer, mirando fijamente a la camarita de la laptop sin poder ver ni un rostro. Ni el mío.

Me sentía en completo abandono frente a la computadora y mi ppt, y fueron los 21 minutos más extraños que he tenido.

Necesitaba el feedback. Necesitaba alguna señal de que estaba siendo escuchada, de que tenía coherencia mi discurso, o quizás no, pero definitivamente tenía la necesidad de interactuar con alguien y no un aparato.

En cierto punto los nervios se soltaron y sentí que estaba practicando frente a la laptop, como lo había estado haciendo hace varios días atrás.

Mi hermana, mi mamá, Rodrigo y los perros me estaban observando desde uno de los cuartos.

La sala se sentía muy grande para una persona, bien arreglada pero con chanclas, que sustenta su tesis frente a una camarita y un silencio insoportable.

La presentación terminó y por unos segundos pensé que la conexión se había perdido y que iba a tener que repetir todo de nuevo.

El presidente del jurado finalmente habló, dejé de compartir pantalla y pude ver sus rostros. Pude tener esa respuesta que tanto había hecho falta mientras hablaba.

Es curioso cómo la interacción se vuelve tan necesaria. La aprobación o desaprobación de un público silencioso resulta parte indispensable dentro de una sustentación como esta.

Hubo ronda de preguntas, el jurado salió para deliberar y finalmente me dieron una nota sobresaliente.

Aplausos y un screenshot a la pantalla para recordar ese día.

Cerré la laptop, mi familia salió de la habitación para abrazarme y felicitarme, y por un buen rato seguí teniendo la sensación que solo había sido un ensayo, ah y que la 6ta temporada de Black Mirror estaba buenísima.